La denuncia de la activista Heidy Mares expone una ciudad diseñada sin pensar en quienes se mueven distinto. El Sol de Sinaloa recorrió el mismo camino y confirmó: la ciudad sigue sin ser accesible

Dheyna Brito / El Sol de Sinaloa

Culiacán, Sin.- La activista Heidy Mares creyó haber encontrado un atajo. Caminaba con su hija, que usa silla de ruedas, por la zona del Fórum Culiacán. Venían desde Infonavit Humaya y decidieron atravesar hacia el malecón por el puente de Cuatro Ríos, un trayecto que parecía más amable. Pero el paseo terminó siendo una carrera de obstáculos: accesos bloqueados, escalones imposibles, barras metálicas y una indiferencia que dolía más que el cansancio.

“Había tres accesos y todos estaban tapados por estas barras que no son del Ayuntamiento, sino de Casa Ley, para que no se roben los carritos del súper”, recuerda.

En menos de medio kilómetro, Heidy y su hermana intentaron tres entradas distintas, cargando la silla, rodeando, desmontando piezas.

Pasaba la gente, pasaba la gente, y nadie se ofrecía a ayudar. La caseta de policía estaba vacía. Al final un muchacho que iba corriendo se detuvo y nos ayudó a cargar la silla por encima de las barras.”

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Un recorrido de cinco minutos se convierte en media hora de obstáculos para personas con discapacidad. / Foto: Cortesía | Heidy Mares

El relato de Heidy, más que una anécdota, es un retrato de la ciudad. Una madre pidiendo ayuda en plena vía pública para cruzar con su hija porque el espacio no está hecho para ellas.

“No es solo culpa del municipio”, dice. “También es de las empresas, de los locales que invaden las banquetas, de los automovilistas que se estacionan atravesados. Nos obligan a irnos por la calle, con el miedo constante de que nos arrolle un carro.

A partir de su testimonio, El Sol de Sinaloa recorrió el mismo trayecto que describió. Desde el paso peatonal frente a Fórum hasta la zona del malecón y el acceso a Plaza Ventura, constatamos que las barreras físicas siguen ahí: barras metálicas fijas frente a las entradas, escalones sin rampas, banquetas quebradas y tramos donde el peatón desaparece. No hay señalamientos, rampas universales ni alternativas seguras. La observación de Heidy no exagera: la ciudad excluye desde el diseño.

El camino, que podría tomar cinco minutos, se convierte en media hora de maniobras, vueltas y riesgo. Y aunque es una zona comercial y turística, las condiciones de accesibilidad son prácticamente nulas. La escena se repite en todo Culiacán: en mercados, parques, escuelas, hospitales.

Una deuda que empieza en casa

El problema no se limita al malecón. En Culiacán —y en buena parte de Sinaloa— la exclusión se extiende a la vivienda, al transporte y a los espacios privados. Según el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, en el estado viven 147 mil 958 personas con discapacidad, lo que representa el 4.9 % de la población. Sin embargo, la mayoría de los entornos siguen construyéndose como si todas las personas caminaran, vieran y se movieran igual.

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En Sinaloa, 147,958 personas con discapacidad enfrentan infraestructura urbana excluyente. / Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

En junio pasado, El Sol de Sinaloa publicó el reportaje “Personas con discapacidad en Culiacán enfrentan barreras para tener vivienda digna”, donde se documenta que incluso dentro de los hogares persisten los obstáculos. Las puertas son demasiado estrechas, los baños imposibles de maniobrar, los escalones inseguros. Tener una casa no siempre significa poder habitarla.

La accesibilidad no debería ser una excepción arquitectónica, sino una norma cotidiana. Sin embargo, los espacios públicos y privados de Culiacán siguen reproduciendo el mismo error: pensar la ciudad solo para quienes pueden moverse sin ayuda.

En su recorrido, Heidy menciona que el único lugar donde se siente segura es Plaza Sendero, al norte de la ciudad. “Tiene banquetas amplias, piso liso y es de una sola planta. Pero para llegar hay que cruzar un bulevar que parece autopista. No hay semáforos ni paso peatonal. Mucha gente corre para alcanzar el otro lado.” La frase parece literal y simbólica: en Culiacán, para cruzar hay que correr.

La ciudad parece avanzar, pero deja a muchos atrás. En los últimos años, los gobiernos estatales y municipales han anunciado obras de movilidad, pavimentación y remodelación de parques, pero la accesibilidad rara vez forma parte del diseño. Se colocan adoquines estéticos, pero no rampas; se instalan macetones, pero se estrechan las banquetas; se construyen escaleras, pero no elevadores.

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Cruzar hacia Plaza Sendero requiere atravesar bulevares sin semáforos ni pasos peatonales. / Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

Heidy lo dice con sencillez y cansancio: “La accesibilidad también es humana”. Su testimonio no es una queja aislada, sino una llamada de atención. Porque el problema no está solo en la infraestructura, sino en la indiferencia.

Mientras tanto, miles de familias como la suya planean cada salida como si fuera una expedición: estudiar las calles, prever los obstáculos, cargar herramientas o pedir ayuda a extraños. Lo que para la mayoría es un paseo, para ellas es un desafío.

Con información de El Sol de Sinaloa

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