DOMINGRILLA

FRANCISCO CHIQUETE

Sí que es difícil corregir los vicios del mal gobierno. Apenas un sexenio bastó para que los cuadros político-administrativos de Morena se metieran a hacer las tranzas que por décadas denunciaron porque las cometían sus rivales políticos del PRI y del PAN.
No pocos críticos de la presidenta Claudia Sheinbam empezaban a moderar sus expresiones a partir de decisiones importantes en materia de combate al crimen organizado y de atención al desabasto de medicinas, cuando se viene encima un fraude en este último renglón: operaciones con sobreprecios hasta por trece mil millones de pesos en un concurso de licitación.
Admitir el desabasto de medicinas y material quirúrgico en los hospitales del sector público, fue una misión imposible. Desde el expresidente Andrés Manuel López Obrador hasta el más ínfimo de los funcionarios rechazaban esa realidad. AMLO llegó a decir, ya para despedirse, que habíamos superado a Dinamarca y teníamos ya el mejor sistema de salud en el mundo.
Aunque el gobierno actual ha mostrado algunos signos de disposición para corregir situaciones elementales, le sigue siendo imposible llamar a las cosas por su nombre. Por el contrario, la propia Claudia Sheinbaum reclama que se siga hablando mal de López Obrador, de modo que no se ha producido un reconocimiento expreso de los vicios y taras del gobierno anterior.
Pero el asunto de la corrupción es real. Tan real, que la propia presidenta informó que hay cuatro o seis funcionarios suspendidos, que se canceló la licitación amañada y que se está haciendo la investigación correspondiente.
El famoso pañuelito blanco que declaraba a México libre de corrupción sigue fallando. La tristemente célebre Estafa Maestra de Peña Nieto fue superada ampliamente por el fraude a Segalmex, y ahora también por el fraude a Birmex, ambos casos especialmente significativos porque Segalmex fue el organismo creado para garantizar el acceso de los más pobres a la alimentación, y Birmex se creó para garantizar el acceso de los más pobres a las medicinas.
El doctor David Kershenobich, secretario de salud, ha generado confianza entre los conocedores de la materia sanitaria, pero estos tropiezos vienen a revivir los tiempos lamentables de Hugo López Gatell y Jorge Alcocer Varela, no sólo porque también en aquellos momentos hubo escándalos de corrupción e irregularidades administrativas, sino porque otra vez se recurre a la negativa de daños adicionales.
Con todo y el concurso de licitación ya hecho, el abastecimiento de medicamentos iba a tardar varios meses y Kershenobich pidió paciencia por ello. Ahora de repente se rompe todo el proceso, se anuncia que volverán a empezar las acciones de adquisición, y el funcionario sostiene que no habrá retraso en el abastecimiento. Por supuesto, no explica cómo se logrará ese milagro.
Como se advierte, de nada sirvió la fórmula inmarcesible de AMLO para hacerse de un buen equipo: 90 por ciento lealtad y 10 por ciento experiencia. También los leales le salieron ratas, y ya tienen imitadores en el sexenio actual.
La diferencia es que la presidenta ofrece hacer una investigación, mientras que el “cabecita de algodón” no llegó ni a eso. A ver si nos cumplen.
¿UNIDAD NACIONAL?
El exdiputado sinaloense Heriberto Galindo Quiñones publicó este sábado un artículo en La Jornada, en que pondera algunos logros de la presidenta, a la vez que hace ver algunas fallas que deben ser corregidas, sobre todo la de aceptar el diálogo con otras fuerzas políticas del país y trabajar como jefa del estado mexicano para alcanzar la unidad nacional.
Galindo Quiñones, un político con larga carrera, se mantiene dentro del PRI, aunque no se le ve que participe, probablemente tanto por decisión personal como por rechazo del dirigente Alito Moreno a todo lo que sea ortodoxia.
Es difícil que {a presidenta y su partido asuman la responsabilidad de convocar realmente a la unidad nacional. Ella sigue utilizando las mañaneras para divulgar sus líneas al partido en que en teoría tiene temporalmente suspendida la militancia, y para denostar a “nuestros contrincantes”. Mientras, su partido festina que sigue arrollando en la asignación y designación de funcionarios electorales, como los últimos 54 magistrados de Tribunales Estatales Electorales nombrados en el Senado, con el rechazo de la oposición. Están enojados porque no les tocó nada, festinó el inefable Gerardo Fernández Noroña. Es que de eso se trata, de agandallar todo, aunque no sea por merecimientos ni por capacidad.
Buen intento de Heriberto. Si tuviera partido debiera ser el ideólogo.
HOSPITALES
Y POLÍTICOS
El sábado 22 de marzo se llevó a cabo un curioso operativo en Culiacán: el Hospital General de esa ciudad fue trasladado a las nuevas edificaciones, que tenían por lo menos dos años listas, pero carecían del equipamiento necesario para su operación.
Es algo importante en varios sentidos.
Primero, la continuidad de los programas de gobierno y la utilización cabal de las obras ejecutadas por otros gobiernos. La nueva edificación fue gestionada por Quirino Ordaz como gobernador, y financiada en un programa multianual por el entonces presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
Con los fondos ya asignados y la simpatía entre el gobernador Quirino y el nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador, no hubo problema para terminar la construcción. Tampoco hubo el menor problema para que el nuevo gobernador, Rubén Rocha Moya, mantuviese la gestión por el equipamiento. La bronca fue el desorden que tenía el régimen lópezobradorista en el secrtor salud, y su decisión de llevarse todos los recursos, incluso los de la medicina, a las obras “emblemáticas”.
Pero por fin ya se llevaron los haberes del hospital y la gran inversión empezó a ser útil. De todos modos ha habido quejas porque no hay personal o materiales para realizar todas las operaciones programadas. Esperemos que eso sea superado.
El otro aspecto a destacar es que ese hospital estaba destinado a no nacer.
El gobierno estatal que encabezó Mario López Valdez pactó con una empresa privada (de un cuñado o excuñado de Carlos Salinas), la construcción de un nosocomio bajo la figura de Asociación Público-Privada. El Congreso estatal aprobó la operación y Sinaloa se comprometió a aportar el 25 por ciento de sus participaciones federales durante 30 años, para que la empresa contratante construyera y operara el hospital, presuntamente garantizando el servicio a las personas de escasos recursos, y ejerciendo la medicina comercial con el resto de la población.
Un comentario de la dirigencia nacional del PRI indicó que esa autorización le costó a la presidenta de la Gran Comisión del Congreso, Rosa Elena Millán, la posibilidad de ser candidata a la presidencia municipal de Culiacán.
A pesar de lo leonino del compromiso, los empresarios dijeron que no les alcanzaba y pidieron un cinco por ciento adicional, lo que fue aprovechado por dos personajes clave: el entonces diputado local Víctor Manuel Díaz Simental, un médico con una sólida carrera profesional, que se opuso abiertamente a la contratación y privatización del nuevo hospital, y la estrategia del líder de la mayoría priísta, Jesús Enrique Hernández Chávez, quien dejó correr el tiempo hasta diluir el proyecto. Ello a pesar de las feroces embestidas del secretario general de gobierno, Gerardo Octavio Vargas Landeros, quien siempre estuvo muy interesado en que se cumpliese el compromiso, con todo y ampliación, como interesado estuvo su jefe, Mario López Valdez.
Al doctor Díaz Simental le costó la candidatura a alcalde de su natal Escuinapa, boicoteada por Vargas Landeros y el Malovismo, a través de Germán Escobar, quien se inventó a Hugo Enrique Moreno, el Yiyo. Éste ganó la elección gracias al arrastre electoral de Quirino, y ya nunca pudo repetir.
Díaz Simental en cambio es alcalde. Mantuvo la simpatía de los escuinapenses, pese a las muchas trampas que le tendieron.
Tanto a Díaz Simental como a Hernández Chávez les costó, pero se anotaron una importantísima victoria moral sobre los acuerdos de la corrupción.

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