En la raya
falta poco
por:Jose Luis Lopez Duarte
El primero de septiembre se convierte en una fecha crucial para el gobierno de la República, ya que la presidenta presentará su primer informe de labores. Sin embargo, lo que parece un motivo de celebración y orgullo nacional está envuelto en una cortina de humo y fanfarrias diseñadas para distraer a la ciudadanía de las realidades más crudas que enfrenta el país. En un afán desmedido por mantener el control y la aprobación popular, los gobiernos morenistas despliegan todo un arsenal de propaganda, como si fueran campanas de victoria repicando en la festividad de un país que, lamentablemente, sigue acumulando saldos negativos.
A través de esta estrategia mediática, el gobierno intenta convencer a la población de los grandes logros alcanzados, al tiempo que oculta las deficiencias que han marcado su gestión. La incorporación de 10 millones de personas a las becas “Rita Cetina” es un intento evidente de mantener a flote la imagen del bienestar. Con esta iniciativa, se busca sumar a millones de mujeres y niños a un sistema que ahora costará al erario federal una buena parte de su presupuesto: un billon 250 mil millones, representando el 14% del total. Aunque esta medida pueda interpretarse como un apoyo social significativo, es fundamental contextualizarlo: se trata también de una estrategia electoral, un intento de asegurar votos para las elecciones de 2027 bajo el argumento del bienestar, mientras la decepción por la falta de resultados palpables crece entre los ciudadanos.
Por otro lado, la militarización del país, con la suma de 600,000 soldados, añade una nueva dimensión a la narrativa del gobierno. Esta fuerza, que amalgama al Ejército, la Marina y la Guardia Nacional, ha expandido sus funciones más allá de la seguridad, adentrándose en roles administrativos y hasta en la creación de empresas gubernamentales. Así, el gobierno parece convencido de que el poder militar, sumado a una labiosa propaganda y a la distribución de recursos, es suficiente para mantener a la población en un estado de complacencia e ilusión.
No obstante, la historia ha cambiado. Las imágenes que representaban esperanza y cambio en 2018 han mutado en desconfianza, fracasos y violaciones a los derechos humanos. Las promesas incumplidas han calado hondo en la memoria colectiva y, aunque se sigan repartiendo apoyos económicos, el ánimo social se muestra cada vez más decepcionado. Es un hecho que la percepción de la población hacia Morena y la Cuarta Transformación se ha deteriorado.
Así, el primero de septiembre se presenta como un acto de fe más que como una verdadera rendición de cuentas. A pesar de los esfuerzos del gobierno por mantener el velo de la ilusión, es probable que los ciudadanos, más que sumarse a la fiesta, contengan un juicio severo sobre la gestión actual. Las campanas que intentan sonar a celebración podrían bien convertirse en un eco de descontento, revelando que, más allá de cualquier propaganda, la realidad siempre encuentra la manera de salir a la luz.

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