Del micrófono crítico al apretón de manos: Willy Ibarra y Rocha Moya hacen las paces
Javier Castro
Culiacán, Sinaloa.– Como si los desencuentros quedaran atrás y la memoria selectiva se impusiera, la ceremonia del Cuarto Informe de Labores y la toma de protesta del rector Jesús Madueña Molina dejó entrever un ambiente de aparente armonía entre actores que, hasta hace no mucho, protagonizaban una relación marcada por la confrontación.
Uno de los momentos más significativos del evento fue el saludo entre el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y el comunicador Willy Ibarra, conocido por sus duros señalamientos contra el mandatario estatal durante el periodo de mayor tensión entre la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y el Gobierno del Estado.
Ibarra, conductor de Radio UAS, fue una de las voces críticas más recurrentes hacia Rocha Moya, especialmente durante el conflicto institucional en el que se acusaba al gobierno de emprender una embestida política contra la casa de estudios y sus autoridades. Sin embargo, este día, ambos se saludaron con cortesía e incluso compartieron gestos amistosos, lo que muchos interpretaron como una señal de distensión.
“Somos amigos, aunque nos hayamos peleado”, expresó Ibarra en tono coloquial, haciendo eco de un dicho popular: “los hombres no tenemos memoria”. La frase, más allá de su carga anecdótica, simboliza un giro discursivo que podría estar marcando una nueva etapa en la relación entre ambos actores y, por extensión, entre la UAS y el gobierno estatal.
Este episodio no pasó desapercibido para quienes siguen de cerca la política sinaloense. Más allá del protocolo, la interacción entre Rocha Moya e Ibarra es vista como un indicio de reacomodos estratégicos que podrían tener repercusiones de cara a futuros escenarios políticos, incluidos los comicios de 2027.
En un contexto donde la narrativa pública ha sido dominada por polarización, este gesto de reconciliación real o simbólica invita a preguntarse si se trata de una tregua duradera o de una pausa conveniente. Lo cierto es que, en política, las enemistades son tan volátiles como las alianzas, y la memoria suele ser un recurso flexible cuando el interés superior o común así lo exige.