Violencia en Sinaloa agrava deserción escolar en la UAS
La violencia en Sinaloa ha incrementado la deserción universitaria, afectando el futuro de muchos jóvenes
Dheyna Brito
Desde el 9 de septiembre de 2024, Sinaloa ha sido escenario de intensos enfrentamientos entre facciones del Cártel de Sinaloa, sumiendo a la región en una profunda crisis de seguridad. En los primeros cien días de conflicto, se registraron más de 600 asesinatos, generando un clima de temor que ha afectado la rutina diaria y limitado la movilidad de la población.
Esta violencia ha impactado gravemente a la comunidad universitaria, aumentando las cifras de deserción en las facultades.
Deserción estudiantil: un futuro incierto
Desde el inicio de la ola de violencia, la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) se ha visto obligada a suspender clases presenciales en varias ocasiones debido a los enfrentamientos y la creciente inseguridad. Un ejemplo claro de esto ocurrió el 26 de noviembre de 2024, cuando la aparición de cinco cuerpos frente a la UAS evidenció la gravedad de la situación y llevó a la suspensión temporal de actividades académicas.
Aunque no existen cifras exactas sobre la cantidad de jóvenes universitarios que han abandonado sus estudios debido al conflicto, es evidente que la violencia ha impactado negativamente la educación superior en Sinaloa. La inseguridad y el miedo han llevado a muchos estudiantes a reconsiderar su permanencia en las instituciones educativas, afectando su rendimiento académico y provocando deserciones.
Un docente de nivel preparatoria, quien solicitó permanecer en el anonimato, confirmó que la deserción escolar ha aumentado considerablemente desde la pandemia y se ha agravado con la violencia reciente en la región. “Ya había un fuerte crecimiento de deserción escolar desde la pandemia, pero ahora ha habido un aumento significativo de alumnos que se han salido, cambiado de escuela o dejado de estudiar”, explicó.
El profesor también mencionó que la reducción de alumnos en los salones de clase es evidente: “Se hizo una reducción, por lo menos en grupos de la tarde, de un 25 a un 35% por salón”. Además, la asistencia irregular se ha convertido en un problema recurrente. “Muchos de mis alumnos viven en zonas de conflicto y faltan cuando hay enfrentamientos”, detalló. “Es común que uno o dos días a la semana haya una ausencia del 50% del salón”.
Sobre la postura de la UAS ante la violencia y su impacto en la educación, el profesor señaló que la institución prioriza la presencialidad. “Se busca que las clases sean presenciales en la mayor medida posible”, comentó, aunque reconoció que la preocupación por la seguridad persiste entre docentes y alumnos.
Una alumna de primer año de la Facultad de Ciencias Químico Biológicas compartió cómo la violencia ha alterado su vida cotidiana y la de sus compañeros. “Al principio de toda esta situación, las clases eran en línea, pero era muy incierto saber cuándo regresaríamos a la normalidad”, expresó la estudiante, comparando la experiencia con las restricciones impuestas durante la pandemia.
Limitados
La inseguridad también ha limitado la participación en actividades extracurriculares. “Hacía muy pocas actividades en comparación con antes, porque no quería irme tarde de la Facultad ni estar sola”, explicó. Aunque ella no ha considerado abandonar sus estudios, ha conocido a compañeros que enfrentaron dificultades, especialmente los estudiantes foráneos.
Daphnne García Carrillo, alumna de maestría en la Facultad de Ciencias Químico Biológicas, también compartió su experiencia. “Un compañero tuvo que cambiar de casa por problemas familiares y ya no pudo seguir con la maestría”, relató.
La inseguridad también le genera estrés diario. “Para mí, venir todos los días en camión es estresante porque ves a los policías pasar y no sabes si algo va a ocurrir”.
A pesar de la situación, la estudiante no ha considerado abandonar sus estudios, pero sí ha pensado en la posibilidad de cambiar de ciudad. “No como tal dejar la maestría, pero sí me ha pasado por la mente mudarme y continuar mis estudios en otro lugar”.
El problema de la deserción universitaria en Sinaloa sigue en aumento y, de no atenderse, podría generar un impacto irreversible en la educación superior de la región.
Con información de El Sol de Sinaloa