Nuestra política exterior se ancla en su historia / Marcelo Ebrard
A Hilario Pérez de León, escribiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores y defensor de México en la guerra con Estados Unidos
Cada septiembre, las conmemoraciones y festejos en torno a la Independencia nacional son la ocasión propicia para recordar la valentía y heroísmo de tantos mexicanos y mexicanas que preservaron la soberanía de nuestro país. Tengo la convicción de que la memoria histórica es la forma en la que aprendemos las lecciones valiosas del pasado para descifrar el presente y, sobre todo, forjar el futuro, que hoy particularmente se mantiene como una gran pregunta abierta en los tiempos que vivimos de recesión geopolítica.
En esta ocasión, quisiera recordar a la legión de héroes anónimos cuyas hazañas no se encuentran en las páginas de nuestra historia, pero que sin su labor aquéllas no serían posibles de escribir. Desde el inicio de nuestra vida independiente, archivistas e historiadores han defendido en las más diversas, y a veces adversas, circunstancias la preservación de la memoria histórica nacional. Recordemos que solamente en el siglo XIX este país vio 58 cambios de gobierno.
Asimismo, hasta la consolidación del orden constitucional posrevolucionario, México tuvo que combatir en su primer siglo cuatro intervenciones extranjeras, dos invasiones a la capital del país y numerosas revoluciones y golpes de Estado. El siglo XX fue menos atribulado, pero con enormes cambios que derivaron en la transición democrática y el triunfo de la izquierda en 2018. Desde hace 200 años, estos héroes anónimos no han cesado en su labor de preservar la memoria de todos los acontecimientos históricos que hoy nos hacen la nación que somos.
México, al adquirir su independencia, tuvo conciencia de que la ruptura del orden colonial suponía la construcción de un entramado institucional propio. Con ello en mente, el 23 de agosto de 1823 se creó Archivo General y Público de la Nación, a cargo de la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores, antecedente histórico del Archivo General de la Nación y de nuestro propio Acervo Histórico Diplomático.
La gesta de Pérez de León
Durante los primeros años de vida independiente, los trabajadores del Archivo General trabajaban con poco presupuesto y locales reducidos para su titánica labor. Cuando las tropas estadunidenses entraron a la Ciudad de México, José Fernando Ramírez, futuro canciller, confió la protección del archivo a José María Andrade, conocido librero que tenía su establecimiento en el Portal de los Agustinos en la Ciudad de México. En esa gesta histórica, Hilario Pérez de León, escribiente del 2° Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores durante aquellos años, merece reconocimiento especial.
Pérez de León, ante la orden de evacuación de la Ciudad de México y el cierre de las oficinas de gobierno, se presentó ante el general Nicolás Bravo, comandante de las tropas que defendían el bosque y Castillo de Chapultepec, como voluntario. El caudillo lo designó como parte del 2° batallón del Colegio Militar y tomó parte de las acciones militares para defender el Castillo. Lamentablemente, durante la batalla, Pérez de León fue gravemente herido al perder su brazo izquierdo y cae prisionero de los invasores, junto con los alumnos del Colegio Militar.
Las gestas de Pérez de León no terminan en la invasión. Formó parte de la delegación que acompañó a Jesús Terán para disuadir a Maximiliano de aceptar la corona mexicana y fue de los promotores más activos en convencer al presidente Juárez de salvaguardar el archivo nacional en la Cueva del Tabaco, en Coahuila, y así salvar nuestra memoria histórica.
Central en la tarea de preservar para las generaciones presentes y venideras los grandes hitos de nuestra política exterior ha sido y sigue siendo el trabajo del Acervo Histórico Diplomático. Este archivo es uno de los repositorios más importantes del país por el volumen documental que resguarda y por la importancia de sus fondos documentales, que consignan acontecimientos fundamentales de la historia y las relaciones internacionales de México desde el surgir del Estado independiente.
El acervo lleva el nombre de Genaro Estrada, canciller y diplomático prominente, porque él, cuando se desempeñó como oficial mayor de la cancillería, inició los trabajos para organizar los documentos que tenía el archivo general de la secretaría. La tarea del acervo de consignar el pasado se vio fortalecida con la creación, el 1° de julio de 1968, de la Dirección General de Archivo y Biblioteca con el fin de establecer un área que definiera las políticas de conservación y clasificación de fondos documentales y bibliográficos.
En la bóveda de tratados del archivo se resguardan todos los instrumentos bilaterales o multilaterales que el Estado mexicano ha firmado desde 1821. Se cuentan alrededor de 10 mil. Los primeros se encaminaron a reafirmar su soberanía, como fue el caso del acuerdo con Colombia, que significó el primer reconocimiento a nuestra condición soberana y el del tratado de amistad con España, en el que la potencia europea reconoció el carácter independiente de la antigua Nueva España.
Los acuerdos posteriores se relacionan con los reajustes del sistema internacional de los siglos XIX y XX, como fue la situación de nuestra relación compleja e interdependiente con Estados Unidos –del Tratado Internacional de Aguas de 1944 al T-MEC, que representa el futuro de la integración de Norteamérica en beneficio de nuestros ciudadanos– o con Japón –México ostenta el honor de ser el primer país occidental en suscribir un tratado de esa naturaleza con el Estado asiático.
Páginas heroicas del pueblo mexicano
En los legajos que componen el acervo y que consultan investigadores y estudiantes se narran con detalle las acciones heroicas del pueblo mexicano para ejercer su soberanía frente a intervenciones armadas de potencias extranjeras. Se documentan con amplitud los actos de voluntad de las y los mexicanos para participar en las transformaciones mundiales y tejer relaciones estrechas con otras regiones dinámicas del mundo, como Asia. Se atesoran las contribuciones más significativas de México al mundo, que han hecho a nuestro país un actor mundial al que se le respeta por la congruencia de sus políticas internas y de su política exterior.
Algunas de estas páginas de la historia por fortuna ya se conocen, como fue el caso de la valentía y generosidad de Gilberto Bosques como cónsul en Francia al proteger a personas extranjeras en situaciones de necesidad durante la Segunda Guerra Mundial y su apoyo a la República española, todo lo cual se documenta en su archivo particular. Sin embargo, todavía restan otras hazañas que bien valdría la pena desempolvar. Estoy seguro de que los historiadores del futuro encontrarán relatos inéditos en ellas que serán fuente de inspiración y orgullo para generaciones venideras.
El presidente Andrés Manuel López Obrador y quienes formamos parte de su gobierno estamos conscientes de que el homenaje más lúcido y consistente a personas que han alzado la voz de México para contribuir a defender las causas más altas de la humanidad, y que de manera simultánea contribuyeron al prestigio sólido de nuestra diplomacia, es instrumentar de manera efectiva nuestros compromisos internacionales, con apego a nuestra historia, a nuestros principios y a nuestras convicciones.
En reconocimiento a ese legado, la actual política exterior mexicana es humanista, solidaria y congruente. Basa su fuerza en el enorme prestigio que mantiene el presidente López Obrador como líder de un gobierno con abrumador apoyo popular que busca una profunda transformación de la vida nacional. Inspirada por la política interna, nuestra diplomacia busca construir una nueva convivencia internacional equilibrada –para empezar en el continente americano–, contribuir a las causas globales en torno a la migración, el cambio climático y la dimensión humana de desarrollo, impulsar los intereses económicos y culturales en el exterior y participar de la innovación científica y tecnológica.
Con información de La Jornada