DOMINGRILLA

FRANCISCO CHIQUETE

Dentro del duelo por la muerte del agente Halexy Guadalupe, del grupo de investigadores de la SSPC, a los sinaloenses nos gustó escuchar el compromiso contundente y sentido del secretario Omar García Harfuch, de dar con los responsables de ese crimen artero.
Nos gustó porque hasta el momento, todos los asesinatos derivados de esta guerra sangrienta han quedado impunes. Nos gustó porque no es justo que un hombre que vino a colaborar para restaurar la paz en nuestra entidad, sea asesinado arteramente y encima los ejecutores queden tranquilos, sin pagar por su fechoría.
Nos gustó, por supuesto, porque el cumplimiento de ese compromiso nos demostraría que sí es posible que se aplique la ley y que los asesinos sabrán que en lo sucesivo, sus acciones podrán ser castigadas en el nivel que se merecen.
Nos gustó porque con ello se abriría el paso al castigo de tanto crimen inútil que hasta el momento se ha cometido como parte de esta guerra, y los de antes, como resultado de las actividades ilícitas del crimen organizado.
En otras oportunidades así de dolorosas, los gobiernos en turno han fracasado, han dejado que la impunidad se imponga sobre exigencia de justicia de la sociedad. Hoy, la contundencia de las expresiones del secretario García Harfuch nos hacen abrigar esperanzas. Ojalá sea esta la mojonera del fin de la impunidad.
UNA VISITA
SIMBÓLICA
La presidenta Claudia Sheinbaum se reúne este domingo con su gabinete de Seguridad, en Mazatlán, y luego con gobernadores de la región para analizar el problema de la violencia, que afecta principalmente a Sinaloa, pero que también escala ya en Durango, Sonora, Chihuahua y Baja California.
Dada la naturaleza del tema, no se puede esperar que de estos encuentros surjan grandes anuncios, como no sea la reiteración del compromiso de seguir luchando por construir la paz, como ya se ha dicho en muchas ocasiones.
Ya sea que lo anuncien o den por lo menos un adelanto, lo que debe interesarnos es que se establezcan estrategias efectivas, valederas, que nos ayuden a recuperar los espacios de convivencia que están perdidos en Culiacán y que se empiezan a perder también en Mazatlán, así como en otros puntos de la región.
Los incendios a centros de rehabilitación, la aparición de cuerpos colgados en la plaza de toros de Aguacaliente de Gárate, municipio de Concordia, las balaceras en la sierra concordense y de Rosario, son señales que el gobierno ha ignorado en lugar de enfrentarlas con todas sus capacidades y posibilidades.
Seguimos viendo una estrategia de pintarle la fachada a la realidad, cuando necesitamos una talacha a fondo. Vea nomás el caso del primer “anexo” agredido, del que sustrajeron a dieciséis internos para utilizarlos como carne de cañón en la guerra. “Se fueron voluntariamente”, dijo la Fiscalía General del Estado, a sabiendas de que los delincuentes llegaron con armas de alto poder, amenazando a todos y con un desusado ejercicio de violencia (el propio incendio del local). ¿Puede decirse con certeza que se fueron por su voluntad? ¿tenían opción? Todavía creo que a semejante conclusión no se llega sólo por idiotez: o hay miedo, complicidad, o impotencia. Y ellos son los que nos procuran justicia.
Es como el caso del agente federal, asesinado durante una agresión directa, evidentemente planeada, sin enfrentamientos de por medio. No fue un mensaje, dijeron las autoridades. ¿No lo fue? ¿entonces lo mataron porque les caía gordo? Pretender pintar la realidad con colores pastel no la hace más llevadera, sino más grotesca.
SE FUE DON GERARDO
Menos de dos años duró en su encargo el secretario Estatal de Seguridad Pública, Gerardo Mérida Sánchez. Ayer presentó su renuncia y se fue con más pena que gloria, porque su gestión ya era mala antes de la guerra interna del Cártel de Sinaloa, y fue peor durante estos últimos cien días, en que resultó menos útil que un florero.
El general Mérida fue enviado por la Sedena cuando alguien convenció al gobernador de que su antecesor Cristóbal Castañeda olía demasiado a Quirino. Lo echaron sin que hubiese una crisis especial, simplemente el mal funcionamiento de los organismos policiacos, que alcanzaba para mantener al estado a media tabla en los ránkings de inseguridad.
En esa misma mediocridad estuvo Mérida, hasta que se requirieron de habilidades especiales que evidentemente no tuvo.
Con mal tino, escogieron al militar y al secretario general de gobierno, Feliciano Castro Meléndrez, para que presentaran una cara bonita (¿) de la situación sinaloense y nos dijeran que los asesinatos de la jornada no eran la gran cosa, que por el contrario, eran una muestra de que íbamos avanzando en la recuperación de nuestros espacios y nuestros valores, que podíamos todos salir a las calles con tranquilidad y entusiasmo.
Por supuesto nadie les hizo caso.
Mérida Sánchez se va y deja solo a Castro Meléndrez, quien quizá también merezca un descanso.
Por lo pronto la primera conclusión con esta renuncia es que la decisión fue tomada por García Harfuch. Si muchos policías municipales de Culiacán no pasaron el examen de confianza, igualmente el secretario estatal de seguridad parece no haberla pasado.
Esperemos le vaya bien a su sustituto, el general en activo Óscar Rentería Schazarino, quien trae consigo a un equipo que pronto se empezará a desplegar en la estructura de la secretaría y en los municipios más conflictivos.
FELICES FIESTAS
Muy probablemente esta es la última entrega de la columna, correspondiente a este año. Esperemos que los acontecimientos no nos obliguen a regresar a la computadora para compartirles nuestras reflexiones sobre sucesos graves o urgentes.
Por lo pronto, expresamos nuestros mejores deseos para este periodo de fiestas. Que todos la pasemos bien y aflore el espíritu de fraternidad y solidaridad que se requiere para que el gozo sea efectivo y duradero.
Por supuesto, que haya paz en la tierra a las personas de buena voluntad.

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