No solo las diferencias en el tema energético quedaron matizadas en la cumbre entre los mandatarios de México, Estados Unidos y Canadá. También la democracia en la región, un tema en el que hay posturas contrastantes, estuvo prácticamente ausente en los discursos y compromisos de “los tres amigos”.

Al tema democracia, los líderes de América del Norte le dedicaron dos menciones en la declaración conjunta difundida la noche de ayer: “Nuestro pueblo comparte lazos de familia y amistad y valora, por encima de todo, la libertad, la justicia, los derechos humanos, la igualdad y la democracia” y “Buscamos modelar un camino democrático y sostenible”.

Un día antes, en un comunicado conjunto de tres párrafos, los mandatarios condenaron el intento de golpe de Estado perpetrado en Brasil.

“México, Estados Unidos y Canadá condenan los ataques del 8 de enero contra la democracia brasileña y el traspaso pacífico del poder. Apoyamos a la República Federativa de Brasil en la salvaguarda de sus instituciones democráticas. Nuestros gobiernos apoyan la libre voluntad de las personas de Brasil. Esperamos con interés poder trabajar con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva para cumplir con nuestros países, el hemisferio occidental y el resto del mundo”, dijeron.

Ayer, en los mensajes que dirigieron los mandatarios a la prensa después de su reunión, solo el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, volvió a hacer referencia a Brasil.

El anfitrión reconoció la actitud solidaria del presidente Joe Biden y del primer ministro Justin Trudeau, quienes desde el domingo condenaron en sus redes sociales el ataque de bolsonaristas a las sedes de los poderes en Brasil, y dijo que eso demuestra que “hay un compromiso auténtico en favor de la democracia”.

Una condena que no hizo López Obrador en enero de 2021, cuando un grupo de simpatizantes del expresidente Donald Trump irrumpió en el Capitolio para desconocer el triunfo electoral de Biden y tratar de impedir su toma de protesta.

En aquella ocasión, Trudeau no solo condenó el asalto al Capitolio, sino que responsabilizó a Trump de haber incitado a los alborotadores. En contraste, López Obrador lamentó que Twitter y Facebook hubieran “censurado” las cuentas de Trump.

El “asalto al Capitolio” ocurrió dos meses después de una elección en la que Trump atacó al sistema electoral, alegó fraude anticipadamente y se reservó hasta el final el reconocimiento de los resultados oficiales, actitudes que López Obrador justificó y que lo llevaron a retrasar durante semanas su reconocimiento a Biden como presidente electo de Estados Unidos.

Pero no ha sido esa la única diferencia entre López Obrador, Biden y Trudeau en temas de democracia.

En junio pasado, López Obrador se negó a asistir a la Cumbre de las Américas convocada por Biden en Los Ángeles, por la negativa de la Casa Blanca a invitar a los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, con quienes el gobierno mexicano mantiene relaciones y una política de silencio frente a sus retrocesos democráticos.

Trudeau sí asistió a la cumbre de Los Ángeles, en la que se adoptó como uno de los cinco acuerdos principales el Plan de Acción Interamericano sobre Gobernabilidad Democrática, que incluye mandatos sobre democracia, desarrollo sostenible, combate a la corrupción y participación ciudadana; entre otros, el de “reconocer la importancia del carácter independiente, imparcial y autónomo de los organismos electorales”.

De cara a la cumbre convocada por Biden, López Obrador dijo, en sus conferencias de prensa previas, que el gobierno estadounidense pretende “dominar sin razón alguna” y que “no respeta la soberanía e independencia de los países”.

Sin embargo, un mes después, el presidente mexicano visitó Washington y sostuvo encuentros cordiales con Biden en la Casa Blanca.

Meses más tarde, cuando en México se discutía la propuesta de reforma electoral de López Obrador, la administración Biden conoció diversas alertas sobre los riesgos que implicaba dicha reforma.

La Organización de los Estados Americanos (OEA) y Human Rights Watch (HRW) emitieron comunicados alertando sobre los peligros de vulnerar la autonomía de las autoridades electorales.

Un día después de la marcha ciudadana del 13 de noviembre en defensa del INE, un funcionario del Departamento de Estado dijo que su país tomaba nota de las manifestaciones y agregó: “Las instituciones independientes, libres de influencia política, son una piedra angular de la democracia”.

En ese marco, el senador demócrata Bob Menéndez declaró que el potencial desmantelamiento del INE era el más urgente reto de Estados Unidos para restaurar los valores democráticos en el hemisferio.

Más recientemente, un grupo de legisladores estadounidenses solicitó a Biden preguntar al gobierno mexicano sobre el alcance del llamado “plan B” de reforma electoral, para informar al Congreso de EU sobre dichos cambios.

Y aunque Menéndez envió en diciembre una carta al secretario de Estado, Antony Blinken, para expresar la creciente preocupación por las reformas electorales en México, el tema fue omitido por Biden y excluido de la agenda de la Cumbre de Líderes de América del Norte.

Con información de Animal Político

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *