¿Para qué sirve la popularidad presidencial?
La mayoría de las encuestas políticas publicadas en medios de comunicación registran como uno de sus indicadores más relevantes es relativo a la “popularidad” de la figura presidencial o, en el caso de los estados, de las y los gobernadores. Cuando las evaluaciones en ese rubro son positivas, “se presume” que se tiene una elevada aprobación y una cercanía con la ciudadanía. Cuando no ocurre así, los políticos prefieren omitir el dato o decir que se trata de “meros” instrumentos que en el mejor de los casos “son meras fotografías del momento”.
Más allá de la recepción que las y los profesionales de la política hace de estos instrumentos, cabe la pregunta de ¿cuál es la utilidad política de la simpatía o “buena imagen” popular que tienen los mandatarios? La pregunta es pertinente porque la popularidad es casi siempre independiente de la calidad de los gobiernos.
Por ejemplo, puede haber medidas muy impopulares que erosionen la confianza o buena imagen que tiene una población respecto de los liderazgos políticos, pero puede ocurrir que esas medidas sean altamente benéficas para una sociedad. Por ejemplo, en el caso de la protección de los derechos de algunas minorías, las medidas pueden resultar impopulares, pero deseables para un Estado social de derecho. Y, por el contrario, puede haber medidas muy populares, como regalar dinero a diestra y siniestra a amplias mayorías, pero con ello desfondar al erario público y comprometer la viabilidad o estabilidad económica y financiera de un país.
Con información de Aristegui Noticias