El poder sólo se justifica cuando se tiene la disposición de servir, sólo quien puede, sirve, por lo que el verdadero y legítimo poder, lo es solamente cuando se posee la disposición de servir.

Pero todo poder debe tener límites, el poder sin límites, necesariamente corrompe.

El poder absoluto es dañino, por ello la autocracia, como organización política, va de salida, dando paso a la democracia.

La democracia, tiene como principal característica que no da lugar al poder absoluto, siempre, ese poder se mantendrá acotado.

La democracia es una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía, pero para que sea real y no simulada, es vital la participación ciudadana.

Sólo así se podrán materializar los constantes cambios que una democracia reclama; el pilar fundamental de esta participación es el permanente diálogo entre gobernantes y gobernados, para el logro de objetivos comunes.

Este diálogo y este empoderamiento ciudadano, serían el principal límite que se pondría al poder.

Por el contrario, la indiferencia del pueblo otorga al gobernante patente de corso para que imponga su voluntad al desempeñar su función, llegando incluso a utilizar los recursos públicos, para satisfacer sus caprichos o para beneficio personal y el de los suyos.

Esta indiferencia puede desatar algunos peligros para la democracia, como una recaída en un pasado militarista y dictatorial o el avance de populismos nacionalistas, algunos incipientes y otros extremadamente agresivos, que en gran parte son el resultado de la polarización o desintegración social.

Acotar el poder, no solamente es saludable para el pueblo, sino para quien lo ostenta. Se dice que el poder marea, corrompe y que entre más absoluto sea, más peligro se corre de caer en la tentación de la corrupción o de perder contacto con la realidad para crear un mundo de fantasía en el que todo se somete al criterio del gobernante.

Acotar el poder y llevarlo a su necesaria justificación, aparejándolo con el servicio, es tarea, no solamente de quien lo ostenta, sino de su entorno social, de la ciudadanía en general.

Por un México digno y unido hagamos un pacto.

Con información de El Debate

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