Claudia Sheinbaum ganó por amplio margen las elecciones y se convirtió en la primera mujer presidenta en la historia de México
El triunfo de la sucesora de López Obrador significa un mandato electoral que incluye la decisión política de enfrentar a los cárteles del narcotráfico, ajustar el déficit fiscal y promover nuevas inversiones, y definir una agenda con la Casa Blanca que permita profundizar las relaciones comerciales y resolver la crisis migratoria.
(Enviado especial a Ciudad de México) – El poder en México ya tiene cara de mujer: Claudia Sheinbaum fue elegida Presidente tras vencer a los candidatos Xóchitl Gálvez Ruíz y Álvarez Máynez. Será la primera mujer de la historia de México que ocupe el Palacio Nacional, y el próximo 1 de octubre sucederá a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Aunque todavía no es oficial, la candidata de Morena fue consagrada luego de que su rival inmediata le concediera el triunfo. Minutos antes, había sido proclamada como presidenta virtual por el Conteo Rápido oficial.
A las 00.00 (hora de México), el Instituto Nacional Electoral (INE) informó por cadena nacional que Sheinbaum había obtenido más del 57% de los sufragios, un porcentaje de votos que marcan una tendencia en los comicios que Xóchitl Gálvez Ruíz y Álvarez Máynez ya no podrán descontar.
La presidenta electa de México estaba en su bunker de campaña cuando el anuncio oficial confirmó que su sueño político y personal se había cumplido. Sheinbaum consolida así un proyecto de poder de izquierda en México que inició AMLO con su propia presidencia en 2018.
La alianza ganadora “Sigamos hacienda historia” -que incluye a Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista de México– no sólo venció en la carrera presidencial: también reforzó sus mayorías en el Senado y la Cámara de Diputados, una variable del poder institucional que facilitará la agenda de Estado de Claudia Sheinbaum.
Los votos obtenidos implican una instrucción popular a Sheinbaum que se vincula al combate contra la violencia protagonizada por los cárteles de la droga, la mejora de la economía que sufre déficit fiscal y baja inversión directa extranjera; la necesidad de resolver la crisis causada por la migración indocumentada y la decisión política de remozar los vínculos bilaterales con Estados Unidos.
La violencia criminal marcó un tendencia in crescendo durante toda la campaña electoral. Y la suma de tropas de la Guardia Nacional, Ejército y Marina -más de 259.000 efectivos- no sirvió para frenar una ola de ataques y atentados que atravesó a todo México.
Es decir: la sociedad se militarizó, y los resultados de prevención fueron escasos.
Cuando los candidatos presidenciales cerraban sus campañas, un sicario asesinó a Alfredo Cabrera, candidato opositor a la Alcaldía de Coyuca de Benítez en Guerrero, y horas más tarde caía Jorge Huerta, que buscaba el cargo de regidor en Izúcar de Matamoros en Puebla. También fue muerto Israel Delgado Vega, aspirante a síndico de Cuitzeo (Michoacán) antes que inicien los comicios.
Estos no fueron hechos aislados, son una tendencia que preocupa a la presidenta electa. En el último año fueron asesinados 38 candidatos, y se computan al menos 320 incidentes violentos contra políticos, acorde al monitoreo que realiza la consultora Laboratorio Electoral.
Se trata de un fenómeno delictivo que incluyó a todas las fuerzas políticas. El Partido Acción Nacional (PAN) sufrió el mayor número de amenazas (27), mientras que Morena enfrentó la mayor cifra de asesinados (11) y de secuestrados (16). Las estadísticas demuestran tres estados con la mayor cantidad de homicidios: Guerrero (9), Chiapas (5) y Michoacán (6).
Sheinbaum tiene como prioridad enfrentar al delito organizado, asumiendo que es una exigencia de la sociedad expresado en la cantidad de votos que recibió en las zonas calientes de México.
No será una tarea fácil. Las bandas delictivas tienen fondos para corromper, manejan una fuerte logística con control territorial y no respetan a ninguna autoridad del gobierno nacional. Además está el tráfico de Fentanilo hacia Estados Unidos, que torna más compleja la solución a una espiral de violencia que no cesa.
La crisis humanitaria causada por la migración indocumentada impacta en la campaña electoral de Estados Unidos y afecta la política domestica de México. Joe Biden define una orden ejecutiva para controlar los flujos migratorios, y no descarta cerrar la frontera sur a pocas semanas de los comicios presidenciales, que sucederán el 5 de noviembre.
Sheinbaum no comparte la táctica migratoria del líder demócrata. La presidenta electa quiere un mecanismo de identificación de cada migrante y un plan de asistencia social que involucre a los países que expulsan a sus ciudadanos por razones políticas, económicas y sociales.
“Esa va a ser y va a seguir siendo nuestra posición, que es cooperación para el desarrollo. Que haya un apoyo a México, pero principalmente a Centroamérica y a otros países en donde hay migración para llegar a Estados Unidos”, sostuvo Sheinbaum en plena campaña electoral.
Desde esta perspectiva, la sucesora de AMLO propone un mecanismo de cooperación regional y rechaza el cierre de la frontera como medida in extremis. Sheinbaum asume que esa medida electoral de Biden deja la crisis humanitaria en su territorio, y no aporta ninguna solución que evite el sufrimiento de miles de latinoamericanos que marchan desde el sur profundo hasta la orilla del río Bravo.
México es el principal socio comercial de Estados Unidos, y Sheinbaum definió una nueva estrategia diplomática con Washington. Ella entiende que es necesario concluir con las relaciones bilaterales a libro cerrado y que es indispensable remozar los vínculos con una nueva hoja de ruta que impliquen mayores beneficios para la economía local.
La clave de esta futura estrategia con Estados Unidos se apalanca en el Nearshoring, que es la relocalización de empresas como método de softpower para evitar rupturas en la cadena se suministros, y en el caso de México, la posibilidad de acceder a inversión extranjera directa que intenta escapar de legislaciones restrictivas que responden a lógicas geopolíticas.
En este sentido, Sheinbaum pretende negociar con la Casa Blanca su plan de Nearshoring, adonde no importaría la nacionalidad de la inversión, si se proponen modelos de desarrollo a favor de las poblaciones locales.
Es decir: la presidente electa no pondría barreras legales a China, pese la puja global que protagoniza contra Estados Unidos.
“Lo que tenemos que buscar es que estas industrias que están llegando a México tienen que estar en polos de desarrollo, como son el caso de los polos del sureste, en otros lugares del país de acuerdo con la vocación territorial de cada uno de los estados de la República”, adelantó Sheinbaum en campaña.
La presidente electa tiene agenda de Gobierno y hoja de ruta para tratar de cumplir el mandato popular que recibió desde las urnas. Es una exigencia de la sociedad mexicana que sufre las consecuencias de la violencia y de la situación económica, tras una administración nacional que lideró AMLO y que Sheinbaum compartió desde la ideología y la acción partidaria.
Hay un interrogante que puede perseguir como una sombra a la futura presidenta, y que sólo ella puede exorcizar en un instante.
La figura omnipresente de López Obrador se expande por todo México, y dependerá de Sheinbaum si lo sienta a su lado para tomar las decisiones de Estado, o le indica con la sutileza del poder emergente que su ciclo político ha terminado.
Con información de Infobae