La sabiduría del corazón
Quien discierne con rectitud y claridad las emociones y los sentimientos entiende más de la vida y de sí mismo; quien no, aunque sepa mucho, ignora mucho.
Pon a cantar tu corazón.
La sabiduría del corazón, distinta a la intelectual, nos espera cada día para brindarnos sus beneficios pero los deseos contaminados, los intereses egoístas, los agobios, la superficialidad, la mente dispersa y las mismas emociones, impiden que nos conectemos con nosotros mismos y escuchemos cantar nuestro corazón.
Su sabiduría intuitiva discierne nuestros pensamientos y sentimientos, incluso supera la inteligencia emocional porque se puede ser muy moderado e inteligente pero insensato e insensible.
Sucede como al despegar en el avión en un día nublado lluvioso y al pasar las densas nubes vemos el sol brillando esplendorosamente. ¿Cómo acceder a esa sabiduría? realmente no lo sé, pero la sinceridad nos acerca y el corazón construye puentes y la autosuficiencia barreras. Así que intentaremos que él nos conduzca.
Nos conectan las canciones que nos hace suspirar, pensar en quienes queremos; antes de escribir esto puse una de mis canciones preferidas “En écoutant mon coeur chanter” de Mireille Mathieu, para entenderlo no la traduzcas, siente el título, me sumerjo en las notas oscilantes del piano como las olas y aunque no sé francés mi corazón la traduce. Una de las cosas que hay que recordar, porque bien lo sabes, él traspasa la barrera de los idiomas y de los malos entendidos, intuye a quien tenemos frente, que negocios son buenos.
Siente bien y acertarás.
Decía Maquiavelo “piensa mal y acertarás”, nosotros decimos piensa bien y acertarás y más aún siente bien y acertarás. Lograr esa conexión profunda, directa con el corazón, sin distorsiones, nos permite anticipar lo que viene, intuir con certeza muchas cosas que la lenta inteligencia no logra. Los científicos del Instituto Heart Math de California verificaron científicamente lo que para muchos no es novedad. Hay una red neuronal en el corazón y en el estómago, las tripas también cuentan para tomar decisiones. De facto las decisiones son más emocionales que racionales. Preferimos lo que nos hace sentir mejor, la felicidad está constituida por emociones.
Y es que no se puede escribir del corazón si no afloran los sentimientos, si no compartimos lo que traemos dentro, si el gozo y las lágrimas no brotan… si no nos volvemos vulnerables. La gente no quiere saber cómo ser feliz: quiere sentirlo. Y eso solo se transmite, no se piensa ni se estudia. Se nota cuando la gente anda desconectada de su corazón.
“Mi corazón volvió a despertar”.
Sorprende lo que nos revela un buen hombre treintañero, en un largo vuelo “escuchando una canción, empecé a llorar. Y os preguntaréis ¿y qué tiene eso de importante? Es normal. Pues no. Fue un antes y un después. Los que conocen bien la formación racionalista en la que fui educado, sabrán que lo que uno siente no es importante sino cumplir el deber. Llevaba años luchando por amar con el corazón entero. Pero mi corazón se había oxidado muchísimo, se había acostumbrado a aguantar lo que fuera necesario porque en eso estaba la voluntad divina para mí en ese momento. Así, ese día fue la 1ra vez que lloré en unos 20 años. A pesar de haber sufrido 2 operaciones, fallecido amigos míos y familiares. Esas lágrimas rompieron una coraza interior. Mi corazón volvía a estar suelto, como seguramente lo estaba antes de pertenecer a ese grupo. Mi madre al verme después de varios años me dijo, “me has dejado helada, no me has dado un abrazo así en tu vida”.
¿Y qué es el corazón?
“Es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu, la interioridad personal y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad. Pues bien, si el corazón es capaz de mantener unidas estas dimensiones es porque en él es donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo”. (Pp. Francisco, “Lumen Fidei”)
Pero cuidado “el amor es un gitano” y puede volvernos necios y obstinados repitiendo lo que nos provoca dolor y hace sufrir a los demás, nada entra en un corazón cerrado aunque lo encandilen con evidencias.
“Si el amor no tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no supera la prueba del tiempo. El amor verdadero, en cambio, unifica todos los elementos de la persona… Sin la verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, no consigue llevar al “yo” más allá de su aislamiento. La luz del amor se enciende cuando somos tocados en el corazón”. (Ibid)
Así que suelta tus cargas y siéntete muy querido, cantar y llorar nos hace fuertes, nos conecta. Al abrazar nuestra fragilidad abrimos el corazón.
Con información de Noroeste