En el Día Internacional de la Mujer
Héctor Calderón Hallal
Este 8 de Marzo, vale la pena empezar con una reflexión: Hay una relación inequitativa entre los derechos y las obligaciones cotidianas de hombres y mujeres, en el mundo pero especialmente en México.
Si hay algún tema que bien valdría una nueva revolución social, es el tema de la reivindicación de los derechos de género, del femenil específicamente.
Esas nuevas “revoluciones”, empezarán “tendiendo bien la cama”. Por muy bravo o “bragao” que sea ese o esa revolucionaria.
¿Por qué?… Porque es precisamente esa función tan sustantiva que aparentemente no genera riqueza social, la que está confinada por “hábitus” histórico-sociales y deformaciones culturales a lo largo de la historia, a las mujeres.
Hay dos tipos de trabajo doméstico reconocido hoy día: el remunerado y el no remunerado.
Si bien es verdad que en México, no solo en el mundo en general, el “trabajo doméstico remunerado”, sí ha sido objeto de un reconocimiento mínimo en el plano legal, como resultado de la lucha de muchas décadas por los operadores, promotores y activistas mundiales de los llamados Derechos Humanos en sus categorías Económicas, Sociales, Culturales y Ambientales (DESCA por sus siglas), también es verdad que existe el llamado trabajo doméstico “no remunerado” y que este sigue al margen de cualquier reconocimiento legal.
Esto es francamente inaceptable, inverosímil.
Así entonces, mientras que hoy en México, nuestras trabajadoras y trabajadores domésticos ya no son invisibles; legalmente ya tienen derecho y acceso a:
Un salario digno. Un contrato de trabajo por escrito. Una jornada laboral justa de máximo ocho horas diarias, como establece la Ley Federal del Trabajo. Un seguro social. Una pensión por jubilación a los 25 años de trabajo. Un período vacacional. Un bono de aguinaldo. Un día de descanso semanal obligatorio.Una indemnización, según corresponda. Y de un trato respetuoso.
No obstante que en casa, el trabajo doméstico por supuesto que también genera riqueza social, de forma indirecta… no está reconocido.
Debemos monetizarlo, una “palabra mágica” y muy socorrida hoy en las redes sociales.
Con más circulante en su bolsa, las mujeres, amas de casa o jefas de familia, tendrán mayor capacidad de consumo y estimularán el mercado y la producción.
La llamada Carta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, 2022, un documento suscrito por INEGI, revela que en nuestro país, el Trabajo No Remunerado en los Hogares de México, en 2022, equivalió al 24.3 % del PIB nacional.
Fueron 7.2 billones de pesos, lo que equivale a esa cuarta parte del PIB.
De esta, las mujeres aportaron a su hogar el equivalente a $77, 192 pesos, osea el 72% y los hombres, el 28% restante… lo cual implica que las mujeres aportan 2.6 veces más en este rubro que los hombres.
Una aportación la del trabajo doméstico no asalariado, superior a la de las industrias manufacturera, comercio y servicios educativos, que fueron de 21.5, 19.6 y 3.4 %, respectivamente, en ese 2022.
Es indudable, algo tenemos qué hacer…
Por lo pronto, la apuesta de Xóchitl Gálvez, candidata del Frente Amplio Opositor, de normalizar y aplicar reglas de operación claras al “Salario Rosa”, es digna de respaldarse.
Pero sobre todo –como le escuché comentar en corto a Xóchitl , hace algunos días- lo más importante, es que se fomente en los ciudadanos –desde pequeños- la importancia de una cultura de compartir el trabajo doméstico, una vez que se adquiera conciencia de su valor y su importancia.
Por lo pronto se empieza a entender… que las grandes revoluciones del día, empiezan al “tender bien la cama…”.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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