BITÁCORA INQUIETA
Jesús Octavio Milán Gil 
Cuando la selva toma la palabra, las potencias se quedan sin discurso.
I. La mañana en que la Amazonía impuso la agenda
Belém en el tercer día amaneció con un mensaje que no necesitó micrófonos: el olor a madera quemada, las cenizas que viajaban desde los incendios del sur de la Amazonía y un cielo rojo que parecía un recordatorio de que la COP30 ya no pertenece a los gobiernos, sino a la selva que agoniza.
El tercer día comenzó con la presión más fuerte hasta ahora:
los países amazónicos —Brasil, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador y Surinam— llegaron unidos, presentando un bloque inédito para exigir que el mundo deje de financiar la destrucción del bosque tropical más grande del planeta.
La sala principal quedó en silencio cuando Marina Silva, ministra brasileña, lanzó la frase que marcó la jornada:
“Si la Amazonía cae, no habrá Acuerdo de París que nos salve.”
II. Las cifras que sacudieron la sala
El Panel Científico Amazónico presentó datos que hicieron temblar a más de un negociador:
18 % de la Amazonía ya está destruida (umbral científico del colapso: 20-25 %).
Más de 22 millones de personas dependen directamente de su equilibrio ecológico.
La región emite ya más CO₂ del que absorbe en algunas zonas: el bosque se está volviendo una fuente y no un sumidero.
Si la Amazonía colapsa, el aumento global podría acercarse a 2.8 °C, incluso si el resto del mundo cumple sus metas actuales.
El informe fue descrito por varios delegados como “la alerta más grave desde París 2015”.
III. México en un rincón incómodo
México llegó al tercer día arrastrando críticas por la incongruencia de su política climática:
por un lado, presume programas de reforestación y economía social; por el otro, continúa impulsando proyectos fósiles y retrasando la transición energética.
En el plenary 3, una representante de la sociedad civil mexicana lanzó la pregunta que se volvió tendencia:
“¿Cómo puede México hablar del futuro si sigue construyendo su presente con petróleo?”
Las delegaciones de la UE y de Canadá pidieron “alineación real” con el Acuerdo de París.
México respondió defendiendo su soberanía energética, pero la tensión quedó sembrada.
IV. La protesta del día: la marea verde amazónica
Miles de indígenas, jóvenes, pescadores, mujeres ribereñas y defensores del agua rodearon la Arena da Amazônia con una sola consigna:
“Sem Amazônia, sem futuro.”
Las imágenes dieron la vuelta al mundo:
rostros pintados, cuerpos cubiertos de arcilla roja, pancartas en portugués, español e inglés.
Fue la protesta más grande desde que comenzó la COP30.
Un líder kukama dijo una frase que atravesó la jornada:
“No defendemos la Amazonía: somos la Amazonía.”
V. “Sem Amazônia, sem futuro”
No es sólo una frase; es un diagnóstico y, al mismo tiempo, una advertencia que atraviesa fronteras y conciencias. Significa que el destino de la humanidad está unido, de manera irreversible, al destino de la Amazonía. Que cada árbol que cae, cada río que se contamina y cada comunidad que es desplazada no son episodios aislados, sino grietas en el propio calendario de nuestro porvenir.
La frase nos recuerda que la Amazonía no es un territorio lejano ni un paisaje exótico; es una gigantesca fábrica de agua, de oxígeno y de estabilidad climática que sostiene la vida en el planeta. Por eso, cuando se dice “sin Amazonía no hay futuro”, se está afirmando que el futuro no se negocia en cumbres políticas ni en promesas diplomáticas: se juega en la protección concreta de este ecosistema que regula lluvias en América Latina, captura millones de toneladas de carbono y da hogar a miles de pueblos originarios cuya sabiduría es también un patrimonio de la humanidad.
Es, en síntesis, una forma contundente de recordarnos que nuestra supervivencia depende de la selva que muchos todavía ven como un simple recurso. La frase es un espejo: muestra que cuidar la Amazonía no es un acto de buena voluntad, sino la condición mínima para que exista mañana.
Porque sin Amazonía, lo que desaparece no es solo un bosque.
Desaparece la posibilidad de seguir llamándole futuro al mundo que habitamos hoy.
VI. Los choques geopolíticos: EE.UU. ausente, China calculadora, Europa presionando
La ausencia estratégica de EE.UU. volvió a marcar las negociaciones.
China aprovechó el vacío para impulsar su narrativa de transición “ordenada y soberana”, sin comprometer recortes más rápidos.
Europa, con la presión de su meta 2040 (-90 % emisiones), se mostró más dura que nunca:
exigió un fin global al carbón en 2030 y una eliminación progresiva del petróleo y gas para 2040.
Arabia Saudita y Emiratos frenaron las discusiones, defendiendo la “diversificación gradual” y el derecho a explotar sus reservas.
El choque es frontal:
la ciencia pide 2030; las potencias petroleras ofrecen 2050; la física no negocia.
VII. El gran anuncio: un Fondo para la Amazonía… sin dinero suficiente
Brasil presentó su propuesta estrella:
Fondo Amazonía 2.0
– objetivo: 10 mil millones de dólares anuales
– financiamiento: países industrializados + empresas de alto impacto ambiental
– destino: detener la deforestación, fortalecer a pueblos indígenas y restaurar 12 millones de hectáreas
El problema:
la promesa inicial apenas alcanzó 1 700 millones, la mayoría condicionada.
Marina Silva lo dijo con claridad:
“Con promesas no se apaga un incendio.”
VIII. La tarde en que el reloj volvió a sonar
A las cinco de la tarde, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) presentó una actualización oscura:
El mundo podría cruzar 1.5 °C antes de 2032.
Los actuales compromisos nacionales nos llevan a 2.5 °C.
Las pérdidas económicas por clima extremo superarán los 4 billones de dólares anuales para 2050.
Más de 3 000 millones de personas viven ya en zonas altamente vulnerables.
Un científico dijo:
“No estamos cerca del precipicio. Estamos corriendo hacia él.”
IX. La noche que Belém no durmió
El tercer día terminó con negociaciones de madrugada.
Las delegaciones de la UE, Brasil y Colombia intentan cerrar un borrador para obligar a los países a presentar NDC 3.0 más ambiciosas antes de mayo de 2026.
México y Argentina están siendo presionados para elevar metas de mitigación y acelerar la transición eléctrica.
En las calles, las protestas continuaron hasta la medianoche.
En el río Guamá, se encendieron miles de velas flotantes con un mensaje simple y profundo:
“Salvar la Amazonía es salvarnos.”
X. Lo que deja el Tercer Día
La agenda ya está marcada:
la COP30 no será recordada por sus discursos, sino por la pregunta que hoy domina cada pasillo:
¿Se atreverá el mundo a salvar la Amazonía antes de que la Amazonía deje de salvar al mundo?
La tensión crece, las cifras aprietan y la selva —esa patria verde que respira por todos— está hablando más fuerte que los jefes de Estado.
A partir de hoy, la COP30 dejó de ser una cumbre:
es un ultimátum ecológico.
El saber no descansa, la lectura provoca y el pensamiento sigue. Nos vemos mañana en la siguiente columna.

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