Joe Biden llegó a la presidencia de Estados Unidos durante la polarización política más grande, desde alguna guerra mundial. Ha contado con el apoyo total por parte del popular expresidente Barack Obama, así como de todos los grupos dentro del partido demócrata. Aunque la pandemia había trastornado los mercados, el golpeteo del partido republicano insistía. Biden, en su primer año, se veía poco a poco fortaleciéndose y ganándose a muchos votantes que le habían dado la espalda.

Infructuosa

Sin embargo, el 2022 ha sido un torbellino, un contendiente que en box lo tendría en las cuerdas.Hoy el presidente estadounidense luce desentonado, cansado, débil, con nulo control político y económico. Biden sufre la inflación más grande en su país, de la historia moderna. Las encuestas de popularidad se han desfondado para el presidente de Estados Unidos. Según un sondeo del Centro de Estudios Políticos de la Universidad de Harvard, siete de cada 10 estadounidenses no quieren que Joe Biden intente renovar su mandato. El jefe de las fuerzas armadas estadounidenses, de 79 años, solo recibiría un apoyo del 30% entre los demócratas en las primarias de su propio partido.Políticamente está “frito”. Ante esta difícil la situación, el equipo de Biden ha decidido emprender una nueva estrategia de posicionamiento, justo en lo que él es experto: las relaciones exteriores. El martes 12 de julio recibió a su homólogo políticamente más distante y con quien nunca ha logrado hacer ese “clic” que tanto busca. Se trata del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien encuentra a Biden en esta situación francamente vulnerable. Fue el segundo encuentro presencial en ocho meses, la tensión podía cortarse con un cuchillo; las sonrisas lucían forzadas y la poca empatía era manifiesta. López Obrador fue tajante: “A pesar de nuestras diferencias y de agravios que no resultan fáciles de olvidar con el tiempo, ni con buenos deseos, en muchas ocasiones hemos podido coincidir y trabajar como buenos amigos y aliados”. Apeló a que se realice un programa atrevido para legalizar a miles de inmigrantes que trabajan arduamente en el país vecino. Biden pidió paciencia. “Crearemos más fuentes de trabajo”, sería el resumen de todo el mensaje para su homólogo mexicano. Apeló a mantener una amistad sólida -que no ha existido entre los mandatarios-. Las reuniones bilaterales que sólo buscan la fotografía -como la ocurrida en la Casa Blanca-, suelen ser infructuosas. Buenos deseos, un buen café y bonitos discursos, que finalmente no tienen un “cierre” importante. No hay resultados concretos para los problemas eternos entre ambas naciones.En la esfera local, los presidentes suelen criticarse duramente. Biden ha dicho en repetida ocasiones que México no ha hecho el suficiente esfuerzo para erradicar la inmigración. AMLO dijo apenas hace unos días que la libertad de expresión en Estados Unidos estaba acabada, por lo que sugirió retirar la Estatua de la Libertad ubicada en Nueva York. Lo ocurrido el pasado 27 de junio en San Antonio, Texas, cuando fue encontrado un tráiler con 53 personas muertas e inconscientes, despertó conmoción y un reclamo internacional sobre las duras políticas migratorias por parte del gobierno de Estados Unidos, las cuales han sido posibles con la ayuda del gobierno de México. La desgracia tiene a ambos gobiernos en la silla de los acusados. En la reunión, las víctimas no fueron mencionadas. No se habló de los números que ostenta la crisis migratoria: del récord, más de 500,000 mexicanos que han llegado a Estados Unidos en el último año se unen a los 51.5 millones de paisanos sin papeles. ___________________ Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

Con información de Expansión

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