¿México abre el camino a un nuevo modelo de desarrollo para el mundo?
La incómoda verdad a la que se enfrentan los líderes y expertos en estos tiempos excepcionales es que las teorías y los enfoques que nos han enseñado en la escuela y en las universidades se han vuelto inadecuados para abordar los desafíos de nuestra época. Las formas establecidas de hacer las cosas, desde los procesos de fabricación y la agricultura hasta la construcción y planificación de nuestros pueblos y ciudades, han dado lugar a un mundo que no es apto para las generaciones futuras. La confianza en nuestros gobiernos e instituciones financieras está en su punto más bajo y nos encontramos divididos geopolítica, racial y socialmente. Nuestro medio ambiente está ahogándose con el plástico y la contaminación, mientras asistimos a la degradación de nuestros bosques, océanos, ríos y suelos.
La globalización no ha cumplido sus promesas de paz y prosperidad para todos. Aunque mil millones de personas han salido de la pobreza absoluta (pasaron de vivir con menos de un dólar por día a poco más de un dólar diario), la pobreza continúa afectando la vida de miles de millones de personas en todo el mundo, tanto en países de ingresos altos como bajos, y la desigualdad y la injusticia social han alcanzado máximos históricos. Ahora mismo, la inflación está profundizando aún más la desigualdad: mientras los precios de los bienes aumentan, un trabajador promedio debe elegir entre tener calefacción o comprar alimentos.
Podría decirse que, desde la Segunda Guerra Mundial, hemos hecho mal tres cosas que nos llevaron al lugar donde nos encontramos hoy: primero, hemos permitido que nuestros políticos pusieran a las corporaciones y las finanzas en el centro de su atención porque su éxito, nos dijeron, significaba el éxito de la sociedad en general. En segundo lugar, creamos una economía lineal en la que todo el material que producimos se tira o se incinera. En tercer lugar, explotamos el medio ambiente con prácticas agrícolas modernas que benefician a los inversores a gran escala a expensas de la salud del suelo, la biodiversidad y los agricultores comunes. Las prácticas mineras extractivas han contaminado pueblos y ríos y han destruido bosques y ecosistemas.
Al centrarse en el éxito de las finanzas y las corporaciones por encima de todo, nuestros políticos han creado un campo de juego extremadamente desigual. Los ciudadanos comunes, los agricultores y los inversionistas se encuentran compitiendo con los administradores de fondos en Hong Kong, Londres y Nueva York, y con los enormes bolsillos de las grandes multinacionales en todos los mercados lucrativos: alimentos y bebidas, ropa y calzado, textiles y otros bienes de consumo rápido, dejando migajas a los dueños de negocios comunes mientras los graduados de maestrías en administración de negocios se afanan por hacer crecer el próximo unicornio. Tomemos por ejemplo los tomates: un gran inversionista que haga doble clic rumbo al negocio de los tomates buscará comprar el terreno más grande posible y maximizar su rendimiento con productos químicos diseñados para matar todo lo que crece en la tierra —excepto los tomates— para vender tomates envueltos en plástico a supermercados de todo el mundo. Esto hace que el negocio del tomate sea inviable para la mayoría de los agricultores, excepto para los pocos que apuntan a un nicho pequeño pero creciente de productos orgánicos y ecológicos.
Se puede contar una historia similar de arrebato de mercados lucrativos a la gente común (micro, pequeñas y medianas empresas independientes) para todos los productos que consumimos. Lo más probable es que un administrador de fondos que busca ingresar al mercado de la ropa y el calzado (así como los inversionistas ordinarios) fabrique en países con mano de obra barata y protección ambiental laxa, lo que deja pequeños nichos de mercado artesanal para pequeños productores independientes, como el puñado de fabricantes que quedan en las Tierras Altas de Escocia y en Nepal.
Esto crea oportunidades para los emprendedores globales, pero estas supuestas historias de éxito son escasas y distantes entre sí en comparación con los miles de millones de personas que no pueden producir o cultivar nada de manera rentable en sus regiones y para sus regiones.
Estamos en medio de un gran reinicio para transformar nuestras ciudades y todos los sectores de nuestra economía en plantas de producción y cadenas de valor con bajas emisiones de carbono, cero residuos y respetuosas con el medio ambiente, con un enfoque en NetZero (cero emisión de gases de efecto invernadero). Sin embargo, el peligro es que la respuesta esté orientada por la misma agenda política que creó el problema en primer lugar: el desarrollo impulsado por las exportaciones que permite que las grandes corporaciones multinacionales dominen todos los mercados, dejando pocas oportunidades comerciales para miles de millones de personas en todo el mundo y empujando aún más a los agricultores a la deuda, la pobreza y la bancarrota. Y, eventualmente, a abandonar sus tierras y mudarse a ciudades que carecen de oportunidades y/o de servicios públicos.
En cambio, necesitamos repensar nuestro modelo de desarrollo. Afortunadamente, una solución emergente está ligada a la esencia del desarrollo regional, que parece ser popular hoy en día: desarrollar economías regionales inclusivas, ecológicas y circulares. El comercio internacional y la interconexión mundial pueden surgir de un enfoque regional y no al revés. Tomemos como ejemplo el sector de alimentos y bebidas.
Los pequeños empresarios están desarrollando aplicaciones y plataformas que conectan a los agricultores independientes comunes con los mercados urbanos. Afortunadamente (para el planeta), los mercados más rentables para los pequeños agricultores son los orgánicos y los regionales. Esto se debe a que en estos pequeños pero crecientes nichos de mercado los consumidores eligen productos regionales orgánicos, sin plástico, en lugar de productos agrícolas globalizados. Los precios siguen siendo altos, lo que hace que estos mercados sean atractivos para los agricultores, pero los precios y los costos se reducirán a medida que se expanda el mercado. Sin embargo, esto no puede suceder sin dos elementos: la demanda de los consumidores y el apoyo del gobierno.
Los gobiernos han apoyado la agricultura de monocultivos a gran escala desde mediados del siglo XX. Hoy deben cambiar su atención a la agricultura regenerativa y el renacimiento de los agricultores orgánicos y ecológicos a pequeña escala. Las tecnologías para esta transición son accesibles en las economías colaborativas y conducen a mayores rendimientos si se gestionan bien. La transición, sin embargo, es arriesgada y requiere tiempo. Aquí es exactamente donde la política industrial puede ayudar a los agricultores a aprender qué funciona en qué lugar y a acceder a nichos de mercado orgánicos regionales en crecimiento.
Mientras los gobiernos de la mayoría de los países están enfocando su atención en la energía y la movilidad ecológicas orientadas hacia la emisión cero de carbono, México está adoptando un enfoque diferente.
El gobierno mexicano, encabezado por su primer presidente progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), está transformando la agricultura y los mercados en la península de Yucatán a través de su programa Sembrando Vida y el proyecto del Tren Maya, el icónico tren que conecta 19 paradas alrededor de la península con el transporte de pasajeros (turistas y precios locales subvencionados) y de mercancías.
Sembrando Vida invita a los pequeños agricultores (con unas dos hectáreas y media de tierra, aproximadamente) a unirse al programa y ofrece a cada agricultor el equivalente a unos 250 dólares mensuales de ingreso básico, desarrollo de capacidades y apoyo técnico para la transición a la agricultura regenerativa, orgánica y ecológica. Este plan incluye uno de los programas de reforestación más grandes y ambiciosos del mundo, que se propone sembrar alrededor de 500 millones de árboles y se enfoca en los agricultores que plantan árboles frutales a corto y mediano plazo, y cedro y caoba de alto valor para la rentabilidad a largo plazo.
Sembrando Vida ofrece a los agricultores independientes y a los fabricantes de alimentos y bebidas una marca compartida que pueden aprovechar para hacer crecer los mercados regionales, ecológicos y orgánicos en la península. El Tren Maya facilitará la distribución de esta producción agrícola en la región, al tiempo que permitirá que los trabajadores migrantes de los principales centros turísticos visiten con mayor frecuencia a sus familiares en otros lugares de la península (un territorio del tamaño del Reino Unido). Con suerte, los turistas elegirán comprar productos orgánicos locales en lugar de alimentos y bebidas importados como lo hacen en Cancún.
La perspectiva del presidente para un gran reinicio, lo que él llama la Cuarta Transformación, es extremadamente popular entre los votantes. El 10 de abril, más del 90 % de los votantes que participaron de una consulta popular confirmaron su aprobación para que AMLO complete su mandato presidencial (que finaliza en 2024), y recientemente cuatro de los cinco estados de Yucatán votaron por el partido de AMLO en las elecciones regionales, lo que cimentó aún más su popularidad.
Pregunte a las personas que votaron por AMLO por qué quieren que permanezca en el poder y los mexicanos de a pie enumerarán una serie de políticas, todas dirigidas a aumentar la autosuficiencia nacional y apoyar a los ciudadanos comunes: su puesta en marcha del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y el despliegue del ejército para que se construya a tiempo y dentro del presupuesto, el plan de pensión universal, el aumento del salario mínimo, la construcción de la Refinería Dos Bocas para reducir la dependencia de las importaciones de petróleo mexicano refinado y, por supuesto, Sembrando Vida y el icónico Tren Maya en la península de Yucatán; todo esto sin recurrir al FMI o al Banco Mundial en busca de préstamos.
Hay opiniones contrastantes sobre el desarrollo del Tren Maya, incluyendo preocupaciones muy legítimas de los pueblos indígenas. Sin embargo, el gobierno insiste en que el proyecto traerá un tipo de desarrollo diferente a la región, uno que sea inclusivo, socialmente justo y ambientalmente sostenible, respetuoso de la cultura y el patrimonio maya, preservando y regenerando el vasto y hermoso entorno natural. De todos modos, algunos sectores de la sociedad civil son críticos con el Tren Maya y algunos líderes de la comunidad maya están profundamente preocupados de que el tren perpetúe la forma habitual de hacer negocios (esparciendo el modelo de desarrollo de Cancún al resto de la península).
Sin embargo, la gran mayoría de los ciudadanos comunes, incluidos los indígenas mayas, dicen que apoyan el proyecto porque permitirá que los trabajadores migrantes visiten con mayor frecuencia a sus familiares en otros lugares de la Península, aumentará la demanda de sus pequeñas empresas (gracias a un aumento proyectado en el turismo ) y facilitará el transporte de su producción y sus productos alrededor de la península.
Entre los críticos que más han alzado la voz se encuentra una campaña liderada por grupos ambientalistas y artistas bajo el lema #selvamedeltren, que afirma que el tren amenaza con destruir todo el sistema de cenotes y cuevas al atravesar el cauce de los ríos subterráneos que fluyen hacia la costa en el tramo entre Cancún y Tulum. Aún así, esta perspectiva apocalíptica no es ampliamente compartida por los científicos ambientales y ha sido cuestionada por miembros de ejidos (tierras comunitarias) que se benefician de que los turistas visiten los cenotes en el territorio por donde pasará el tren.
Al momento de redactar este artículo, un Estudio de Impacto Ambiental para este controvertido tramo del tren —el Tramo 5 Sur—, fue publicado por el Fondo Nacional de Turismo (FONATUR), que dirige el proyecto del Tren Maya, y ha estado bajo consulta pública entre el 23 de mayo y 17 de junio. El 8 de junio se llevó a cabo una reunión pública sobre el Estudio de Impacto Ambiental donde se escucharon diversas voces.
Una preocupación más legítima es que el modelo de inversión y desarrollo de Cancún y la expansión urbana mal administrada asociada se extiendan por la península, permitiendo que los grandes intereses corporativos y financieros multinacionales extraigan una parte desproporcionada del valor generado por el turismo mientras causan contaminación, degradación ambiental y segregación social como lo ha hecho en Cancún. Tulum es un ejemplo de ello.
Desde 2008, la especulación inmobiliaria ha puesto en peligro las áreas naturales y protegidas. A pesar de los programas de desarrollo urbano a gran escala, una gran parte de los desarrollos turísticos no se ajustan a las leyes de planificación municipal y muy pocos cuentan con planes de evaluación ambiental. Más preocupante aún es que el voraz desarrollo hotelero en la región trae enormes problemas de escasez de agua para los residentes de Tulum mientras sobrecarga la infraestructura urbana, que no puede hacer frente a la cantidad de desechos sólidos y aguas residuales sin tratar que se producen y contaminan el medio ambiente.
Estos problemas solo empeorarán si el Tren Maya atrae a más turistas a Tulum sin una planificación cuidadosa y una inversión socialmente responsable. El riesgo es que estos problemas afecten a muchos más pueblos y aldeas de la península después de que se construya el tren. Municipios como Tulum deben aprovechar la oportunidad del tren para capitalizar el inminente crecimiento de sus economías locales de una manera que resuelva sus desafíos (como el acceso al agua y los servicios básicos) y esté a la altura de su potencial como lugares hermosos para vivir, trabajar y visitar.
El presidente y su gobierno prometen que el Tren Maya desatará una nueva era de desarrollo inclusivo y sustentable en la Península. Pero si este gobierno quiere cumplir esa promesa, debe permitir que los gobiernos municipales y las partes locales interesadas desarrollen sus propios planes para enfrentar los desafíos de la expansión urbana de acuerdo con sus propios valores y aspiraciones, en consonancia con una visión nacional compartida de inclusión y desarrollo sostenible.
La buena noticia para los residentes y sus gobiernos municipales es que por primera vez en sus vidas tienen un gobierno progresista que pretende transformar y remodelar radicalmente el futuro de México a través de lo que el presidente llama Cuarta Transformación.
A medida que el mundo se enfoca en el cambio climático y el camino hacia la emisión cero de carbono, prestando menos atención al desarrollo de sistemas alimentarios más resilientes y regenerativos, México parece haber desarrollado su propio enfoque innovador, centrado principalmente en la seguridad alimentaria y la agricultura regenerativa a través de su programa Sembrando Vida. El programa es ambicioso y tiene un presupuesto equivalente 1.200 millones de dólares por año, nuevamente sin la necesidad de pedir limosnas al FMI o al Banco Mundial.
Sembrando Vida es probablemente lo que todo el mundo necesita: apoyo para que los agricultores comunes hagan la transición a la agricultura regenerativa y la sustitución de importaciones de alimentos y bebidas con productos orgánicos generados localmente para crear seguridad alimentaria en un mercado global cada vez más frágil que beneficia a unos pocos y obliga a los agricultores a abandonar sus tierras.
El enfoque innovador de México es contagioso. México se ha comprometido a apoyar y financiar parcialmente la expansión de este programa a países vecinos como Guatemala. Es un momento emocionante para América Latina, con México y su presidencia jugando un rol de liderazgo.
Sin duda, este modelo de desarrollo alternativo está plagado de desafíos. Existe un gran riesgo de que los gobiernos locales adopten o persigan un enfoque de negocios a corto plazo para el capital internacional, permitiendo inversiones en proyectos de extracción a gran escala como los megahoteles en Cancún y el sitio de Vulcan Materials Company (conocido como Calica) cerca de Tulum, que continúa devastando el bosque para producir material de construcción de carreteras en Texas.
El gobierno federal mexicano y sus agencias FONATUR, SEMARNAT, SEDATU, SEDANA (ingenieros del ejército) y BIENESTAR (secretaría de Bienestar) están decididos a hacerlo realidad. Tal vez sea hora de que la oposición de larga data al Estado mexicano se comprometa en lugar de atacar la Cuarta Transformación.
Más gente en organizaciones de todo el mundo está aprendiendo a alinear los modelos y prácticas comerciales con las necesidades de las personas y el medio ambiente. Lo que se necesita es un entorno regulatorio propicio y políticas gubernamentales para hacer la transición a un tipo claramente diferente de economía que pone a las personas y al medio ambiente en primer lugar. La intención del gobierno mexicano y sus numerosas agencias es precisamente eso.
Ha surgido una nueva era de gobernabilidad en México. El camino por recorrer está lleno de desafíos y requiere que todos los sectores de la sociedad mexicana se involucren con un gobierno bien intencionado y un presidente muy popular. Este es un sitio de interés para personas de todo el mundo que están profundamente preocupadas por el futuro de nuestro planeta; qué notable que la transición hacia un desarrollo regional inclusivo y ecológico no esté siendo liderada por los países desarrollados de occidente sino por un país en vías de desarrollo que hasta hace poco tiempo era considerado una causa perdida. ¡Todos los ojos puestos en México, que lidera el camino hacia el gran reinicio!
Reconocimientos: Mi sincero agradecimiento a mis colaboradores de investigación, Etienne Von Bertrab, profesor en la University College de Londres (UCL) y Juliano Cavalli, estudiante de doctorado en la UCL, por co-crear nuestro entendimiento sobre México y el Tren Maya; a nuestros socios de investigación en México; a innumerables informantes en nuestra visita de investigación; y a entrevistas clave con altos funcionarios de agencias gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y organizaciones comunitarias y sus líderes. Las ideas y las deficiencias que pueda tener este artículo son enteramente del autor.
Sobre el Autor: El Dr. Naji Makarem es profesor asociado de Economía Política del Desarrollo y codirector de la Maestría en Desarrollo Económico Urbano de la UCL. También es cofundador y socio gerente de UrbanEmerge, una consultoría de desarrollo inclusivo y sostenible dedicada al desarrollo regional inclusivo, ecológico y circular.
Con información de Milenio