Cuando salvé a Othón Manjarrez de una injusticia
Crónicas de este reportero
Fernando Zepeda H.
Cuando salvé a Othón Manjarrez de una injusticia
Corría el mes de noviembre de 1989, en Sinaloa ocupaba la gubernatura Francisco Labastida Ochoa que se permitía seguir adelante con uno de sus
principales hobbies como era el gusto por la pesca en altamar. Y en Mazatlán el entonces Alcalde José Ángel Pescador había dejado el cargo y fue sustituido por José Luis Tostado.
El caso que nos ocupa fue el de Othón Manjarrez Osuna, un hombre nacido en San Ignacio, pero avecindado en Mazatlán por muchos años. Fue secretario particular del Alcalde Raúl Ledón Márquez y por muchos años uno de los principales estrategas electorales del priismo mazatleco. Por azares del destino, Othón fue designado Director del Penal de Mazatlán, ya en el sexenio de Labastida Ochoa. Ocupó el cargo escasos dos años. En septiembre de 1989 dejó el cargo y fue sustituido por Cuauhtémoc Conde. En la madrugada del 14 de noviembre de 1989, lo que primero corrió como un rumor horas después fue confirmada.
96 internos del penal de Mazatlán habían escapado. Era la más escandalosa fuga jamás conocida en Sinaloa. La información la recibí muy temprano y me dirigí a las oficinas de Noroeste. Ahí planeamos como realizar la cobertura informativa. En la fuente policiaca estaba Sidarta Walkinshaw, un joven intrépido que tenía que estarlo deteniendo por sus afanes de parecer policía. Al final, cuando renunció a Noroeste me pidió que lo recomendara con el Comandante Jesús Antonio Aguilar Iñiguez más conocido como “Chuy Toño”. Sidarta y yo nos trasladamos al penal.
Encontramos unas instalaciones penitenciarias “tomadas” por todas las corporaciones policiacas. Pero había que entrar y buscar además de testimonios ver por dónde habían logrado escapar tantos reos, sin que los custodios dispararan ni un solo tiro. Fue cuando hablé con el Secretario General de Gobierno Juan Burgos Pinto. Le pedí que nos autorizara el ingreso al penal. En cuestión de minutos nos permitieron el acceso. Fuimos hasta el Módulo 8, en donde supuestamente se encontraban recluidos los reos más peligrosos. Y pudimos constatar que en una de las celdas se había construido un túnel que salía muy, pero muy cerca de la barda perimetral.
Desde la “boca” del túnel apreciamos que era muy estrecho. Dato que manejaríamos porque uno de los principales reos que se fugaron era una llamado “Vitorino”. Procesado por narcotráfico. Considerado peligroso. Y por su voluminosa figura era imposible que hubiera logrado escapar por el túnel. Después se supo que este señor salió por la puerta principal del penal acompañado de un reducido grupo.
A todos ellos los esperaba un vehículo que abordaron y escaparon. La “chirusa” del penal aprovechó la oportunidad y ellos sí salieron por el túnel. Sidarta me pidió permiso para introducirse al túnel y hacer el recorrido que hicieron los reos para escapar. Y lo hizo. Al otro extremo lo esperé. Eso le valió ser quien escribiera la información. Por la tarde de la escandalosa fuga, me encontraba en la redacción de Noroeste afinando los detalles de lo que publicaríamos. Fue cuando sonó el teléfono y era Othón Manjarrez que me preguntaba que había sucedido en el penal. Que había muchos rumores. Othón me buscó porque quería enterarse de lo que llamó “el chisme del momento”. Le dije que ya que terminara iría a verlo a su casa. Y así fue.
Salí de las instalaciones del periódico y me dirigí a casa de Othón Manjarrez ubicadas cerca de Lavamex. Llegué y me recibió su señora Rosi que nos sirvió un café. Ya instalados en la sala comencé a platicarle a Othón lo sucedido en el penal y el escandalo nacional que ya había provocado. En eso estábamos cuando sonó el teléfono en casa de Othón. Respondió, era una señora antigua vecina de Othón cuando vivían por la calle Belisario Domínguez. Le colgó y me dijo: “Que crees Fernando, me avisó mi antigua vecina que llegaron varias camionetas cargadas con policías judiciales buscándome en mi antigua casa. ¿De qué crees que se trate?. Apenas terminó la frase y le dije. -Sabes Othón ya están buscando a quien culpar de la fuga. Y creo que tú eres el primero por el que vienen-. Le pregunte si la señora que le habló por teléfono les había dado la nueva dirección. Me respondió que sí. Fue cuando le dije sabes qué, vente conmigo a las oficinas del periódico. Ahí está Joel (Díaz) y le platicamos el tema.
Tanto Joel como yo fuimos muy amigos de Othón por muchos años. Lleve en mi carro a Othón hasta el periódico. Platicamos del tema con Joel y ahí salí de regreso a la casa de Othón. La familia de él se había quedado sola. Apenas estacione mi carro afuera de la casa de Othón y su señora me abrió la reja, aparecieron agentes de la policía judicial por ambos lados de la casa. Me di cuenta que ya la calle la tenían cerrada con sus patrullas. Que los agentes se habían desplegado con sus armas en la mano. Quien parecía ser el comandante que iba al mando se me acercó. Me preguntó si yo era Othón Manjarrez. Le dije que no y me identifiqué. El tono del jefe policiaco cambio de inmediato al saber que era periodista. Y le dije que yo era amigo de la familia y que por eso me encontraba ahí. Los policías se mantenían en sus puestos. Entonces invité al comandante a pasar él solo a la sala. Miré le dije, vamos hablar por teléfono con el Secretario General de Gobierno Juan Burgos Pinto. Le marque a Juan. Me respondió de inmediato. Le dije de la situación. Le señalé que todo parecía que intentaban inculpar a Othón por lo de la fuga. Y que los policías habían llegado inminentemente a detenerlo a su propia casa. Burgos Pinto me pidió un momento y que le volviera a marcar. Al otro lado de la línea pude escuchar más voces. Después me enteré que Burgos Pinto estaba acompañado por el propio Gobernador y por su jefe de seguridad el Teniente Coronel Gilberto Limón.
Como Burgos Pinto se tardó en regresar la llamada. Me comunique con Limón. Le dije que estaban por cometer una injusticia. Que no se trataba de buscar “chivos expiatorios” para salir al paso de lo sucedido en el penal. Y le reiteré que Othón era amigo mío y que denunciaría con todo cualquier intento de atropello. Fue Limón quien me pidió que lo comunicará con el comandante de la partida judicial que se encontraba afuera de la casa de Othón. Y les ordenó retirarse. Othón permaneció en el edificio de Noroeste hasta que cerramos la edición. Tanto Joel y yo le recomendamos que no regresara a su casa. Que hablara con su familia y que se salieran de ahí. Más valía no confiar, porque el Gobierno estaba desesperado por encontrar a quien culpar de la escandalosa fuga. Othón nos hizo caso y se fue de Mazatlán.
Días después la policía judicial aprehendió al joven Cuauhtémoc Conde a quien mantuvieron incomunicado en las instalaciones de la Procuraduría General de la República cuando se encontraban frente la Plazuela de Los Leones, en donde hoy son las oficinas del Comité Municipal del PAN. Conde en un descuido de sus custodios logró llegar a una escalera y se lanzó al primer piso quedando delicado de salud. No soportaba la tortura de la que estaba siendo objeto. Aún con todo eso fue consignado como presunto responsable de la evasión de presos en Mazatlán. Othón Manjarrez se salvo de milagro en ser detenido y seguramente torturado hasta que se declarara culpable. Y lo salvó su inclinación al mitote. Porque esa fue la causa que lo llevó a hablarme y de esa manera acudir a su casa para ser testigo de lo que pretendieron hacerle.