Gorbachov, de la URSS a Kiev
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La historia de Mijail Gorbachov, muerto hoy miércoles en un hospital de Moscú, es inseparable de la de Vladimir Putin. Los dos líderes definen la historia reciente de Rusia, desde la fase terminal de la Unión Soviética hasta el estallido de la guerra en Ucrania que por estos días sacude a la Unión Europea.
El periodista de The New York Times Steven Lee Myers narra en su libro “El nuevo zar” un primer episodio de contacto entre Putin y Gorbachov en octubre de 1989, cuando en Alemania Oriental arreciaban las protestas contra el gobierno de Erich Honecker, que atravesaba sus últimos días. Se le reclamaba por mayor apertura democrática y reformas pro mercado.
Gorbachov, relata el ex corresponsal en Moscú, había llegado como mandamás de la URSS para celebrar un nuevo aniversario de la Republica Democrática Alemana y al ver la convulsión social le recomendó a Honecker atender a las protestas de los manifestantes con la frase “la vida castiga a los que postergan”.
En ese momento histórico Putin estaba destacado como teniente de la KGB en Dresde. Según Lee Myers, se encontraba absolutamente contrariado porque nadie le había entragado sus partes de inteligencia a Gorbachov para que este tuviera una idea más acabada de lo que sucedía. Era el preludio del ingreso de Putin a la vida política.
Durante la década del 90 el entonces jefe del actual presidente ruso era Anatoli Sobchak quien creció hasta ser alcalde de San Petersburgo oponiendose política a Gorbachov y el acelerado desmantelamiento del imperio soviético. Uno de los tantos puntos de choque era el estilo cándido de Gorbachov para negociar la unificación alemana con Washington. Con esa tónica crecerían Sobchak, Boris Yelstin y, desde ya, Putin.
En el libro “The man who ran Washington”, escrito por Peter Baker y Susan Glasser y que narra la historia de James Baker III, secretario de Estado con George H. Bush, se relatan sus encuentros con Gorbachov. Según cuentan los periodistas de The New York Times y The New Yorker, respectivamente, en una reunión en Alemania Gorbachov duda de avanzar en la fragmentación del bloque soviético en Europa, lo cual comenzaba a cimentar un terreno fertil para la OTAN. Baker le dijo en ese encuentro: “una vez que se decide, siempre hay que mantener el rumbo” en una clara alusión al slogan de la campaña de Ronald Reagan de 1984 (“stay the course”). Gorbachov le replicó que lo estaban criticando fuertemente en Rusia. Baker respondió que en esa elección a Reagan también lo criticaron mucho y luego arrasó.
El periodista de Associated Press Seth Hettena recuerda en “Trump y Rusia, una historia definitiva”, que en el 2000 cuando Putin presta juramento como nuevo presidente de Rusia, en el Salón San Andrés del Kremlin, la principal meta de Putin era que estuvieran en su asunción tanto Gorbachov como el antiguo jefe de la KGB Vladimir Kriuchov, que años atrás había intentado un golpe de estado contra Gorbachov, al cual el propio Putin, desde su rol en la alcaldía de San Petersburgo, se había opuesto. Para el entonces flamante presidente era determinante que los dos rivales estuvieran al inicio de su gobierno, en un salón construido por el zar Nicolás I.
Tres momentos diversos que expresan hasta que punto las historias de Gorbachov y Putin se entrelazan, incluso hasta el día de hoy, cuando el expansionismo de la OTAN en Europa no se explica sin el rol inicial de Gorbachov. Una avanzada que, sumada a otros elementos, tiene un corolario de sangre y fuego en la actualidad de Ucrania.
Caminos paralelos que se bifurcan en los últimos años, cuando Putin aceleraba la concentración de su poder mientras Gorbachov se apagaba como una figura menor en las preferencias de la sociedad rusa. En su último libro “Una tierra prometida”, Barack Obama cuenta su primer viaje a Rusia en 2009 como presidente en el cuál tuvo un encuentro con Gorbachov antes de una cena de estado con el entonces presidente ruso Dmitri Medvédev. Allí el ex presidente estadounidense narra a una figura abatida y bastante melacólica. La reunión solo duro quince minutos lo cual, según Obama, dejo decepcionado a su interlocutor: “un recordatorio para los dos de lo fugáz y voluble de la vida pública”.