Ociel Baena, magistrade que abrió puertas que parecían no tener cerrojo
Jesús Ociel Baena Saucedo arribó a su oficina en el Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes y, contrario a su costumbre, su llegada no fue acompañada con la alharaca de su abanico.
Sus tacones sonaban livianos sin estruendo usual de su poderosa pisada, aunque desde lejos parecía que le magistrade electoral cargaba sobre un chal de arcoíris el peso del mundo sobre sus hombros. Algo extraño le sucedía ese lunes 17 de julio de 2023.
“Pude haber sido yo”, dijo le experte electoral frente a sus colaboradores que le rodearon en su oficina en el centro de la capital preocupados por su ánimo decaído. Uno de ellos, quien conversó con MILENIO, recuerda que casi siempre era al revés: Baena llamaba a su despacho a cualquiera que notara alicaído y le aventaba carretadas de manifestaciones positivas y halagos para levantar su energía.
Lo hacía como mejor sabía, es decir, usando el slang de drag queens, personas no binarias y queer: “¡Ánimo, mamona!”, “¡Con todo, hermane!”, “¡Tú en muy perra!”. Y cuando eso no funcionaba, regalaba labiales de tonos vigorosos, abanicos luminosos o aretes largos y extravagantes, como sus favoritos de plumas de pavorreal, que guardaba en su despacho.
Pero esta vez, le magistrade necesitaba que alguien más le repitiera sus mantras, porque sentía un doble pesar: horas antes había sido asesinado en Aguascalientes, su amigo Ulises Nava tras participar en el Congreso Nacional de Litigio Estratégico para Cuotas Arcoíris y porque presentía que en un país como México, donde cada cuatro días hay una muerte violenta de personas LGBTTTIQ+, elle podría ser le siguiente víctima, a pesar de su cargo y fama en redes sociales.
“¿Le magistrade alguna vez te contó de alguna amenaza de muerte en su contra?”, le pregunto a su amiga, la abogada Alix Trimmer, y del otro lado hay una pausa en la respuesta. “Por nuestra ocupación como activistas es algo que damos por sentado, pero nada específico. Vivimos en un país donde la gente diversa es incómoda”.
La corazonada de le magistrade no surgía de la nada: el Centro de atención VIVE Aguascalientes, que daba soporte a personas con VIH, cerró en agosto pasado ante el abandono institucional y el hostigamiento de hombres armados. También crecían quejas de acoso por parte de policías contra clientes de bares de la diversidad sexual en la capital hidrocálida. Y por eso, desde este verano, le magistrade contaba con escoltas gubernamentales. El odio crecía.
De nada sirvió esa protección, este lunes 13 de noviembre, su cuerpo fue hallado junto con el de su pareja, por una mujer que auxiliaba con la limpieza de su casa en el fraccionamiento Punta del Cielo. La fiscalía estatal asegura que ambos cadáveres fueron encontrados con lesiones de un arma blanca corta y, hasta el momento, que las chapas no fueron violadas y descartaron la participación de una tercera persona en la doble muerte violenta.
Sus escoltas no han sabido explicar cómo ocurrió la muerte de su “principal” —la persona a cuidar en el argot de los guardaespaldas—, pero algo sí saben: le magistrade, Jesús Ociel Baena, despertaba un odio irracional entre los sectores más conservadores de la sociedad, sólo superado por el amor de sus amistades y seguidores que le veían como un signo de rebeldía, inclusión y desafío a la heteronorma.
Mucho antes del personaje contestatario que desarrolló en redes sociales, le magistrade acumuló una sólida carrera académica, que muchos no conocen: licenciatura en Derecho por la Universidad Autónoma de Coahuila, maestría en Derecho Constitucional por la misma casa de estudios y doctorado en Derecho por la Universidad Autónoma de Durango.
Conocía de memoria conceptos, tecnicismos y el lenguaje barroco de los abogados, tanto que en la última ronda para rearmar el Consejo General del INE quedó en quinto lugar con 72 respuestas correctas de 79. Tan educade que podía dar clases a veteranos en derecho electoral. A pesar de eso, eludía el “abogañol”. Le magistrade elegía palabras simples para transmitir ideas complejas, especialmente en redes sociales, porque estaba segure de que así llegaba a más personas que no tenían interés en temas electorales.
En lugar de moverse por los pasillos de la izquierda, donde —en teoría— la diversidad sexual tiene más cabida,Jesús Ociel Baena optó por llevar sus tacones a los laberintos de la derecha: trabajó en la 04 Junta Distrital Ejecutiva del INE en Guanajuato, en la 02 de Aguascalientes, en la Sala Regional Monterrey del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y hasta en la coordinación de Senadores del grupo parlamentario de Acción Nacional de mayo a septiembre de 2015.
En todos los foros, su discurso y su personalidad arrancó aplausos sinceros y forzados. Le gustaban los primeros, pero disfrutaba mucho más los segundos. Ser incómode era, para elle, una posición política.
“Le busqué en enero de este año, ya que en diciembre del año pasado por primera vez en el PAN en Aguascalientes se había logrado un avance al reconocer dentro de la estructura la primer secretaría de Inclusión e Igualdad, nombrándome a mí como el primer secretario”, recuerda Miguel Trujillo, hidrocálido, panista y abiertamente gay.
“Cuando nos reunimos fue muy realista y asertive. Recuerdo bien la primer frase. Me dijo: admiro tu determinación porque no la tienes fácil, estás a contracorriente y aún así estás haciendo una disrupción en un partido que tiene una deuda histórica con nosotros”.
En el 2020, mientras litigaba en materia de derechos político electorales, Jesús Ociel Baena anunció a amigos y colaboradores que ya no se identificaba como un hombre gay cisgénero, sino como una persona no binarie, es decir, alguien que no se define como hombre ni mujer y que puede tomar características de ambos para incorporarlos a su libre personalidad. Ese cambio significó un hito en la política de toda una región del mundo: se convirtió en le primer magistrade electoral no binarie en América Latina.
Un año después —de acuerdo con los registros de TikTok, Instagram y X, antes conocido como Twitter— tomó al internet por sorpresa. Le magistrade se volvió una referencia de la comunidad LGBTQ+ en tiempos en que hay poca o nula representación en tribunales. Lo hizo con la fuerza de un diluvio que deja a su paso un arcoíris: hablaba de comicios, derechos humanos, controversias electorales y diversidad sexual sobre tacones de talla grande, faldas cortas que dejaban ver piernas sin afeitar, chapstick en labios debajo de incipientes bigotes, chales escandalosos que ofendían a las buenas conciencias. Y lo disfrutaba.
Al mismo tiempo que sacudía al conservadurismo mexicano, le magistrade se dedicó a abrir puertas que parecían no tener cerrojo: gracias a elle, por primera vez ondeó la bandera gay en el Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes en su toma de protesta; por primera vez en la historia de México, una institución educativa emitió el título de ‘maestre’; por primera vez en el país, se imprimió una credencial para votar con casillero no binario.
Su personalidad atrajo a un cuarto de millón de seguidores en TikTok y miles más por otras redes sociales. También a una legión de odiadores que le deseaban la muerte y cuestionaban sus credenciales por su apariencia. Despertó rabia entre “comediantes”, asesores políticos, trolls anónimos y tuiteros de bajo alcance. También respeto, admiración y cariño entre activistas, servidores públicos, profesores y adolescentes quienes vieron en su lucha la posibilidad de imaginar un país más igualitario.
Le magistrade Jesús Ociel Baena vivió como sus ídolos y heroínas de la vieja guardia de la diversidad sexual: negade a vivir su identidad de género desde un lugar donde no incomodara y cayera bien a todas las personas. Hasta el último día de su vida eligió el bullicio, el tacón cargado y el brillo para transmitir sus conocimientos electorales y las enseñanzas acumuladas en sus 38 años de vida.
Ser feliz será nuestra mejor venganza, decía a quien le escuchara. Y entonces ocurría lo inevitable: le magistrade soltaba una risotada que coronaba con la alharaca de su abanico y todos a su alrededor le acompañaban con un grito al unísono que resonará en sus memorias: “¡Y la que soporte!”
Con información de Milenio