DOMINGRILLA

FRANCISCO CHIQUETE

Nuestra historia reciente está llena de desgracias cotidianas, pero la que ocurrió este viernes en Culiacán no sólo es dolorosa, sino excepcionalmente grave. El secuestro de familias enteras en sus propios domicilios es una demostración de fuerza que el crimen organizado no necesita y que tiene afectos muy fuertes sobre la moral de la población.
No hay información de ningún tipo, salvo datos aislados que han recopilado los medios y que ha soltado la autoridad, pero a estas alturas no hay una versión completa de la historia lamentable que si bien no ha costado vidas (o no lo sabemos) ha sido por decisión de la propia delincuencia.
Después del desconcierto inicial en que todos trataron de minimizar el hecho y luego se contradijeron ante lo impactante de la realidad, nos hemos enterado de que una buena parte de los “levantados” están ya en libertad, aunque nadie nos informa si lo fueron gracias a la intervención de las fuerzas policíacas o por decisión de los captores. Como no hay detenidos ni precisión sobre los lugares en que ocurrió cada liberación, la conclusión es fácil: la policía ni cuenta se dio.
Cada vez que el tema de la inseguridad sale al debate nacional, las autoridades esgrimen las cifras en que se acredita un marcado descenso en la tendencia estadística de los asesinatos. Es un argumento técnicamente correcto pero difícil de defender, cuando el número total de crímenes durante el sexenio supera con creces al anterior y sobre todo, porque en este periodo se ha disparado también el problema de los desaparecidos.
En muchas ocasiones hemos comentado que la reducción de asesinatos se debe más a la dinámica de los grupos del crimen organizado que a la acción de la autoridad. Basta ver los impresionantes despliegues de su ejército particular, que hizo el cartel de Sinaloa durante los dos culiacanazos, aquellos operativos ejecutados para detener a Ovidio Guzmán.
En ambas ocasiones se dio un despliegue inusitado de elementos fuertemente armados, con vehículos blindados y en muchos casos a cara descubierta. Tanto del norte como del sur, debieron pasar por casetas que se abrieron mágicamente, y quienes bajaron de la sierra pasaron como Pedro por su casa. ¿Qué acción policíaca puede ser efectiva cuando la parte contraria tiene tal cantidad de elementos, tal capacidad de fuego y esa indiscutible capacidad de movilización?
Los medios informativos del país y del mundo apuntaron hacia nosotros y “nuestra noticia” fue muy destacada, opacada solamente por el deleznable atentado terrorista que ocurrió en Rusia contra población civil tan inerme como la nuestra. Por supuesto, las conclusiones fueron indignadas, denunciadoras y hasta disparatadas.
A decir verdad, al gobernador se le fue la onda cuando dijo que son cosas que lamentablemente pasan. Suena en efecto, a normalización de algo que no puede ser aceptado.
Pero cuando se habla de que “esto pasa en Sinaloa”, tendría que verse que en realidad se trata de un problema nacional. En cada región ocurren cosas condenables. Cuando no son levantones (también los hubo en Chiapas, casi simultáneamente), es el asesinato de policías, o ataques a población civil sin relación con los hechos delictivos.
El problema más grave es sin duda la impunidad, que alienta a la comisión y repetición de los delitos. En este gobierno que casi acaba, no sólo ha habido impunidad, sino falta de acción. caracterizada en el slogan “abrazos, no balazos”. Los gobiernos anteriores tampoco sirvieron para mucho y por eso heredaron un México tan violento, pero al menos hacían la faramalla, le daban a la población la fugaz satisfacción de anunciar acciones, que luego no servían o de plano no se hacían.
Pero hoy ni siquiera eso. El presidente András Manuel López Obrador acaba de declarar que no van a combatir a los cárteles porque lo ordene Estados Unidos, que aquí se opera en atención a las necesidades nacionales, sin injerencias extranjeras. Suena bonito, pero lo que necesita la población es que se actúe sin límites ni prejuicios. A quienes más satisface esa esa declaración es a los grupos delictivos, que pueden encontrar ahí una especie de certificado de impunidad.
La reacción concreta, no sabemos si efectiva, pero específica, fue el envío de seiscientos elementos del Ejército o de la Guardia Nacional, para reforzar la vigilancia. Por desgracia esas acciones nunca han sido efectivas. Lo vemos en Acapulco, donde los miles y miles de elementos han sido inútiles frente a la persistencia del crimen organizado o no organizado.
Lo vimos también aquí en Sinaloa, cuando nació la intervención militar en la lucha contra la delincuencia. Cuando Fox, se crearon las Bases de Operación Mixta Urbana, las larguísimas filas de vehículos oficiales con decenas de soldados y agentes civiles que sólo se paseaban por las ciudades del estado, mientras los delincuentes esperaban a que pasara el desfile para asaltar, asesinar o despojar de su carro a los transeúntes. Las Bomu, por cierto, terminaban sus recorridos a las seis y media 0de la tarde, quizá porque era muy peligroso andar en la calle después de esa hora.
NO HAY PELIGRO
Cuando se le pregunta a un político sobre la seguridad, tendría que estar muy alerta para no ser optimista, porque precisamente en el momento en que diga que todo está bajo control, ocurre una desgracia que impacta a todos. Pero no, puede más la compulsión por garantizar al mundo que él y los suyos han sido útiles en ese renglón.
Le acaba de pasar al candidato a senador por Morena, Enrique Inzunza Cázares, quien dijo que en Sinaloa no hay violencia política, por lo que los ciudadanos pueden acudir a votar tranquilamente el próximo dos de junio. Si quieren podemos olvidarnos de que en Mocorito un aspirante a la Presidencia Municipal prefirió bajarse de la candidatura opositora porque recibió presiones nunca precisadas, pero que lo hicieron alejarse de lo que se veía como una posible victoria; podremos olvidarnos también de que en El Rosario, un aspirante que ya fue alcalde y aparece con amplias posibilidades de triunfo, siguió el mismo camino de la renuncia, por aquello del “no te entumas”.
Pero pensar que la gente puede salir tranquilamente a votar en una ciudad en la que los delincuentes se pueden dar el lujo de entrar a las casas a sacar a decenas de personas y llevárselas secuestrada, ya es una utopía mayor.
Cada quien habla de la feria según le va en ella. A don Enrique le ha ido bien.
El caso fue asunto a nivel nacional, por lo que las candidatas presidenciales Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum externaron sus opiniones.
Xóchitl, por supuesto, fue muy crítica y advirtió que en su gobierno (que espera ocurra en el presente relevo sexenal) no se permitirá la impunidad, que se combatirá al crimen organizado y se hará justicia en todos los casos. Por supuest0o, su papel como opositora es condenar la ineficacia de quienes gobiernan.
La doctora Sheinbaum empezó sentenciando que se deben combatir las causas para evitar estos acontecimientos, pero luego echó mano de un equivalente al célebre “el PRI robó más” y advirtió que habría que medir lo que ocurría en esa materia hasta 2018. No estoy de acuerdo con que hoy existan más casos, dijo con esa frescura con que se niegan o minimizan los problemas del país.
EL CRIMEN DE LOMAS
TAURINAS, A 30 AÑOS
Este sábado 23 se conmemoraron treinta años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial priísta cuya desaparición impactó a todo el país y aceleró los cambios políticos que ya se habían manifestado con tanta fuerza en la elección de 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas puso a temblar al sistema.
Entre todos los trabajos periodísticos que se desplegaron con esa fecha, el periódico Excelsior entrevistó al sinaloense Heriberto Galindo, quien fue un hombre muy cercano al candidato asesinado. En la entrevista, Galindo recuerda con lujo de detalle todos los acontecimientos de la víspera, destacando la llamada en que el presidente le ordena agradecer a Manuel Camacho Solís el respaldo que dio a la candid<tura colosista, aunque hubiese sido tan tardía.
La entrevista es muy reveladora y muy sentida, muestra las condiciones políticas que privaban en el país, las impresiones de la gira de Colosio por el estado de Sinaloa, donde podría decirse, gozó de su mejor día de campaña, el único en que pudo trabajar a sus anchas, sintiendo que la Presidencia de la República estaba verdaderamente al alcance de su mano.
Los detalles de la entrevista muestran efectivamente, su cercanía con el hombre de Sonora, quien le había ofrecido que encabezaría la CNOP nacional. Aunque no lo dice ahí, durante la despedida en el aeropuerto de Culiacán, de donde volaría a La Paz y después a Tijuana, Cokosio le adelantó que sería candidato al Congreso: “que no se te haga mucho una senaduría y que no se te haga poco una diputación federal”. Algunos encargos le cumplió ese día, antes de enterarse, vía la televisión, del atentado y luego de la muerte de Colosio.
Durante la jornada en Mazatlán, nos tocó viajar con Colosio del Estero del Infiernillo al aeropuerto, platicamos con él, le escuchamos algunos conceptos, preguntó sobre los asuntos de nuestra ciudad, y cuando circulábamos a la altura de Urías, Ramiro Pineda, su auxiliar en el área de prensa, le informó que en esos momentos Manuel Ca acho Sol+is, el aspirante derrotado y rejego en la contienda interna proísta, acababa de anunciar formal y explícitamente que no buscaría ser candidato ni por el PRI ni por otro partido, que respaldaba la postulación de Colosio (más de dos meses después de iniciada la campaña) y que entre una candidatura y la paz, prefería la paz, por lo que seguiría coordinando la mesa de diálogo con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
A Colosio se le iluminó la cara. Si al principio del viaje se había quejado contra los que descalificaban sus giras (“no sé por qué chingados dicen que no funciona, mi campaña es alegre, nutrida, la gente participa”) tras la noticia estuvo radiante, sin recibir aún la instrucción presidencial referida por Galindo, habló maravillas de Camacho Solís, desechó cualquier rencor por su actitud de disidencia agresiva. Es un cuate a todo dar que le está sirviendo mucho al país, sostuvo.
Afuera del aeropuerto fue recibido con premura, como narra Heriberto Galindo, y se le llevó a la torre de control. Lo vimos apresurarse, aunque ya no lo vimos hablar por teléfono. Es fue privilegio de Heriberto.
En la plática con nosotros (iba yo de copiloto y atrás Fernando Zepeda, Ramiro Pineda y el general Domiro García Reyes), se tocó el tema del discurso del seis de marzo, cuando como si fuera opositor, dijo que veía un México con hambre y sed de justicia, y se pronunció contra los abusos de quienes utilizan el poder para beneficiarse.
Pero lpo que más se le grabó a este reportero fue su reacción ante una pinta colocada en el segundo piso de una casa del Estero del Infiernillo “hasta cuándo vamos a tener que aguantar el abandono y las injusticias de los gobiernos hacia los pobres…” leyó en voz alta, trabajosamente, porque el letrero estaba pintado en una tabla relativamente pequeña y con una caligrafía apeñuscada.
Terminó la lectura, siempre manejando la blazer en que se desplazaba por todo el país, y exclamó inconforme: ¡Pues déjenme llegar a la Presidencia, chingado!
No lo dejaron. AL día siguiente por la tarde, caería asesinado en Lomas Taurinas.
DON JUAN HIGUERA
Este sábado falleció un personaje de nuestro puerto, don Juan Higuera Mariscal, conductor de la hora municipal por varios años, locutor comercial y cafetero de tiempo completo en la Panamá Juan Carrasco. Reposará seguramente al lado de su hermano Miguel Higuera Mariscal, El Cafetero Asoleado, a quien seguimos extrañando. Nuestras condolencias a su hermano Fernando Higuera, y nuestra despedida a este hombre alegre, modesto, optimista, ocurrente y dueño de un vozarrón, que siempre deseaba y ofrecía ¡ánimo!

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