El cierre de la sequía, la enseñanza que deja a Sinaloa
La noticia de que Sinaloa ha dejado atrás la sequía tras más de tres años de afectaciones es, sin duda, un respiro colectivo. La lluvia llegó con fuerza y trajo consigo esperanza para agricultores, comunidades rurales y familias que vivieron en carne propia la angustia de los pozos secos y los campos agrietados. Sin embargo, sería un error interpretar esta recuperación parcial como un triunfo definitivo sobre el clima. El agua en las presas todavía no alcanza niveles óptimos, y los especialistas advierten que la estabilidad hídrica depende del comportamiento de los próximos meses. Octubre, noviembre y diciembre suelen marcar un descenso en las precipitaciones, y aunque los ciclones pueden aportar reservas adicionales, la gestión del recurso no puede confiarse a la fortuna de fenómenos extraordinarios.
La experiencia reciente debería servir de lección, tres años de sequía pusieron en evidencia la vulnerabilidad del modelo agrícola y de abastecimiento. La falta de infraestructura resiliente, la sobreexplotación de los mantos freáticos y la escasa inversión en tecnologías de riego eficiente agravaron el problema. Hoy que el agua regresa, se abre una oportunidad para replantear la relación de Sinaloa con su principal recurso natural. No basta celebrar que el ciclo otoño-invierno arranque con optimismo; es momento de diseñar políticas que aseguren disponibilidad futura, que prioricen la sustentabilidad por encima de la inercia productiva. La sequía recordó que el agua no es eterna. La lluvia, esta vez, ofrece una segunda oportunidad.
Con información de El Debate