Jesús Octavio Milán Gil
En México, casi un millón de niñas, niños y jóvenes han sido abandonados por la escuela; su silencio es el eco que ningún presupuesto alcanzó a llenar.
La educación, ideal de progreso y promesa de igualdad, hoy vaga como un espectro: visible en discursos, estadísticas y planes oficiales, pero ausente en muchas aulas, hogares y futuros. El fantasma de la educación no es una metáfora: son los estudiantes que no volvieron tras la pandemia; son los que desertan por necesidad; son los que jamás entraron. Ha llegado la hora de enfrentar su fría presencia con datos, con crítica y con urgencia.
Deserción: cifras que desnudan la realidad
Durante el ciclo escolar 2024-2025, alrededor de 864,000 a 994,000 estudiantes abandonaron las aulas de educación básica y media superior, según estimaciones de organizaciones civiles y cifras preliminares.
El nivel medio superior (bachillerato) es el que más resiente el golpe: cerca de 430,000 jóvenes dejaron sus estudios en 2023-2024, y para 2024-2025 las proyecciones superan los 650,000.
En los niveles inferiores, las cifras tampoco son menores: en 2024-2025 desertaron aproximadamente 161,000 alumnos de secundaria y 63,000 de primaria.
Cada número es una vida interrumpida: un joven que se queda sin bachillerato, una niña que abandona la secundaria, un niño que no concluye primaria. El fantasma de la educación se encarna en decenas de miles de historias rotas.
Presupuesto: poco, mal distribuido, insuficiente
El gasto educativo para 2025 asciende a 1 billón 161 mil 164.8 millones de pesos, equivalente al 3.2 % del PIB. El porcentaje está por debajo del rango recomendado por organismos internacionales (4-6 % del PIB) para garantizar educación de calidad, infraestructura digna, capacitación docente y tecnología adecuada.
Aunque hubo un ligero incremento nominal (0.4 %) respecto a 2024, la educación media superior enfrenta recortes en programas de apoyo, evaluación y mejora continua.
En infraestructura, el Fondo de Aportaciones Múltiples (FAM) contempla más de 21,500 millones de pesos, pero la mayor parte se concentra en educación básica. La media superior recibe apenas una fracción, reflejando prioridades desiguales que alimentan la deserción.
Brecha digital, aprendizaje desigual
El fantasma también se manifiesta en hogares sin internet, dispositivos insuficientes y conexiones interrumpidas.
De acuerdo con la ENDUTIH 2023 (INEGI), 81.2 % de la población de seis años o más usa internet: en áreas urbanas la cobertura alcanza 87 %, mientras que en las rurales apenas 67 %. La brecha no es solo de infraestructura, sino de oportunidades de aprendizaje.
Además, los hogares más pobres destinan una proporción mucho mayor de su ingreso a tecnologías de información y comunicación (TIC). Para muchos, “tener acceso” no significa contar con conectividad real, sino con un costo que erosiona lo indispensable.
Los aprendizajes siguen siendo deficientes: en la prueba PISA 2022, México obtuvo 395 puntos en matemáticas, 410 en lectura y 410 en ciencias, muy por debajo de los promedios de la OCDE (472, 476 y 485, respectivamente). Décadas de rezago que se agravan porque muchos alumnos ni siquiera concluyen sus trayectorias.
Consecuencias económicas y sociales
El abandono educativo no es solo un drama humano: es una condena económica. La OCDE estima que un joven sin bachillerato puede perder 30-40 % de sus ingresos de por vida, y que la economía nacional sacrifica crecimiento y productividad.
Cada joven que deja la escuela deja de aportar como ciudadano, como trabajador, como creador. Cada peso que no se invierte con visión de equidad se transforma en desigualdad acumulada.
Reflexión crítica
El fantasma de la educación se burla de quienes lo invocan con promesas: “oportunidades para todos”, “la Nueva Escuela Mexicana”. La realidad se escribe en aulas con goteras, maestros sin herramientas, estudiantes sin seguimiento, familias que sacrifican lo indispensable para sostener un derecho que debería estar garantizado.
Una sociedad que tolera el abandono escolar no solo abandona a sus estudiantes: se abandona a sí misma.
Conclusión y llamado urgente
El fantasma de la educación no desaparecerá con discursos ni cifras maquilladas. Necesita:
1. Incrementar el gasto educativo para acercarlo al 4-6 % del PIB.
2. Focalizar apoyos en media superior y zonas rurales, donde la deserción es crítica.
3. Cerrar la brecha digital con conectividad real y formación docente.
4. Medir con rigor aprendizajes, deserción y rezago, y usar esos datos para corregir políticas.
El fantasma de la educación camina entre nosotros. No basta con reconocerlo: toca exorcizarlo con justicia, inversión y decisión. La escuela no debe ser un privilegio incierto, sino un derecho tangible.
Porque la educación no puede ser un espectro que recordamos con pena, sino una realidad de la que podamos estar orgullosos.
El saber no descansa, la lectura provoca y el pensamiento sigue. Nos vemos en la siguiente columna.

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