DOBLE IMPUNIDAD EN LA VIOLENCIA
EN LA GRILLA
DOBLE IMPUNIDAD EN LA VIOLENCIA; SIGUEN LOS ASESINATOS, PERO BAJAN LAS ESTADÍSTICAS; NADIE ALZA LA VOZ PARA EXIGIR CAMBIOS
FRANCISCO CHIQUETE
¿Provocará algo el asesinato de dos sacerdotes jesuitas ocurrido en Chihuahua? Seguramente no. No de fondo, al menos. Es posible que el caso llegue a esclarecerse o a resolverse, pero no se avanzará más allá frente a la inseguridad, porque estamos atrapados en un doble juego de impunidades.
El Chueco, como se conoce al presunto asesino, lleva diez años matando gente en la sierra tarahumara y no le ha pasado nada. No le ocurrió ni cuando asesinó a un turista norteamericano por el que se hizo un gran escándalo. El propio presidente admitió desde los primeros momentos que esa zona del país está muy penetrada por el crimen organizado, que pasan ahí cosas gravísimas que nadie ha sido capaz de resolver.
Pasa por supuesto que hay impunidad para esa penetración, para ese y para todos los criminales de su tipo, que no hay una persecución a fondo y que a nadie le importa impartir justicia. Las autoridades están muy ocupadas en armar sus estadísticas y sobre todo en interpretarlas tan favorablemente, que aún cuando mayo fue el me más violento del sexenio (en lo que va) les sirvió para demostrar que el índice de asesinatos ha bajado “aunque sea un poquito” como dijo el presidente en su mañanera.
Esas cosas las entendía uno de los tecnócratas, que destinaron sus oportunidades al frente del gobierno a resolver los problemas nacionales… en las hojas de sus programas digitales, forzando porcentajes y desviando premisas contables para que las cosas aparecieran mucho mejor de lo que en realidad estaban. Pero que lo haga también (pero no tan bien) un gobierno que se precia de humanista, que accedió al poder aseverando que haría todo de manera distinta a sus antecesores, es francamente desesperanzador.
Pero si es lamentable que el gobierno permita la impunidad de los delincuentes, también es muy grave que la sociedad permita la impunidad de los gobernantes que están fallando. En la mesa de análisis de Altavoz surgió la pregunta de ¿pasará algo después de estos crímenes, considerando la fuerza de la iglesia? Creemos que no, porque a la autoridad no hay nada que la motive a revisar su actuación. Por más graves que estén las cosas, la sociedad sigue sin reaccionar y las encuestas muestran una gran popularidad del presidente y de su partido. ¿Por qué habrían ellos de cambiar su conducta si las fallas les están siendo premiadas?
Hoy vemos que ni los organismos privados ni las organizaciones de la sociedad civil levantan la voz para exigir una respuesta, un cambio de actitud. ¿Es miedo ante la fuerza desmedida de este régimen o es resignación ante una conducta que se resume en el “abrazos, no balazos” y en el consabido “voy derecho y no me quito”?
En septiembre de 2014 el gobierno de Enrique Peña Nieto se dio cuenta de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y no intervino porque creyó que el asunto se revertiría en contra del PRD y de la izquierda, pues suyos eran los gobiernos locales responsables de la investigación. A pesar de todas las evidencias, las familias y los activistas lograron voltear la tortilla y al final fueron Peña y su gobierno los que cargaron con las culpas.
Hoy el presidente está viendo los toros desde la barrera. La investigación de los asesinatos a los jesuitas sigue a cargo de la fiscalía local de Chihuahua, con todas las limitaciones del mundo, y el gobierno federal se limita a ofrecer ayuda en abstracto y a mandar a 250 elementos de la Guardia Nacional, que debió estar presente desde hace mucho tiempo, porque ya el gobierno sabía de la vieja penetración del crimen organizado en la zona.
Por supuesto que un fracaso en la investigación sería en desdoro de la imagen del gobierno estatal de Chihuahua, pero también debería serlo para el gobierno federal. En su condena, el Papa Francisco habló de ¡cuántos crímenes en México! No en el estado norteño donde asesinaron a los jesuitas, pero el gobierno se sabe impune y no le importa dejar que se estire la liga porque lo protege la popularidad presidencial, por más que de acuerdo con Mitofsky, un 69.9 por ciento de los mexicanos estima que el gobierno se debe enfrentar a la delincuencia organizada aún cuando eso provoque que haya muertos.
En esta falta de respuesta de la sociedad está incluida la oposición partidista. Ninguno de los partidos tradicionales ha elevado la voz para decir algo, para exigir o para denunciar algo. Tal vez piensen que la existencia de casos tan graves como estos afecta al gobierno, pero por principio están faltando a su obligación de vigilar y señalar las malas actuaciones.
Es verdaderamente vergonzoso que la única expresión de exigencia de cambio o por lo menos de un análisis sobre las políticas de seguridad, haya venido de Morena, incluso tratándose de una actitud interesada de un cuadro desplazado de la competencia interna de ese partido.
Ricardo Monreal, en efecto, hizo un llamado a que las fuerzas representadas en el Senado de la República analizaran la situación y vieran la posibilidad de establecer propuestas en materia de seguridad. Cauto, tratando de no excederse en las molestias al presidente, alzo la voz y fijó una posición digna. El problema es que nadie lo peló, ni los senadores morenistas que no están dispuestos al suicidio político, ni los de oposición, que se supone están ahí para cachar las oportunidades. Pudo más la idea de que le iban a hacer el caldo gordo a un aspirante a corcholata, lo que quizás es cierto, pero al final dejaron desguarnecida a la nación entera.
UNA SOCIEDAD BAJO SICOSIS
Recientemente las redes sociales fueron inundadas con el video de un “levantón” en plena avenida del Mar. Un joven es subido a la fuerza en un auto sin placas que arranca sin que alguien se atreva a intervenir más allá de la grabación que por supuesto fue anónima. Después, por supuesto, todo mundo condenó y exigió justicia.
Al final se aclaró que fue un levantón pero “de los buenos”, practicado por un grupo de recuperación de adictos, de esos que llaman “anexos” y cuyas prácticas no son ni científicas ni recomendables ni reconocidas y que en muchos momentos recurren a la violencia para controlar a la persona, sobre todo durante el periodo más duro del síndrome de la abstinencia.
Pero la sociedad se quedó con la primera impresión y todavía se sigue hablando del “levantado” de la Avenida del Mar. Y es que son muchos los casos de desapariciones forzadas que las autoridades reciben como hechos fatales, a los que no se da seguimiento más allá de emitir la alerta amber o alba o como la quieran denominar.
El alcalde Luis Guillermo Benítez Torres dijo que tocaría todas las puertas para conseguir la solución del caso más reciente, pero hasta el momento no parece haber recibido respuesta, o ha estado muy ocupado en la preparación de su enésimo viaje, esta vez a Miami, que por cierto no le impide seguir preparando el de España, que a su vez puede realizarse sin menoscabo de los que se están planeando para cerrar el año “con fuerza” en la “promoción de Mazatlán”. Total, cada quien anda en lo que le importa, que nunca es aquello que está demandando la sociedad.
PREGUNTA FINAL
Si llegan a atrapar al asesino de los jesuitas ¿a cuántos abrazos lo irán a sentenciar?