¿Confiar en el gobierno?
Los distintos órdenes de gobierno tienen como una de sus obligaciones primordiales la atención a la ciudadanía. Los gobernantes y sus equipos deben de tener el tacto y la delicadeza de dirigirse a los ciudadanos con humildad y con atención.
El desgaste del gobierno se da de manera natural con los años en el poder, las exigencias ciudadanas son normales con el tiempo y en la mayoría de los casos son justificadas. No es con descalificaciones como el responsable de la gobernabilidad debe responder a las legítimas exigencias.
Esta semana, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, le respondió a una mujer -madre de desaparecido- que no confiaba en ella. El contexto se dio en medio de una protesta afuera de las oficinas de la Segob.
El funcionario debe tener muy claro que habrá momentos tensos, reclamos airosos, incluso que considere injustos, pero nunca podrá responder con un gesto de desdén o antipatía. Menos cuando es justificada la desconfianza hacia la clase política de este país, todo en medio de una crisis de seguridad evidente.
Por si fuera poco, cuando un político está buscando un cargo mayor, en este caso el de presidente de México, se vuelve inexplicable una respuesta en la que el ciudadano sea atacado por el gobernante. Independientemente del contexto, de la exigencia, de la protesta.
La confianza de los ciudadanos no se gana con buenas intenciones, ni con discursos huecos o repeticiones de un mensaje. Se ganará cuando el propio gobierno provea de seguridad efectiva a la ciudadanía, la atienda y la escuche.