Las estadísticas no mienten, pero tampoco hablan solas: alguien siempre decide qué decir con ellas.
BITÁCORA INQUIETA
Jesús Octavio Milán Gil
19 de diciembre de 2025 no fue un día cualquiera en la narrativa del poder.
En la conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum afirmó que México ha logrado un avance histórico: menos pobreza, más clase media. El mensaje fue claro, contundente, políticamente eficaz. Pero como toda afirmación que aspira a convertirse en verdad histórica, exige algo más que aplauso: exige verificación, contexto y honestidad intelectual.
No se discute el hecho central: la pobreza por ingresos en México ha disminuido y la clase media ha crecido en los últimos años. Esa afirmación tiene sustento en mediciones internacionales y nacionales. Lo que sí se discute —y debe discutirse— es cómo se presentan esas cifras, qué metodología las respalda y qué silencios las acompañan.
Porque entre la verdad estadística y la verdad social existe un terreno resbaladizo donde la política suele moverse con soltura.
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I. Lo que sí es cierto
De acuerdo con mediciones del Banco Mundial, México ha experimentado una reducción significativa de la pobreza monetaria desde 2018, especialmente cuando se mide bajo líneas internacionales de ingreso. Millones de personas dejaron de ubicarse por debajo de esos umbrales, y una parte relevante ingresó a lo que el propio Banco Mundial define como clase media: hogares con mayor capacidad de consumo, menor vulnerabilidad inmediata y más margen de decisión económica.
También es cierto que los programas sociales de transferencia directa, el aumento sostenido del salario mínimo y la recuperación del empleo formal tras la pandemia contribuyeron a ese resultado. Negarlo sería intelectualmente deshonesto.
En ese sentido, cuando el vocero presidencial Jesús Ramírez expuso datos sobre el crecimiento de la clase media apoyándose en informes recientes del Banco Mundial, no mintió. Presentó cifras reales, provenientes de una institución con credibilidad técnica internacional.
Hasta aquí, los hechos.
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II. Donde comienzan los matices incómodos
El problema no está en afirmar que la pobreza bajó. El problema está en cómo se construye el relato.
Durante la mañanera y en la reproducción mediática posterior, se difundieron cifras como estas:
Que la pobreza pasó de 41.9% a 29.6%
Que los “no pobres ni vulnerables” crecieron de 29.3% a 42.3%
Que la pobreza disminuyó 13.6% y la clase media aumentó 12.4%
Aquí empieza la zona gris.
Esas cifras no pertenecen todas al mismo marco metodológico, ni provienen del mismo sistema de medición, ni fueron usadas de manera homogénea en el informe presentado ese día. Algunas corresponden a mediciones internacionales por ingreso; otras, a estimaciones nacionales de pobreza multidimensional; otras más, a ejercicios analíticos de instituciones financieras privadas o académicas.
Mezclarlas sin explicarlo no es un error técnico menor: es una decisión política.
Porque la pobreza medida por ingreso no es lo mismo que la pobreza multidimensional. La primera observa cuánto gana una persona; la segunda incorpora carencias en salud, educación, vivienda, alimentación y seguridad social. Una familia puede haber superado una línea de ingreso y seguir sin acceso efectivo a servicios médicos, sin pensión, sin agua potable continua o sin certeza laboral.
Reducir la pobreza monetaria no equivale automáticamente a reducir la vulnerabilidad estructural.
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III. La clase media: ¿expansión real o franja frágil?
Otro punto clave del discurso oficial fue la afirmación de que hoy hay más clase media que pobres en México. Técnicamente, bajo ciertos criterios internacionales, esto puede ser correcto. Socialmente, la afirmación es más problemática.
La llamada “nueva clase media” mexicana es, en buena medida, una clase media frágil:
Con ingresos apenas por encima del umbral de pobreza
Altamente expuesta a shocks económicos, enfermedades, inflación o desempleo
Dependiente del mercado informal y con escasa protección social
No es la clase media consolidada que ahorra, invierte, planea y hereda estabilidad. Es una clase media que vive al día con mejores números, pero con los mismos miedos.
Celebrar su crecimiento sin reconocer su precariedad es construir una victoria incompleta.
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IV. El riesgo del triunfalismo estadístico
Aquí es donde la narrativa oficial se vuelve peligrosa.
Cuando el poder político convierte las estadísticas en consigna, corre el riesgo de confundir reducción de pobreza con superación del problema, y crecimiento de clase media con justicia social alcanzada.
México sigue siendo un país:
Con profundas desigualdades regionales
Con servicios públicos desiguales
Con alta informalidad laboral
Con movilidad social limitada
Las cifras positivas existen, sí. Pero no autorizan al autoelogio sin autocrítica.
El uso selectivo de datos, la mezcla de metodologías y la presentación triunfalista generan una ilusión de cierre: como si la tarea estuviera hecha. No lo está.
V. La verdad completa es más incómoda, pero más útil
Decir la verdad completa implica sostener dos ideas al mismo tiempo, sin miedo:
México ha avanzado en reducción de pobreza monetaria y ampliación del ingreso.
México no ha resuelto la pobreza estructural ni la fragilidad de su nueva clase media.
Ambas son ciertas. Negar una empobrece el análisis; exagerar la otra empobrece el debate público.
La estadística, usada con rigor, ilumina. Usada como propaganda, oscurece.
Epílogo: cifras con conciencia
Las cifras importan. Salvan políticas, orientan presupuestos, cambian vidas. Pero solo cuando se presentan con contexto, método y humildad.
El 19 de diciembre de 2025 quedará como una fecha en la que el gobierno afirmó un logro real, pero también como un ejemplo de cómo el poder tiende a redondear la realidad para que encaje en el discurso.
En Bitácora Inquieta no negamos los avances. Pero tampoco renunciamos a la pregunta incómoda:
¿Cuántos mexicanos dejaron de ser pobres… y cuántos solo cambiaron de categoría estadística sin cambiar de destino?
Porque el país no se transforma cuando las cifras mejoran,
sino cuando la vida cotidiana deja de ser una estadística frágil.
El saber no descansa, la lectura provoca y el pensamiento sigue. Nos vemos en la siguiente columna.

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