En la raya.
* las fantasias de la 4T
por: Jose Luis Lopez Duarte
Era una vez, en un lugar llamado Sinaloa, donde los gobernantes de la Cuarta Transformación decidieron contar cuentos maravillosos para distraer a su gente de los problemas que, como sombras inquietantes, acechaban en cada rincón. Cada día, mientras la economía comenzaba a caminar por la delgada línea de la crisis, y la inseguridad se alzaba como un gigante hambriento, aquellos que prometieron un cambio se dedicaban a construir castillos en el aire.
Los ciudadanos, atrapados entre la realidad y la ilusión, escuchaban cuentos de un tren de pasajeros que cruzaría Sinaloa de norte a sur, trayendo consigo el turismo y beneficios para sus queridos pueblos mágicos. La presidenta del país llegó con palabras dulces como caramelos, anunciando la creación de esta maravilla que, según sus mentores, sería la respuesta a los males que atormentan a la sociedad sinaloense. Sin embargo, la magia de ese tren solo existía en la mente de aquellos que, desde sus cómodos escritorios, preferían hablar de fantasías en lugar de enfrentar la dura realidad.
El gobernador Rubén Rocha y su grupo de cómplices se lanzaron a la aventura de prometer lo que no podían cumplir. Hablaban de un tren que conectaría El Fuerte con Guadalajara y Puerto Vallarta, prometiendo la inauguración en 2026, como si el tiempo pudiera cambiar el destino de un sistema de salud desmoronado, una educación tambaleante y una inseguridad que no da tregua. No mostraron ni un solo plano, ni un solo proyecto concreto; solo palabras vacías que se iluminan en el aire como luciérnagas que pronto se extinguirán.
En su afán por mantener el relato, parecían olvidarse de la catástrofe social que apremia a la población. La gente, cansada de ser tratada como un público en un espectáculo, mira con frustración cómo estos personajes políticos siguen engañando, sosteniendo ilusiones que solo les benefician a ellos mismos. El circo de promesas vacías se ha vuelto un espectáculo habitual, donde las risas son amargas y la indignación crece.
Pero en medio de esta farsa, se insinúa una idea divertida: ¿por qué no contratar a los trenecitos de los juegos de feria para recibir a los turistas que bajen del tren del cuento? Sería una manera creativa de mezclar ficción con realidad, un guiño irónico ante el escenario que estamos viviendo. Tal vez así, al menos, habría algo de entretenimiento en medio de tanto desencanto.
La verdad es que, aunque el asunto se preste para la risa, Sinaloa no está para juegos. La gente clama por soluciones reales, no por cuentos chinos que adornan un gobierno que, en lugar de trabajar por el bienestar social, se dedica a tejer una telaraña de mentiras. Y mientras uno se despide del día a día, los políticos, en su mundo de fantasía, siguen tejiendo sueños que nunca se convertirán en realidad.
Es hora de que la ciudadanía despierte y exija más que ilusiones pasajeras en este relato que ya aburre. La transformación esperada se encuentra en la acción, no en las palabras; es tiempo de construir un futuro sin cuentos, pero con realidad.

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