EL SALARIO QUE VOLVIÓ A RESPIRAR: MÉXICO 2018-2025 Y LA DIGNIDAD RECUPERADA
BITÁCORA INQUIETA
Jesús Octavio Milán Gil
Un país cambia de verdad cuando sus trabajadores dejan de contar las horas y empiezan a contar con ellas.
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I. Cuando la historia salarial dejó de retroceder
Durante más de tres décadas, México vivió bajo una premisa silenciosa pero devastadora: el salario mínimo no debía crecer demasiado, no fuera a “desordenar” la economía. Fue la época en la que el salario se usó como ancla antiinflacionaria, y con cada año que pasaba la brecha entre el ingreso real y el costo de la vida se hacía más grande.
Así, desde los años 80 hasta mediados de los 2010, el salario mínimo perdió poder adquisitivo, anulando su función original: garantizar una vida digna.
Pero en 2016 —y sobre todo desde 2018— ocurrió un viraje histórico: México decidió recuperar el salario mínimo, no administrarlo para que sobreviviera. Nació una política explícita, sostenida por CONASAMI, que tenía una ambición enorme y a la vez elemental: que el salario mínimo creciera por encima de la inflación, año con año, hasta dejar atrás décadas de rezago.
Ese giro, que parecía apenas un tecnicismo económico, se convertiría en uno de los cambios sociales más profundos del país.
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II. La curva que cambió el rumbo: 2018–2025
Los números hablan solos, pero en esta ocasión también conmueven:
2018: 88.36 pesos/día
2019: 102.68 (+16.2 %)
2020: 123.22 (+20 %)
2021: 141.70 (+15 %)
2022: 172.87 (+22 %)
2023: 207.44 (+20 %)
2024: 248.93 (+20 %)
2025: 278.80 (+12 %)
En solo siete años, el salario mínimo más que se triplicó nominalmente y aumentó entre 120 % y 130 % en términos reales.
En la Zona Libre de la Frontera Norte, la cifra fue aún más contundente: 419.88 pesos diarios en 2025.
No se trata de un ajuste: se trata de una resurrección.
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III. El mito que cayó: subir el mínimo no desató inflación
Durante décadas se repitió como dogma que un aumento significativo del salario mínimo provocaría inflación. No había que tocarlo demasiado, decían, porque la economía “se calentaba”.
Pero cuando México decidió tocarlo —y no suavemente, sino con incrementos históricos de 15, 20 y hasta 22 %— la inflación no se desbordó.
Sí, hubo un pico inflacionario en 2022 (≈7.8 %), pero fue global: energía, alimentos, cadenas rotas por la pandemia.
Aun así, México regresó gradualmente al 4–5 % anual en 2023-2024 y hacia el rango meta en 2025.
Los estudios econométricos fueron claros:
El comportamiento de precios no se explica por los aumentos al salario mínimo, sino por choques internacionales.
No hubo espiral de precios.
No hubo pérdida de control monetario.
Es decir, México logró lo que muchos consideraban herético:
Aumentar de manera acelerada el salario mínimo sin provocar una crisis inflacionaria.
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IV. El empleo: otra profecía fallida
El argumento clásico era devastador: “si sube el salario mínimo, se destruyen empleos”.
Las simulaciones, advertían algunos, pronosticaban un Apocalipsis laboral.
La evidencia empírica dijo otra cosa:
Estudios comparativos, como el del Colegio de México frente a un “grupo sintético” latinoamericano, muestran que no hubo destrucción significativa de empleo agregado entre 2018 y 2024.
Sectorialmente hubo ajustes, sí, pero nada parecido al colapso que algunos anticipaban.
El mercado laboral mexicano absorbió el alza y siguió generando plazas, sobre todo formales.
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V. La consecuencia humana: millones salieron de la pobreza
Aquí está quizá el dato más trascendente, porque la economía es un engranaje, pero la pobreza es carne y hueso.
La pobreza multidimensional pasó de 41.9 % en 2018 a 36.3 % en 2022.
Con ENIGH 2024, estimaciones recientes muestran una caída aún más profunda: 29.6 % de la población.
Esto implica una reducción de 51.9 millones de personas en pobreza en 2018 a 38.5 millones en 2024.
Pero lo más sorprendente es la atribución:
Análisis oficiales y académicos indican que 6.6 millones de personas salieron de la pobreza gracias al aumento del salario mínimo.
Organismos internacionales reconocen que 13.4 millones de mexicanos dejaron la pobreza entre 2018 y 2024, impulsados por ingresos laborales fortalecidos.
El salario mínimo —ese piso que alguna vez fue metáfora del abandono— volvió a ser una herramienta de movilidad social.
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VI. México en el espejo latinoamericano
En 2018, México tenía uno de los salarios mínimos más bajos de la OCDE y se ubicaba en el escalón inferior de América Latina.
En 2024:
El salario mínimo mexicano se triplicó en dólares (aprox. de 4.75 a 15 USD).
Se duplicó en términos reales en seis años, convirtiéndose en uno de los saltos más drásticos del continente.
Hoy México supera ya a cerca de la mitad de los países latinoamericanos en salario mínimo real.
La CEPAL destaca que la reciente reducción histórica de pobreza en la región —25.5 % en 2024— se explica, entre otras razones, por políticas salariales agresivas en México y Brasil.
México pasó de ser un rezagado a convertirse en referente regional.
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VII. Otros datos que sostienen la narrativa
Los aumentos beneficiaron directamente a 8–8.5 millones de trabajadores formales.
La estructura salarial se comprimió en la parte baja, reduciendo moderadamente la desigualdad laboral.
El impacto en costos laborales fue manejable porque muchos sectores ya pagaban por encima del mínimo.
La recuperación salarial generó un efecto de arrastre positivo en ingresos reales del resto del mercado laboral.
El salario mínimo dejó de ser un símbolo de precariedad: se convirtió en una política redistributiva efectiva.
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VIII. Propuestas para el momento actual: qué sigue después del salto
La pregunta ahora no es si hay que mantener el rumbo, sino cómo hacerlo sin retroceder.
1. Mantener aumentos reales con brújula técnica
Seguir aumentando el mínimo por encima de la inflación, con una meta explícita: llegar a 2.5 canastas básicas en 2030.
Pero ajustando la velocidad según las condiciones del PIB, productividad y sectores vulnerables.
2. Vincular salario y productividad
La política salarial no puede ir sola:
Capacitación.
Tecnología.
Crédito a MIPyMES.
Encadenamientos productivos.
Un salario que sube sin productividad termina chocando con un techo.
3. Hacer cumplir la ley
Más inspectores, más vigilancia, menos evasión.
El salario mínimo no sirve si no llega al trabajador.
4. Coordinación con política social
El salario mínimo debe ser piso; el Estado debe garantizar el resto:
salud, cuidados, educación, seguridad social.
Trabajo + apoyo público = movilidad sostenible.
5. Visión regional y comparada
Seguir usando el espejo latinoamericano como referencia y no volver a caer en la trampa de indexar el salario mínimo solo a la inflación.
El piso debe subir conforme sube la dignidad, no solo los precios.
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IX. Epílogo para un país que quiere caminar erguido
Entre 2018 y 2025, México presenció una transformación que parecía imposible:
qué el salario mínimo recuperará su dignidad sin sacrificar estabilidad económica.
La decisión política de elevarlo primero con López Obrador, luego continuada y consolidada por Claudia Sheinbaum- no fue un acto improvisado: fue una apuesta estructural, ética y económica que cambió millones de vidas.
En un país donde millones vivían con 88 pesos al día en 2018, cualquier conversación sobre democracia, productividad o futuro era una conversación coja.
Hoy, 2025, México puede decir algo que durante décadas fue imposible:
el salario mínimo volvió a ser un instrumento de justicia y no un residuo de la política monetaria.
Y aunque falta mucho —productividad estancada, desigualdad persistente, informalidad enorme—, este periodo deja una lección:
Cuando un país decide que sus trabajadores merecen más, la economía no se cae:
se levanta.
El saber no descansa, la lectura provoca y el pensamiento sigue. Nos vemos en la siguiente columna.
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