EN LA GRILLA

FRANCISCO CHIQUETE
Todavía no es nada, pero la petición de Claudia Sheinbaum abrió una rendija: pidió no dar fast track a la Reforma Judicial, cuya aprobación estaba cantada para el mismísimo primero de septiembre. ¿Qué pasó?: el desplome del peso y de la bolsa de valores parecen haber convencido a Andrés Manuel López Obrador y a Claudia para irse con más tiento.
La línea marcada por López Obrador y respaldada invariablemente por la presidenta electa, era sacar la reforma a rajatabla. A AMLO no le importó llevar al limite las tensiones con nuestros principales socios comerciales -Estados Unidos y Canadá- ni mucho menos le preocuparon el paro de los trabajadores del Poder Judicial o las advertencias de los expertos, mucho menos las opiniones de los partidos opositores.
Se llegó al extremo de convocar a los partidos aliados -o satélites- para que aprobaran el proyecto “como un regalo para el presidente”, y a nadie en Morena, el Verde y el PT le dio vergüenza asumirse como parte del obsequio, aún a sabiendas de que con ello ponen en riesgo a la República.
Ya después de la elección, Claudia dijo que no había prisa para aprobar la reforma, que se podía seguir dialogando para informar y convencer a la sociedad, pero el Señor Presidente dijo desde su púlpito que no, que se debía hacer la aprobación de inmediato, y de ahí surgió el cronograma que establecía el primero de septiembre, primero de actividades de la nueva legislatura, como fecha para dar vida a la malhadada reforma.
Normalmente el primero de septiembre hay una sesión conjunta de las dos cámaras, para dar curso al informe del presidente en turno y sólo hasta los días posteriores se empieza a desahogar la agenda legislativa. Esta vez se iba a convocar a una segunda sesión para hacer la rforma.
Ayer sin embargo, hubo un encuentro entre el presidente saliente y la entrante, junto con el actual secretario de Hacienda, que va a repetir. Oficialmente era para analizar el presupuesto del año próximo. Poco después del encuentro, Ricardo Monreal, futuro coordinador de los diputados morenistas, dio a conocer la petición de Claudia: no aprobar la iniciativa el día primero, sino respetar los tiempos del procedimiento, ampliar el espacio del diálogo e informar a la sociedad “lo que estamos aprobando”.
Por grave que sea la situación López Obrador no va a cejar en su empeño de destruir a la Corte, ni Claudia va a cambiar sus apoyos irrestrictos al proyecto de la Cuarta Transformación y su segundo piso, pero por muy poderosa que sea Morena, con la realidad económica no se puede.
El presidente dijo por la mañana que el deslizamiento del peso no tenía qué ver con la reforma sino con la dinámica económica del mundo. Lo mismo dijo la señora Sheinbaum, sólo para hacer cuatro horas después. la petición de ir con tiento ante los vendavales. Por lo visto, las discrepancias con Estados Unidos y Canadá a causa de la inminente reforma, sí son consideradas como parte de nuestro problema económico.
Esta es una gran oportunidad para Claudia, la misma que vio López Obrador en el proyectado Aeropuerto de la Ciudad de México: él nunció su cancelación poniendo detrás suyo un libro cuyo lomo preguntaba “¿Quién manda aquí?”
Este puede ser el momento equivalente para Claudia Sheinbaum. Desde que pasó la elección, no ha hecho otra cosa que atender las indicaciones del presidente, quien se dio el lujo de fijarle agenda, decidir los viajes conjuntos, prolongarlos incluso después de anunciado su fin y por supuesto, recomendar públicamente a futuros funcionarios y mantener las indicaciones de la agenda legislativa que presentó el cinco de febrero.
Claudia no necesita poner un libro como escenografía, le basta con abrirse al diálogo sobre temas tan trascendentes como la reforma judicial, la desaparición de los organismos autónomos, y por supuesto, la condición de la economía.
La presidenta no puede seguir asumiendo criterios tan rupestres como la autarquía de un de un país lleno de compromisos internacionales y convenios que tienen tanta validez como nuestras propias leyes. El mundo no es como lo imagina López Obrador ni el país puede ponerse en riesgo por los temperamentos de un señor que a la menor provocación genera conflictos diplomáticos.
AMLO reacciona ante las presiones internacionales como lo hizo el ala izquierda del gabinete de otro López, José López Portillo, quienes ante la caída del precio internacional del petróleo decidieron ¡subir el precio! Por supuesto nadie nos quiso comprar y se precipitó una de nuestras más espantosas crisis económica, que duró nueve años y se reeditó a la llegada de Ernesto Zedillo.
Después de todo lo que ha hecho López Obrador, todos estamos preparados para cantar el réquiem por la Suprema Corte. Recen quienes lo hagan de corazón, para que el de la señor< Sheinbaum se conmueva ante los riesgos que está viviendo el país.

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *