Sonreír con el corazón
Paúl Chávez
La sonrisa es una puerta que nos invita a entrar a una habitación más cordial, es el signo más elocuente de la empatía.
Un viejo rabino…
Oraba con su sombrero negro asintiendo con su cabeza frente al Muro de los Lamentos en Jerusalén, le preguntaron ¿Por qué ora Ud.? Respondió “oro para que tengamos paz aquí y en el mundo, para que los políticos dejen de mentirnos”, ¿Y cuánto lleva orando? “¡30 años!” ¿Y cómo se siente? “Pues, me siento como si estuviese frente a la pared”.*
La risa es muy poderosa, es terapéutica, suaviza tensiones, resuelve conflictos y es contagiosa. Hace años leímos “La Risa” del filósofo Henri Bergson, unos de los grandes de Francia… resultó demasiada seria.
Enciende la luz
Una mirada sonriente en el momento oportuno ha salvado vidas desconectando el “switch” de la negatividad mágicamente. Sonreímos cuando descubrimos algo mejor. La sonrisa y el sentido del humor revelan agudeza y hacen brillar la racionalidad y el espíritu como la estrella que corona el árbol navideño. Pues la manifestación suprema de la racionalidad no es dirigirse solo por la razón sino por la sabiduría del corazón, que integra los sentimientos y la fragilidad para amar mejor. Hay en la comprensión una sabiduría mayor que nos conecta.
Es fácil sonreír en la prosperidad, es fácil llorar en la adversidad, pero sonreírle a la fatalidad requiere un corazón fortalecido con la fe, ella besa dulcemente la frente y calma la loca imaginación que con su lupa agranda las amenazas y los miedos; ahí anida la culpa, la vergüenza, la angustia y el desamor: ilusiones que quieren mantenernos presos.
La adversidad emocional
En un evento adverso inesperado quien “lo enfrenta no sabe cómo responder, ni se maneja con los recursos de los que echa mano a diario para resolverlo”. Así desarmados y desnudos, el buen humor pone una distancia, le quita peso a la amenaza y la encara. Es muy serio perder el sentido del humor: hace pesada la fragilidad, en cambio el buen humor sonríe ante ella.
O elegimos, o no actuamos, o nos dejamos llevar, no podemos evitar la cruz pero sí elegir la actitud ante ella, esta libertad nadie puede arrebatárnosla, elegir bien evita que la voluntad se haga líquida y se diluya en el desconcierto, pues la racionalidad rescata la fragilidad y reduce el sufrimiento. Ahora dos anécdotas simpáticas ante lo ordinario y extraordinario.
Don Willy
Era mayor, impasible, calvo y erudito. Desayunando alguien mordió una piedra en los frijoles, volteamos a ver, Don Willy estaba rojo, sacando lentamente la piedra dijo “deberían de poner las piedras en un platito, así cada quien toma las que quiere”. Una vez dijo “unos se casan por poder y otros se divorcian por no poder”. Un día le presentaron a personas muy distinguidas ostentando sus títulos “El Sr. conde de tal, el excelentísimo ministro de economía, el Sr. Don ministro de cultura, etc.” Don Willy tranquilo al final extendió su mano diciéndoles: “Porras Muñoz, ministro de Dios”. Era el capellán de la residencia universitaria donde vivíamos. Se nutría con nuestra vitalidad estudiantil.
Pedro Muñoz Seca
Captó mi atención por lo que dijo al final. Con sus simpáticas, numerosas y exitosas obras de teatro hizo reír a la España de su generación, al iniciar la Guerra Civil en 1936 los comunistas lo encarcelaron 4 meses por sus ideas católicas y monárquicas, ahí dentro animaba a sus compañeros como en sus obras, al final el Tribunal Popular Comunista le ofreció la libertad y la vida a cambio de manifestar públicamente su rechazo a Dios, la unidad de España y a la monarquía. “Prefiero la muerte” respondió. Para humillarlo le cortaron sus amplios bigotes redondeados.
Se confesó y le escribió a su esposa, tenía 9 hijos y 57 años, “Cuando recibas esta carta estaré fuera de Madrid. Voy resignado y contento, muy bien preparado y limpio de culpas. Dios sobre todo”. Camino al paredón les dijo a sus captores “me temo que Uds. no tienen la intención de incluirme en su círculo de amigos”, uno de ellos testificó que dijo: “Ahí va el último actor de la escena; hasta al morir, con la sonrisa en los labios, este es el último epílogo de mi vida”. Ante el “jurado” y al pelotón les encaró: “Podéis quitarme mi hacienda, mi patria, mi abrigo e incluso, como estáis por hacer, mi vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: ¡el miedo que tengo ahora mismo! Con él fusilaron a 103 ese día, su canonización arrancó en 2016.
Un monje budista
Ilusionado conoció al fin Nueva York, deseaba probar un hotdog, le pregunta al ventero ¿Cuánto es? “3 dólares”, le da un billete de 20 y espera su cambio. El otro sigue como si nada, extrañado le pregunta ¿Y mi cambio? éste le responde “el verdadero cambio está en tu interior”. **
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*“La fuerza de voluntad”, Mago More.