Paúl Chávez

La gratitud expande la fe y multiplica la abundancia. Quien tiene el hábito de ser agradecido y es como los niños, descubre posibilidades.

 

Otro salto en paracaídas

Hace 15 días publiqué que Dorothy Hoffner de 104 años de edad se tiró en paracaídas animada por una sueca de 103 que lo hizo antes; Dorothy esperaba recibir el récord Guinness por ser la más longeva pero falleció apenas unos días antes de recibirlo.

Pero esa sonrisa de satisfacción y de plenitud que emerge desde dentro al superar miedos, lograr hazañas y romper límites personales no se la quitó nadie y llegó sonriente con San Pedro. Todos deberíamos llegar así con una sonrisa de plenitud al vivir la vida realmente. El miedo a vivir paraliza, la fe lo suple, jugar la recupera.

Me acaba de escribir un amigo cercano a 4 décadas que también se animó a tirarse de un paracaídas, sus sueños lo impulsan a viajar por el mundo y lo vimos feliz hace años al cumplir su gran ilusión de conocer Disneylandia en París disfrutando como niño de los juegos.

Los niños creen por naturaleza

La gente va perdiendo la fe al crecer, el peso de las experiencias al parecer lo dificulta, lo ordinario parece indicar lo contrario a lo que la fe nos sugiere.

Sin embargo muchos mayores reviven su fe sobrenatural, basada ésta en la ayuda y en la petición, por la edad. En cambio la fe de los niños es distinta: es una Fe de posibilidades. El chiste es recuperar de grandes la fe de los niños. Es decir, en distinguir cuales limitaciones son más imaginarias que reales y en atrevernos más. Dorothy y la sueca pusieron la muestra cuando muchos ni se atreven a salir para no pescar un resfriado.

Por su fe, los niños logran la excelencia en lo que se proponen al igual o superando a los adultos, a un bebé ruso lo ponen a tocar encima del teclado y atento improvisa con acordes “avanzados” con ambas manos, sus hermanas mayores, buenas pianistas, muestran sus sorprendentes avances con el piano al superar el año de edad. Hay niños virtuosos dirigiendo orquestas que sorprenden. ¿Cuál es su secreto?

Creer como creen los niños

Es muy simple “se lo creen”

Todos de niños fuimos artistas, creativos, deportistas, inventores, experimentadores, lo que hacíamos solíamos hacerlo muy bien por naturaleza mientras un adulto, un profesor o un compañero, no lo impidiera.

Recuerdo en la primaria cuando descubrí asombrado como se formó el color blanco mezclando todos los colores disponibles y como elaboraba pólvora moliendo el carbón a mano, comprando y mezclando los químicos en la farmacia y con los tubos de aluminio de la vitamina C hacía cañones y me deslumbraba la llama que salía al detonar la mecha en la noche.

La fe y otros detonan el talento

En Culiacán en el Noroeste de México, Delfino Infante animó el talento de cantante de su hijo Pedro y éste se lanzó creyéndole, don Max Gómez un hombre que dejó una gran huella en Sinaloa creyó en él y lo invitó a cantar en 1936 con sus amigos en su radiodifusora, la XEBL la pionera en Sinaloa; uno de ellos Manuel Tanamachi padre de un guitarrista clásico sinaloense tocaba con Pedro, el programa se llamó “La Hora de Pedro Infante” duró año y medio, Pedro tenía 16 o 17 años.

Gracias al apoyo de Don Max en la XEBL, padre de un compañero mío, se animó 3 años después a cantar en la CdMx en la radiodifusora XEB, “La B grande de México” y ahí surgió su fama como cantante al reafirmar su propio estilo.

Un sagaz productor de cine descubrió y sacó a flote la auténtica personalidad de Pedro y le pidió que actuara sin actuar, pues sus primeras actuaciones dejaban mucho que desear, Ismael Rodríguez lo catapultó a la inmortalidad y en el subconsciente colectivo de México, pues Pedro Infante “no ha muerto”, lo siguen viendo y oyendo.

Una anécdota marcó de por vida a Angélica María “La Novia de México”, apareció por vez primera en una breve escena cuando tenía 12 años en la película “Los Gavilanes” en 1956, Pedro Infante se le acercó y se puso a su altura sentada y le dijo con voz confiada “tienes que llorar”, él empezó y Angélica también lloró rápidamente. Pedro le dijo “A ver, ponte triste. Ponte alegre. Tú vas ser una gran artista porque hablas con los ojos como yo… pero no se lo digas a nadie”.

La vida de Beethoven contrasta con el maltrato que recibió de su padre borracho de niño pero su madre confió en él. No se diga el tremendo apoyo de su padre a Mozart.

Seamos como los niños

Cuando nos dicen que tenemos que ser como niños, en parte es recuperar esa fe en nosotros mismos de la niñez. Por eso son geniales. Hemos dejado dormir al genio con el que nacimos dejándonos sustraer por las responsabilidades, las preocupaciones, ocultando nuestras cualidades innatas quizás por dedicarnos a oficios lejanos del talento natural, por eso la gente no ama su trabajo y agradece el viernes.

Donde hay niños hay luz, hay alegría, hay esperanza. Juguemos, seamos como niños.

paulchavz@gmail.com

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