Se cumplió la promesa de mandar al diablo las instituciones
En casi cinco años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, su gobierno ha tratado de eliminar sistemáticamente las instituciones públicas que funcionan como contrapeso del Poder Ejecutivo y que son necesarias para el desarrollo de México, para consolidarnos como potencia y adaptar los estándares mundiales en una economía global dónde los indicadores son importantes pero sobre todo, que brindan garantía a la democracia en nuestro país.
No ha habido una sola estrategia del gobierno federal, que sustituya el trabajo de las instituciones y que de mejores resultados a los que ya se tenían.
En las últimas semanas, tres instituciones más, están al acecho de ser neutralizadas o, por la misma voz del presidente, eliminadas por completo. “Da igual que existan o que no existan”, dice Andrés Manuel López Obrador.
Les han filtrado perfiles afines a los colores del partido pero no a los perfiles profesionales que necesitan las instituciones, les han golpeado mediáticamente desde la comunicación gubernamental, desde las mañaneras y los partidos políticos y, han legislado para menguar las facultades de estos órganos, esto último con la ayuda del PRI, del PAN, PT y otros partidos.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos, ha sido omisa a la serie de violaciones en México, sobre todo las derivadas de la Guardia Nacional, la titular, que fue propuesta de López Obrador, desestimó que haya una crisis de inseguridad y de violación de derechos fundamentales por parte de las Fuerzas Armadas en México. Recientemente la muerte de migrantes centroamericanos fue una noticia que sigue esperando la postura de este organismo autónomo que parece más bien, oficialista.
El Instituto Nacional de Acceso a la Información Pública, es otra que corrió con la mala suerte de las declaraciones del presidente, al afirmar que su existencia no tenía trascendencia alguna, el INAI sigue siendo, desde hace semanas, asfixiado por el oficialismo, particularmente por las Senadoras y Senadores de nuestro país que después de un año no han podido nombrar a los dos comisionados suplentes, donde dicho sea de paso, los anteriores los vetó el Presidente de la República, así nada más, porque sí.
El Instituto Nacional Electoral, sufrió un agonizante desenlace en lo que respecta con el cierre de periodo de Lorenzo Córdoba, el INE fue rehén político no solo del oficialismo, sino también de la llamado oposición que salió a “defenderlo” a las calles.
Y si, “defenderlo” entre comillas, pues lo que viene enseguida dejó a la luz que la lucha democrática que el PRI, PAN y otros partidos libraron no fue más que interés político, carne de cañón para sus balas narrativas con el Presidente de la República, la sociedad como el Instituto, a merced de la lucha política.
Ahora si, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el más reciente atentado del oficialismo, con la ayuda del PRI, del PAN, del PRD, del PT, del Partido Verde y sobre todo Morena, que con una reforma salida desde las negociaciones de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, pretende limitar las actuaciones de las salas del Tribunal Electoral, a partir del desplazamiento de los diversos métodos interpretativos de la Constitución.
De cara a las elecciones del 2024, los dirigentes de los partidos políticos pretenden también, “mandar al diablo” esta institución, sobre todo porque esta reforma beneficia a las decisiones cupulares de los partidos minoritarios, quitándole facultades al TEPJF para que no les sancione en las designaciones de acciones afirmativas en las candidaturas.
Ni las cuotas de jóvenes, ni las cuotas de mujeres, ni las cuotas de indígenas o personas de la comunidad LGBT, podrán acudir a esta instancia a solicitar les restablezcan sus derechos políticos, en caso de que algún partido no asigne como está legislado en la constitución estos espacios.
Con todo esto, nos queda más que claro, que la oposición hoy en día no son los partidos políticos, la oposición al régimen es la sociedad, pero una donde los políticos no lleguen con falsas banderas a querer disfrazarse de ciudadanos.
Lobos que esconden en traje de lana sus más maquiavélicas intenciones políticas.
¿Qué faltará por ver? ¿Hasta dónde llegará la ambición de los partidos políticos? ¿Cómo reaccionara la sociedad organizada?
Con información de El Debate