LA TAREA NUNCA ACABA

Juan Alfonso Mejía

Dr. En Ciencia Política

 

¿Putin en México?

 

El presidente de la República convocó a una marcha para celebrar su IV Informe de Gobierno. Lo hizo a los pocos días de celebrarse “la marcha por la democracia” en favor del Instituto Nacional Electoral (INE) el pasado 13 de noviembre. Luego de menospreciar la movilización de más de 200 mil personas en la Ciudad de México y más de 50 ciudades del país, intentó confundir a la opinión pública sobre las razones que los llevaron a salir a la calle. Se refirió a ellos como gente que sólo defendía privilegios. Finalmente remató: “fue un striptease democrático, todos quedaron al desnudo”.

 

Hay que tomarle la palabra al presidente, sin importar de qué lado se nos quiera acomodar. En una cosa tiene razón, la ambigüedad no fortalece los mecanismos de una democracia. Por el contrario, contribuye a crear fachadas (engaños) democráticas o autoritarismos electorales, autoritarismos al fin.

 

Las decisiones en política, para ser comprendidas en su justa dimensión, exigen de un contexto. La convocatoria del régimen a “la otra marcha” debe leerse desde la forma muy personal de gobernar de López Obrador. Por un lado, el objetivo es destruir lo existente, lo que nada tiene que ver con la funcionalidad o la eficacia “del mañana”. Lo trascendente se reduce a acabar con el pasado. Sólo así se entiende la cancelación del NIACM, del seguro popular, de las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo o ahora, del INE, por citar algunos. Destruir permite, desde una óptica, reinventar la historia.

 

Segundo, la voluntad del líder es la base para cualquier decisión. No es la ley, ni los procedimientos y muchos menos las instituciones. Sólo su voluntad cuenta. Gracias a ella, no existe la incertidumbre ni la discusión, tan característica de los regímenes democráticos. Si el líder lo dijo, se hace. Por eso nos gastamos una millonada en el AIFA, aun a sabiendas de que no funcionaría; en un Tren Maya, en el que se violan los amparos interpuestos por ciudadanos para impedir la tala de árboles; en CFE o en PEMEX, a pesar de las pérdidas financieras acumuladas, de 95 mil millones durante el 2022 en el primer caso, y 224 mil millones para el segundo en el 2021. Puros caprichos.

 

Tomarle la palabra al régimen implica salir de la ambigüedad, desnudarse, hacer un striptease democrático. De acuerdo con de Timothy Snyder, autor del libro “El camino hacia la no libertad”, los autoritarismos se alimentan de la falta de claridad sobre las formas de un gobierno. O mejor dicho, las formas son evidentes a nuestros ojos, pero la autocensura de aquellos que prefirieren callar frente a lo innegable, por miedo o porque les acomodaba, es más fuerte. Es urgente empezar por señalarlas.

 

La pérdida de la libertad, menciona el autor, comienza por renunciar a pensar por sí mismos. La ambigüedad se alimenta en la medida en que una persona renuncia a su individualidad. Por eso, cientos de miles de ciudadanos que tomen las calles en un país de manera libre, son una franca amenaza para la continuidad del régimen.

 

En su obra, Snyder centra su análisis en Rusia y su líder máximo, Vladimir Putin. Lo utiliza como excusa para advertir al mundo de un nuevo modelo de gobierno, que no es de izquierda, ni de derecha; es un esquema en el que algunos optan por defender las libertades y otros optan por acabar con ellas. El modelo es exportable, y comienza por hacer confuso su perfil ideológico, pero sus formas los delatan, advierte.

 

Putin no es de izquierda, es un fascista; tampoco es un demócrata, es un autoritario. Se distingue, asegura, por 1) centrar su figura cerca de Dios; 2) es arbitrario, detesta que lo contradigan; 3) desprecia cualquier política que tenga sus raíces en la sociedad; 4) y, ante todo, se ve a sí mismo como un redentor, comparado con “la patria” que él defiende.

 

Según su visión, no comete ningún mal, pues es un “dictador democrático”. Por eso se entiende que, este tipo de “liderazgo”, considera oportuno “­[…]rechazar la interpretación mecánica y aritmética de la política, así como la fe ciega en el número de votos. El voto debe unir a la nación en un gesto de sumisión”. ¿Será que Putin ya está en México?

 

Entiéndase como se desee, lo cierto es que el mandatario ruso querría un INE autónomo, razón de ser de “la otra marcha”.

 

Que así sea.

 

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