El problema de la paz.
En la raya.
* toca nuestra parte
por: Jose Luis Lopez Duarte
No faltará quien me diga que la paz no es ningún problema, que el auténtico desafío es la guerra. Sin embargo, planteo lo contrario porque hemos entrado en una verdadera guerra desde que Israel e Irán comenzaron a cruzar fuegos de artillería y el gobierno de Estados Unidos decidió intervenir mediante bombarderos en los supuestos nichos atómicos de Irán en Teherán. Encontrar la ruta hacia la paz, rompiendo el curso de esta guerra, se ha convertido en el dilema actual de la humanidad.
Por muy lejanos y distantes que puedan parecer estos conflictos, todos estamos obligados a reconocer que la guerra no debe ser nuestra opción: debe acabar, ya que el riesgo de que eso termine con nuestra civilización es demasiado alto, convirtiendo el planeta en un desierto inhóspito.
Las reacciones hasta hoy son palpables y están caracterizadas por efectos económicos inmediatos, como la escalada del precio del petróleo y las sacudidas en las bolsas de valores a nivel mundial. Lo más alarmante es la activación de los mecanismos militares de defensa y de ataque en muchos países, junto con el miedo, pánico y terror que se están propagando entre las personas, afectando nuestra psique colectiva.
Hace años, alguien acuñó una frase en relación con los arsenales nucleares acumulados por las grandes potencias: “Si estalla la tercera guerra mundial, la cuarta será a pedradas”. Esta afirmación revela el nivel de daño que se provocaría a todos los logros y bienes que la humanidad ha acumulado, además de la existencia misma. El riesgo al que estamos expuestos es inmenso y explica las tensiones presentes ante la insensatez de algunos gobernantes y poderosos que parecen jugar a la ruleta rusa con 8000 millones de seres humanos.
Parece que a estos líderes les importa más crear correlaciones económicas, políticas y militares para convertirse en los dominantes del mundo. Este es un craso error. Después de los fracasos del multilateralismo tras la caída del muro de Berlín y el fin de la bipolaridad, solo hay una solución razonable: la creación de bloques regionales semejantes a la Unión Europea. Este último ha sido hasta hoy el modelo ideal de convivencia, colaboración y equilibrio, logrando una diversidad productiva.
La Unión Europea es prácticamente la única región del mundo con fronteras casi libres, un parlamento europeo, una sola moneda y una legislación común que rige a las 32 naciones que la integran. Los países que más sufrieron en la Segunda Guerra Mundial han sido, precisamente los que han sabido construir la mejor coexistencia y desarrollar las sociedades más democráticas.
En el horizonte cercano, quizás para el próximo fin de semana, millones de personas se congregarán en ciudades de todo el mundo exigiendo un alto al conflicto y promoviendo la construcción de la paz. Será un golpe demoledor para aquellos poderosos que juegan al ajedrez de la muerte, como si tuvieran la opción de huir a otro planeta, ignorando las consecuencias de sus decisiones.
Aquí en Sinaloa, también habrá movilizaciones. Espero que nadie cuestione ni tenga temor, ya que estas manifestaciones son simplemente una cuestión de supervivencia. La vida y nuestro futuro están en juego, y solo hay una voz que debe resonar: ¡no a otra guerra! En este momento crítico, ni piedras quedan por lanzar. La humanidad debe unirse en su llamado a la paz, exigiendo diálogo, entendimiento y la resolución pacífica de los conflictos. La historia nos ha enseñado que en la unidad y la solidaridad reside nuestra mayor fortaleza. No permitamos que el eco de la guerra ahogue esa voz esencial por la paz.