¿De veras AMLO no sabe lo que es violencia política de género?
DOMINGRILLA
¿De veras AMLO no sabe lo que
es violencia política de género?
Tampoco entendían los viejitos
de Concordia en el 2002
FRNCISCO CHIQUETE
El presidente es un viejo lobo de mar, que lo mismo se finge inocente ante la más artera violación a las leyes, que admite su culpa si “hubo que escoger entre lo justo y lo legal”. Esta vez sin embargo, podría ser cierto que ignora en qué consiste el concepto de “violencia política en razón de género”.
Su dilatado pleito contra Xóchitl Gálvez lo ha llevado a violar las leyes una y otra vez, y a hacerlo de manera evidentemente intencional, aunque al último alegue que no está haciendo nada más que ejercer su libertad de expresión. Y en nombre de ella vuelve a incurrir en los mismos dichos que se le condenan, al final siempre se sentirá protegido por aquella advertencia: “y que no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Pero frente al escepticismo que lo invade a uno cuando escucha sus discursos y alegatos, algo había en esa vehemencia con que preguntaba ¿cuál violencia? ¿en qué estoy ofendiendo a alguien cuando digo que a la señora la impulsan los machuchones, los jefes de la mafia de corruptos que quieren volver a sus antiguas posiciones para volver a robar?
Ya puesto bajo interdicción por las autoridades electorales, sabedor de que no hay sanción que pueda aplicársele y de la impunidad que le avalan sus altos índices de popularidad, aprovecha para soltar nuevamente todos los señalamientos que lo han convertido en violador consuetudinario de la ley. Total, una raya más al tigre.
Pero en el fondo parece haber algo de cierto en eso de que no sabe por qué lo acusan de ejercer violencia política en razón de género. Suena dolorosamente sincera su incomprensión a estos nuevos conceptos de la legalidad vigente.
Tampoco entiende que hoy es él la chachalaca que parlotea donde no debe y sólo alcanza a esgrimir que aunque lo vean hacer exactamente lo mismo que Vicente Fox, él, el presidente, no hace ningún mal cuando se entromete en el proceso electoral, por la simple y sencilla razón de que “no somos iguales”.
Muchas personas se quedan sin comprender los tiempos en que viven.
En junio de 2002, Jorge Rodríguez Pasos fue desaforado y perdió su cargo como alcalde de Mazatlán, tras un tormentoso semestre de mal gobierno y escándalos generados por la violencia intrafamiliar. La tarde en que se tomó esa decisión, los diputados locales Miguel Ángel García Granados y José Luis Mendoza se fueron a Concordia, a una participar en una reunión de productores agrícolas, pero fueron interceptados por un grupo de hombres de edad avanzada, usualmente seguidores del propio Mendoza, que esa vez no iban a procurar algún apoyo o a gestionar asuntos pendientes, sino a reclamar algo muy sentido para ellos: estuvo muy mal eso que hicieron, José Luis, eso de quitarle el puesto a Pasos por lo que hizo de pelearse con su mujer es muy malo porque entonces ¿ahora ya uno no pueda hacer nada en su casa, porque hasta en eso se van a meter?
Si la violencia conyugal es algo que siempre ha ocurrido, y ha sido invariablemente impune, para ese grupo de personas el panorama no tenía por qué cambiar.
Por eso al presidente no le cabe en la cabeza que se le acuse de violencia política en razón de género, “si es política y no es personal ¿qué tiene que ver con una mujer si siempre hemos denunciado a los corruptos?” Entre el presidente y los campesinos de Concordia hay muchas diferencias, por supuesto, no sólo la carrera universitaria que él sí estudió. Ellos eran de mayor edad y menor instrucción, pero coincidían en su aferramiento a los conceptos tradicionales, aquellos en la asimétrica relación hombre-mujer de otros tiempos; el presidente en la tradicional manera de ver a las mujeres en la política, sin estos estorbosos conceptos de los derechos de nueva generación.
Como quiera estamos mal: tanto si el presidente no entiende esto de la violencia política en razón de género, porque de él es la responsabilidad de aplicar las leyes (y ese concepto es garantizado por las leyes vigentes), como mal estaría que el presidente sí estuviese entendiendo el concepto, y sólo estuviese fingiendo para no atender los llamamientos de la autoridad electoral.
AUTORIDADES, RENDIDAS ANTE LA
VIOLENCIA QUE NO HALLARON
Al estallido de las balas y de los incendios en la zona serrana de Sinaloa municipio, las autoridades respondieron primero con una negativa y luego con el reconocimiento de que sí hubo hechos de violencia, pero “no los encontramos cuando fuimos a buscarlos”. Hoy, cuando las denuncias son incontrovertibles, la respuesta fue admitir que a las víctimas no se les puede garantizar la seguridad.
Por supuesto, no es la primera vez que esto ocurre. Muchos municipios del país y varios más del estado han registrado éxodos de pobladores asustados por la inseguridad galopante que los obliga a abandonar casas, historias y pertenencias, tratando de salvar las vidas y la tranquilidad.
En todas esas ocasiones la respuesta oficial ha sido el silencio. Ni una sola autoridad, ni federal, ni estatal, o municipal, se han lanzado a la reconquista del territorio perdido para que los desplazados regresen a sus vidas cotidianas. Por el contrario, para evitar que haya reclamos y conflictos sociales en las ciudades hacia donde se mueven los desplazados, se crean desmañados programas de dotación de viviendas, lo que en el fondo es el reconocimiento a la incapacidad real para hacer justicia real.
Ocurrió durante los gobiernos de Felipe Calderón y Mario López Valdez, de Enrique Peña Nieto y Quirino Ordaz, y ocurre hoy en los de Andrés Manuel López Obrador y Rubén Rocha Moya.
Rocha es el primero de los gobernadores que va directamente con los desplazados y les ofrece un trato humano y una calidez que sus colaboradores no saben traducir, pero a fin de cuentas admite claramente que “no hay condiciones para que regresen”.
Tiene razón, no las hay, como tampoco parece haber esperanzas de que esas condiciones existan en un futuro cercano. Lo que pasa ahora con los desplazados de Sinaloa municipio es lo mismo que pasó con los desplazados de Concordia y de Choix. En el caso de los primeros, Quirino creyó que atendiendo las demandas de los dirigentes podría darle al tema una salida humana, pero cayó en manos del chantaje y del agandalle que el gobernador Rocha ha denunciado personalmente, aunque sin poder eliminarlo.
LLUVIA DE METEORITOS
SOBRE CIELO SINALOENSE
Por el oriente, por el sur, por todos lados llegan los aspirantes a candidatos a presidente de la República. A las visitas recientes de Adán Augusto y Gerardo Fernández Noroña por el lado de las corcholatas, y de Enrique de la Madrid por los frentistas, se suman las de Ricardo Monreal, quien pasó sin pena ni gloria, Beatriz Paredes, que dejó la víbora chillando con el tema de los productores agrícolas, muy dolidos con el gobierno federal, para quienes el discurso de la senadora priísta fue un bálsamo, aunque no alcanza a influir de manera concreta en la delicada situación de ese sector.
Este fin e inicio de semana está en Sinaloa Xóchitl Gálvez, quien hoy domingo visita Culiacán y este lunes viene a Mazatlán, al centro de convenciones. Hasta donde se sabe la entrada en ambos eventos es libre. Entre las señoras mazatlecas ha generado un interés notorio, de modo que seguramente el Centro de Convenciones tendrá un lleno absoluto.
Lo decíamos la semana anterior: en la medida en que se logre involucrar a las clases medias en este proceso electoral, será posible que haya una competencia real.