A LA MADRE, LA QUÍMICA DEL AMOR Y LA VIDA
“En el inmenso laboratorio de la existencia, donde cada átomo vibra con el pulso del universo, tú, Madre, eres la reacción fundamental que da forma y sentido a mi vida, la energía que impulsa cada transformación en mi alma.”. Jesús Milán
Jesús Octavio Milán Gil
En el infinito universo de la existencia, donde los átomos se congregan en un ballet perpetuo, tú, Madre, eres la estructura fundamental, el núcleo estable en un cosmos de incertidumbre.
Desde la primera chispa de conciencia, has sido la catalizadora de mi alma, irradiando energía en cada reacción, en cada interacción, en cada latido de mi ser.
Eras, en los albores de mi vida, la cadena de carbono que formó la base de mi existencia, enlazando con amor y paciencia los eslabones de mi desarrollo.
Como una molécula de agua en un río que fluye, tu presencia ha sido la hidratación que mantiene vivo mi espíritu, la fuente de hidrógeno y oxígeno que alimenta mi ser, en equilibrio perfecto, en unión inseparable. Sin ti, la vida sería solo un gas disperso en la nada, un vacío lleno de potencial sin realizar.
Eres, madre, la solución saturada de ternura, en la que disolví mis temores y dudas, formando una mezcla homogénea de confianza y seguridad. En esa disolución, tus palabras son enlaces de hidrógeno que unen mi ánimo fragmentado, fortaleciendo cada átomo de mi identidad con la fuerza de un enlace covalente. Tú, con tu amor, has sido la reacción exotérmica que libera energía en momentos de frío emocional, elevando mi espíritu con la calidez de tus gestos.
Recuerdo, en las épocas de mi infancia, cómo tus manos, como catalizadores biológicos, aceleraban las reacciones de mi crecimiento, facilitando la síntesis de valores y sueños. Como la enzima que cataliza la formación de enlaces peptídicos en proteínas, tú facilitaste la formación de mi carácter, enseñándome a transformar la materia prima de la infancia en la estructura sólida del adulto que soy hoy.
Tus palabras, madre, son como los rayos de luz que inducen la fotosíntesis del alma, permitiendo que la energía vital se transforme en amor y esperanza. Eres la fuente de energía potencial que impulsa cada reacción de mi vida, como un potencial de ion en una membrana, siempre dispuesta a liberar la fuerza de la vida en cada momento.
En los momentos de adversidad, cuando el pH de mi ánimo se volvía ácido por las dudas y el desaliento, tú eras la base fuerte, la solución alcalina que neutralizaba la acidez del miedo, restaurando mi equilibrio interno. Como un buffer en la sangre, tu presencia estabilizaba mi sistema emocional, manteniendo el pH en el rango de la esperanza y la alegría.
Eres, Madre, la estructura cristalina en la que se reflejan los valores más puros, la red de enlaces de hidrógeno que sostienen la estabilidad de mi mundo. Como un cristal de cuarzo, tu amor resuena en cada rincón de mi existencia, reflejando la luz de tu sacrificio y tu entrega.
Tu paciencia, madre, es como la reacción de equilibrio químico que, en la constancia de los días, mantiene la estabilidad del sistema familiar. Como un equilibrio dinámico, tú ajustas las concentraciones de afecto y disciplina, asegurando que la reacción de la convivencia sea siempre favorable, siempre positiva.
Eres la catalizadora de mis sueños, la sustancia activa que inicia las reacciones que transforman la materia prima de mis potencialidades en logros concretos. Como en la síntesis de amoníaco, tú has contribuido a la creación de un mundo de posibilidades, facilitando la formación de compuestos de amor y esperanza.
En la historia de mi vida, tú has sido la ley de conservación, la constante que asegura que la energía del amor no se destruya sino que se transforme, se transmita y se multiplique en cada acto de cuidado, en cada sacrificio silencioso. Como la ley de conservación de la masa, tu amor ha sido inmutable, solo cambiando de forma, siempre presente, siempre vivo en mi corazón.
Y en esta celebración, en este día especial, quiero rendirte homenaje con la poesía más pura de la química de nuestro vínculo. Porque tú, Madre, eres la fórmula perfecta, la ecuación que equilibra mi universo. Sin ti, la reacción de la vida sería incompleta, inestable, sin la energía vital que tú aportas.
Eres, en definitiva, la molécula de amor que nunca se descompone, la sustancia pura que atraviesa las reacciones del tiempo y la historia. Eres la resina de la historia familiar, la estructura cristalina que da forma y forma a nuestro linaje, el catalizador que acelera la reacción de la felicidad eterna.
Gracias, Madre, por ser la reacción espontánea que dio origen a mi existencia, por ser la energía que mantiene vivo mi ser, por ser la estructura estable en medio de un universo en constante cambio. Gracias por ser la química perfecta, la fórmula de amor que trasciende el tiempo y el espacio, la historia eterna de un corazón que late con gratitud.
En esta conmemoración, deseo que sientas en cada átomo de tu alma el reconocimiento, el amor y la admiración que mereces. Porque tú, Madre, eres la reacción más hermosa, la fórmula más sublime, la esencia misma de la vida, esa química infinita que une los corazones y trasciende las eras.
Y para cerrar con broche de oro, quiero recordarte las palabras que nos recuerda la Biblia, una guía eterna para honrar a esa madre que es el corazón del hogar:
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.” — Éxodo 20:12
Porque en esa honorabilidad, en ese reconocimiento de tu amor incondicional, reside la verdadera esencia de la gratitud que hoy te entrego.
Y como frase final, quiero dejarte estas palabras, que reflejan la profunda admiración y gratitud que siento hacia ti:
“La mujer que ama y cuida con ternura es la verdadera ciencia de la vida.”
Porque tú, Madre, eres esa ciencia, esa fuerza que ha creado en mí la reacción más hermosa y eterna: el amor que nunca se descompone.
“La mujer que ama y cuida con ternura es la verdadera alquimista de la vida, quien transforma lo cotidiano en eternidad y revela la magia en cada latido del corazón.”
¡¡ Felicidades mamá !!
Sábado 10 de mayo de 2025.
Culiacán Sinaloa