Francisco Chiquete

Luis Enrique Ramirez fue siempre un gran periodista y una persona tranquila, cuya conducta hacía imposible pensar que pudiese ser víctima de un asesinato premeditado, como evidentemente es su caso. Por ello ha generado una ola de indignación en el estado y en el país.

Pero la respuesta gubernamental hasta este momento no corresponde con la gravedad del asunto. En una primera conferencia sobre el tema, la fiscal general del estado, Sara Bruna Quiñónez recibió una pregunta de rigor: ¿se hará justicia en este caso? -Pues… yo espero que sí.-

Si esa es la convicción con que se hará la investigación, estamos aviados.
Normalmente este tipo de crímenes genera reacciones airadas y hasta heroicas entre las autoridades, aunque sólo lo sean en teoría. Por lo pronto, el vocero presidencial Jesús Ramírez salió a su ventana de twitter a decir que no habrá impunidad, lo que es muy bueno, aunque no pasa de ser una expresión solitaria a la que no se acompañó con el compromiso de trabajar con la Fiscalía General de la República para atraer el caso o de aportar elementos para reforzar las tareas de investigación.

El gobernador Rubén Rocha Moya salió luego luego a expresar su consternación, pero también a cuidar el lenguaje. Se refirió al fallecimiento de Luis Enrique y no al asesinato del periodista. Siendo un hombre de palabra fuerte, recién demostrada en su enojo con algunos medios, prefirió ser suavecito. Y eso que la víctima le ayudó como vocero en su campaña de 1998 por la gubernatura.

El PRI Sinaloa fue peor: simplemente emitió una condolencia, como si el fallecimiento (como dijo RRM) hubiese sido por causas naturales y no por un crimen al que hay que condenar y por el que se deba exigir justicia. La dirigente estatal Cinthia Valenzuela no fue más cauta que su homólogo de Morena porque Manuel de Jesús Guerrero Verdugo prefirió guardar silencio. Y el senador por el PRI, Mario Zamora Gastélum, cuyas causas defendió frecuentemente Luis Enrique, se conformó con un posteo escueto: “Una pena lo de Luis Enrique”. Y como ellos muchos, sobre todo los activistas de izquierda que desde la oposición solían ser vociferantes, hoy optaron por la prudencia. Son los tiempos y la relación con el poder.

Muchos nos seguimos preguntando qué pasa en México. Hace poco el presidente reaccionó indignado porque desde el extranjero se señaló la peligrosidad del país para quienes ejercen el oficio periodístico. La impunidad que ha campeado en la gran mayoría de los cincuenta y tantos casos que van contabilizados en este sexenio (nueve en lo que va del año) es un aliciente para quien quiere cobrar cuentas de esa manera, y si le profundizamos, el lenguaje violento contra periodistas críticos también incentiva y lo hace de manera generalizada.

Es inevitable recordar que el propio Luis Enrique se dijo señalado por asesinos cuando mataron a Humberto Millán Salazar, a Luis Pérez y otros dos, aparentemente relacionados con esos casos. Se fue, protegido por ARTICLE 19 México y después de un tiempo regresó sin que aparentemente enfrentara algún problema.

Efectivamente, es una pérdida. Luis Enrique tenía dotes para la literatura, un manejo impecable y creativo del idioma, una sensibilidad que le permitió empatar perfectamente con doña Elena Poniatowska, con quien colaboró durante un tiempo, conservando por el resto del tiempo el reconocimiento de la brillante escritora.

Los asesinos frustraron así una brillante carrera que bien pudo habernos brindado los trabajos literarios que le bullían en la cabeza, pero sobre todo, privaron de la vida a una buena persona. Ojalá la señora fiscal pase de creer que sí hará justicia, a la convicción de una investigación exitosa y de resultados.

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