LA TAREA NUNCA ACABA

Cuando la evidencia,
te evidencia

Ahora le tocó el turno a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), quien en su último reporte ubicó a México como el 4to país donde existen más jóvenes que “Ni estudian Ni trabajan”. Entre los jóvenes de 18 a 24 años considerados “NiNi’s” por su status económico y social, “El Panorama de la Educación. Indicadores de la OCDE, 2022” subraya el 21.7% de nuestro país, sólo superado por Brasil (35.8%), Italia (27.1%) y Chile (26.1%). Si sólo fuera la OCDE, quizás sería anecdótico; pero no es la única organización en prevenir sobre el impacto de una “generación perdida”.

La OCDE es el cuarto organismo internacional con un llamado hacia México. Primero fue la UNESCO, urgiendo al gobierno a regresar a las aulas; la Organización Mundial de la Salud (OMS) insistió en la trascendencia de vacunar a los niños entre 5 y 12 años; el Banco Mundial fue de los primeros en insistir en la recuperación de los aprendizajes. Parcería que los llamados son en vano. En el fondo, a este gobierno no le gusta atender la evidencia.

Más allá de decidir bien o mal, se trata de decidir con base en evidencia, cosa que este gobierno rechaza. El reporte de la OCDE no sólo es un recordatorio, es una oportunidad para corregir.

Primero, está sumamente comprobado que las becas no combaten el abandono escolar. En 2021, a pesar de concentrar el 49.5% del presupuesto educativo en cuatro programas de este tipo, hoy atestiguamos, una vez más, que “hay factores subyacentes en los eventos de deserción escolar más allá de los económicos que afectan de forma diferenciada a alumnos. Incrementar el acceso y la permanencia en el sistema educativo podría requerir de una estrategia más compleja que articule, no sólo la transferencia de recursos monetarios a los becarios, sino un marco de atención integral con perspectiva de género para los becarios.” En pocas palabras, ya está comprobado hasta el cansancio. Con las becas NO ALCANZA.

Segundo, los criterios de medición deben ser modificados. Los gobiernos se preocupan demasiado por las cifras y los porcentajes, pero muy poco por las personas. Al hablar de abandono escolar, se centran en matricula, pero pocas veces en trayectorias. La pandemia fue un buen ejemplo de ello. En lugar de dimensionar las barreras que cada niño, niña o joven tiene para permanecer en la escuela, muchos gobiernos optaron simplemente por voltear a ver si estaban inscritos o no. El INEGI previno sobre esta situación y generó un cálculo, en el que hablaba del riesgo de tener hasta un 20% de abandono escolar. Cuando le preguntaron en la mañanera a la entonces secretaria, Delfina Gómez, dijo que sólo era de 2%. Claro, ella sólo se fijaba “en las hojitas” que le entregaban los funcionarios, pero no pensaba en los problemas enfrentados en preescolar, en 3ro de primaria, en 6to, en 1º de secundaria, por dar unos ejemplos.

Tercero, si con las becas no alcanza y el enfoque debe centrarse en trayectorias educativas, inhibir cualquier posibilidad de abandono o desempleo en el futuro nada tiene que ver con crear 100 nuevas universidades, Benito Juárez. La evidencia te dice, de manera reiterada, que de 100 niños que inician la primaria, sólo 17 llegan a nivel superior. ¿Para qué quieres universidades nuevas, si tus jóvenes no están llegando a ese nivel educativo? ¿Por qué no llegan? Necesitas replantear tu malla curricular en el nivel medio superior y superior, no gastar en más universidades de pobre nivel educativo.

La evidencia obliga al gobierno como a la oposición a aterrizar sus argumentos. Facilita profundizar sobre lo que funciona y no, a partir de resultados concretos. Es un instrumento sumamente útil para centrarnos en el fondo de las problemáticas y alejar la discusión de un asunto ideológico. Permite ser mayormente asertivo al momento de asignar los recursos públicos, siempre escasos, por lo que, si no funciona, se debe corregir lo antes posible.

La evidencia le causa repulsión a este gobierno. Sin embargo, lejos de verlo como “un regaño”, debe tomar en cuenta la oportunidad que tiene enfrente. De lo contrario, no es exagerado imaginar una generación herida, con su consecuente impacto en la inseguridad, desempleo y calidad de nuestros gobiernos. Nuestros hijos, ni los de nadie, se merecen este panorama.

Que así sea.

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