EN LA GRILLA

Horas de calor extremo, esperando
a Adán Augusto; ya no era secretario
para recibir a agricultores; los Servidores
de la Nación participaron en horas laborales

FRNCISCO CHIQUETE

Adán Augusto no se ha bajado de la Segob. Si sus contrincantes intentan el consabido baño de pueblo, el “hermano más cercano” del presidente, como se anuncia, sigue en la suburban, en medio de una nube de auxiliares y con un manejo de los tiempos que no consideran al resto del mundo.
Este lunes estuvo en Mazatlán, en un desafío bárbaro al verano: a las dos de la tarde la sensación térmica bajo la carpa levantada al pie del palacio municipal era de 45 grados centígrados, pero eso era lo de menos. Al aspirante presidencial tales hervores sólo le merecieron una referencia regionalista: con este calor de Mazatlán se nos va a quitar lo cuzos, lo pálidos, como decimos en Tabasco, dijo.
Pero para él no era para tanto. La blanquísima guayabera de lino parecía recién puesta (probablemente así era). A diferencia del público él se acababa de bajar del aire acondicionado, mientras muchos de los asistentes fueron acarreados desde las nueve de la mañana.
Ni el calor ni las distancias le hacían mella. Quizá alguna pregunta incómoda en la conferencia de prensa, como la del veteranísimo Edgardo, quien le recordó cómo dejó colgados a los productores agrícolas, a quienes de plano ya no recibió como había prometido. Se le notó el golpe, pero lo asimiló. Es que ya no era secretario de Gobernación, dijo. Formalmente sí lo era, pero ya su alma estaba en otro lado.
También rechazó que haya una campaña electoral e insistió en que se trata de defender los logros de la cuarta transformación y lanzó un guiño a la localidad: Sinaloa ya no debe ser considerada sinónimo de delincuencia ni inseguridad, dijo, y refirió las reducciones en la estadística delictiva (el gobierno federal y el estatal trabajan coordinados, sostuvo). Mal día para hacerlo: además de la cuota diaria de muertes violentas, se registró por la madrugada el incendio de siete vehículos de una agencia de automóviles de Culiacán, y por supuesto, sigue pesando el nuevo warning contra el estado, el de Inglaterra, que hoy se suma al que nos mantiene Estados Unidos.
Es un gentío el que lo acompaña, incluyendo a personal de seguridad, la fuente periodística “nacional” que cubre los actos del precandidato que no es precandidato, y el personal de logística que supervisa lo que hacen las estructuras partidistas para las “asambleas informativas”.
Tempranísimo los colonos más pobres fueron colocados bajo la carpa. Aunque el evento estaba programado para las once, había que llegar temprano. Más informados, los maestros de la sección 53, que antes jalaban con el PRI, llegaron a rellenar los ligares vacíos y a convivir con los pulmoneros y los ferrocarrileros, estos últimos jubilados.
Curiosamente dentro de palacio municipal había una cruza de curiosidad y miedo. Si al director del Rastro lo corrieron por ir con Marcelo, cualquiera de los demás estaba en riesgo. Dos empleados fueron enviados a una oficina del edificio Rivera Soto y se toaron el cuidado de ir por la puerta trasera y de cruzar de inmediato la calle Ángel Flores, que por cierto fue cerrada temprano a la circulación para que los carros de la comitiva se estacionaran cómodamente por hora y media.
Pero no todos tenían miedo. La síndica procuradora Claudia Magdalena Cárdenas Díaz y el regidor Roberto Rodríguez aprovecharon que son funcionarios electos por voto popular y no los pueden correr.
En cambio la delegada regional de Bienestar, Lorena Tamayo, se dejó ver coordinando el operativo del evento, al frente de varios de los trabajadores a su servicio. Los servidores de la nación le sirvieron a Adán Augusto. ¿Les irá igual que al director del Rastro Municipal?
También las estructuras de Morena se movían entre el público para recabar datos como el domicilio del acarreado, su sección electoral, su afiliación y sobre todo, si tiene credencial de elector.
Adán Augusto hizo gala de su capacidad de elusión. Pasadas las once, salió del restaurante El Cielo, de la Plazuela Machado. Ahí dio una conferencia de prensa en que se solazó con las preguntas a modo, se entripó con las no cordiales, se declaró cercano cercano al presidente, en fin, lo de siempre.
Agarró camino rumbo a la cercana Plazuela República, pero una vez ahí hasta sus reporteros se sorprendieron porque no lleegó. Se fue a una reunión privada con no se supo quién ni se supo dónde. A las 12:30 llegó a la acalorada carpa y empezó a recorrer las cuarenta y cinco líneas de treinta sillas en que ya la gente no tenía mucho entusiasmo de participación, pese a las porras que una y otra vez intentaba la maestra de ceremonias.
La que sí surgió espontánea, aunque focalizada, fue la de “presidente/ presidente/ presidente” (¿No que se trata de buscar un coordinador?).
Apenas alcanzaron los miles de botellas de agua que enhielaban a toda prisa los siervos de la nación, pero no aparecieron al menos en público, las tradicionales tortas del acarreo.
Un morenista de los renegados hizo la síntesis: “pues vinimos las mismas caras que con Marcelo”.

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