Sinaloa, a un año del fin de la ‘pax narca’
La violencia no para en lo que es la tierra de dos de los jefes más importantes del narcotráfico. Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada. Compartieron el negocio y ahora están tras las rejas, pero la descomposición se profundiza.
Hace un año ya del secuestro y traslado de Ismael “El Mayo” Zambada a los Estados Unidos. Traicionado por su ahijado, Joaquín Guzmán López, fue entregado a las autoridades de Estados Unidos en Nuevo México.
Ese 25 de julio de 2024 es como la caída de un telón y el levantamiento de otro. Un espacio entre épocas. Es la jubilación, a la fuerza y sujeto a procedimientos legales, de quien mandó en el narcotráfico por más de tres décadas.
“El Mayo” Zambada supo construir y abonar a su historia, la de un capo mesurado y prudente, aunque detrás de esa narrativa se esconda la violencia y el crimen.
Para nada es que se tenga que buscar entre los grises, más bien se tiene que escarbar en medio de la oscuridad, para arrojar luz sobre una organización criminal despiadada.
Conviene recordar que las estructuras, ahora ya colapsadas, que el cártel de Sinaloa se forjó a golpe de guerras y ajustes de cuentas.
La que inició el verano pasado es acaso la más virulenta y definitiva, pero no es la única. Lo señala la experiencia, la sucesión de liderazgos y la acumulación de traiciones entre quienes controlan los mercados ilegales.
Pero en lo que sí es distinta, es en el componente político, el hecho explícito que desnudó complicidades o la percepción que ahora se tiene de ellas.
“El Mayo” Zambada afirmó, desde entonces, que acudió a una reunión en Huertos del Pedregal, en Culiacán, para mediar el conflicto que sostenían el gobernador Rubén Rocha y el diputado electo, Héctor Cuén, sobre el mando en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Inquietante argumento por lo que implica, aunque se conozca la profundidad de la densidad criminal en esos lares.
El saldo de aquella reunión consistió en el asesinato de Cuén y la desaparición de dos guardaespaldas que acompañaban al líder del cártel de Sinaloa.
Pero eso era solo el principio de una espiral que suma mil 600 homicidios y mil 800 desapariciones, además de desplazamientos forzados de población.
La pax narca que imperó en Sinaloa durante décadas, estalló por los aires cuando el propio “Mayo” Zambada ordenó la difusión de una carta en la que hizo explícita su situación y ello accionó a sus propios lugartenientes para buscar venganza en la figura de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Es probable que los involucrados en esta surte de thriller no tuvieran una idea precisa de lo que estaba por desatarse, pero también es dudosos que alguien conocedor de la situación no supiera que las cosas estaban por cambiar, porque desde la Casa Blanca hacían reclamos directos sobre el cártel de Sinaloa y su involucramiento en la producción y tráfico de fentanilo.
Un año y lo que falta.
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Con información de Forbes