Por Jesús Octavio Milán Gil
El alcohol susurra promesas de placer y olvido, pero en las sombras, su verdadera máscara revela un pacto con la muerte silenciosa, donde la mentira se disfraza de diversión y el precio se paga en silencio.  Jesús Octavio
La mentira que nos susurra el alcohol.
Durante años, nos han convencido de que unas copas no hacen daño, que el alcohol social no mata, que el hígado se regenera.
Nos han vendido una ilusión, un espejismo que nos ciega y nos incita a jugar con fuego, sin ver las brasas ardientes que se ocultan en las sombras.
El rostro oculto del alcoholismo.
Pero el verdadero rostro del alcoholismo es mucho más cruel: es un grito silencioso en la oscuridad, un llanto que no se escucha, una batalla que no se ve. Es la imagen de un órgano noble, que una vez fue fuerte y vital, ahora desgarrado y desgastado por la insistencia en negar la evidencia, por la mentira de que unas copas no hacen daño.
Cuando el hígado dice basta.
La cirrosis hepática avanzada no llega de la noche a la mañana. Es un proceso lento, una traición silenciosa que se va cocinando en la sombra del olvido. El cuerpo, que siempre busca sobrevivir, comienza a pagar un precio demasiado alto por el desprecio a sus propios avisos. ¿Y qué queda cuando el órgano que filtra la vida ya no puede cumplir su misión?
El precio de ignorar las advertencias.
El hígado, en su desesperada lucha, aumenta la presión en las venas que lo alimentan: hipertensión portal. Y, en un acto de rebeldía, crea caminos tortuosos, venas dilatadas que parecen cabezas de medusa, en una danza macabra sobre la piel del abdomen. La belleza de la vida se vuelve grotesca, una máscara de dolor que solo algunos logran entender.
El drama debajo de la piel.
Pero la verdadera crueldad yace en lo que no se ve: la ascitis, esa acumulación de líquido que hincha el vientre, que aplasta los pulmones y aprieta el corazón. La presión que no se puede aliviar, el dolor que se vuelve insoportable, la respiración que se ahoga en su propia angustia. Y en el fondo, la amenaza latente: una vena rota, una hemorragia que arrasa en minutos, un final que llega sin advertencia, sin tiempo para decir adiós.
¿Por qué sucede esto?
Por años de alcohol, por normalizar las copas diarias, por ignorar los avisos del cuerpo, por dejar que la mentira se convierta en nuestra única verdad. La vida se vuelve una celebración de cicatrices invisibles, un brindis a la autodestrucción, un ritual que nos condena lentamente.
¿Vale la pena?
¿Vale la pena sacrificar un órgano tan noble, tan vital, en nombre de una alegría efímera?  ¿Una copa, un momento, una noche, que deja cicatrices imborrables en la historia de nuestro cuerpo y alma? ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando la evidencia, hasta que ya sea demasiado tarde?
La advertencia final.
La cirrosis no aparece de un día para otro, pero cuando llega, a veces ya no hay retorno. La vida nos pide que escuchemos, que cuestionemos, que nos respetemos. Porque el cuerpo no miente, y el hígado, en su silencio, clama en secreto: “Basta”.
Un llamado a la reflexión.
Escucha tu cuerpo. No esperes a que el grito silencioso se vuelva un grito desesperado. Cuestiona tus hábitos, revisa tus decisiones. No creas que porque no sientes dolor, todo está bien. La verdadera fortaleza está en reconocer cuándo detenerse, en valorar la vida que aún tienes.
Y para cerrar, un mensaje de esperanza y redención — un evangelio para el alma.
Porque en la oscuridad más profunda, siempre hay una luz que puede guiarnos. La Biblia nos dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado. Porque todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).
Que estas palabras sean un recordatorio: si sembramos salud, cosecharemos vida. Si cuidamos nuestro cuerpo, honraremos nuestro espíritu. No permitamos que el grito silencioso se convierta en nuestro legado final.
Porque la verdadera victoria está en escuchar, en cambiar, en salvar lo que aún puede salvarse.
No permitas que el silencio sea tu condena. La decisión está en tus manos. Elige vivir, elige sanar, elige amar tu cuerpo y tu vida.
Viernes 2 de abril de 2025.
        Culiacán, Sinaloa

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