¿Fuera Rocha?
DOMINGRILLA
FRANCISCO CHIQUETE
Aunque la especulación empezó con la guerra interna del Cártel, en los últimos días los rumores son pan de todos los días, aunque nadie explique de dónde le viene la información ni por qué la considera tan confiable.
Algunas personas de fuera del aparato, pero con conexiones, aseveran que ya en los primeros círculos del poder exploran personajes para realizar la sustitución del gobernador de Sinaloa, pero no hay elementos que den certidumbre.
¿Qué defiende a Rubén Rocha Moya? En primero lugar el rechazo de la Cuarta Transformación a mover gobernadores, por más embroncados que estén, bajo la premisa de que sería reconocer un error, además de que a todos se les considera “compañeros valiosos que han estado en el movimiento desde el principio”.
Los dos ejemplos más palpables de esa resistencia son Cuauhtémoc Blanco, quien tan mal gobernó a Morelos, y Rutilo Escandón, quien entregó un Chiapas en llamas, tanto que su sucesor, el también morenista Eduardo Ramírez Aguilar, declaró que “ahora sí se perseguirá a los delincuentes y se protegerá a la gente, no como en el pasado” (¿o se referiría al otro pasado, aquel en que gobernó el hoy senador cuatroteísta Manuel Velasco?)
También está la consideración aventurada de que si la presidenta Claudia Sheinbaum se decide a dar el paso, estará rompiendo el manto protector de Andrés Manuel López Obrador, quien no sólo avaló a Rocha en innumerables ocasiones, sino que trajo dos veces a la doctora Sheinbaum -ya electa- para que la gente supiese hasta dónde llega la recomendación.
Si Claudia no ha roto con otras posiciones que son todavía más graves y dañinas, menos lo va a hacer con una pieza de menor impacto, como el gobernador de Sinaloa.
Algo sin embargo tiene que ocurrir después del jueves de la insurrección ciudadana. Que la gente haya desafiado a miedo protestando en la calle por el triple asesinato ocurrido días antes, con un padre y dos hijos menores como víctimas, se explicaría en condiciones normales. Pero que ocurra con la inminencia de ataques armados incriminados, como existe en Culiacán, ya es muestra de un hartazgo que todos entendemos, excepto los miembros de la clase política morenista, quienes prefieren condenar el episodio del tercer piso.
La toma del despacho del gobernador, la ausencia de alguien que pudiese canalizar un diálogo, la ausencia de interés por distender los ánimos, propician que se refuercen los rumores y versiones sobre el cambio en la titularidad del Poder Ejecutivo de Sinaloa y hacen necesaria alguna medida que dé satisfacción a la gente.
LAS DOS EXPRESIONES
En estos reclamos hay de todo. Los que sinceramente exigen justicia y paz, y los que se dejan llevar por las emociones o buscan aprovechar el momento político, aunque no tengan elementos para salir triunfantes.
La exigencia de Fuera Rocha es un grito sentido por un amplio sentido de la población, pero no el de Rocha Asesino. Hasta el momento no hay pruebas de eso, ni quién se atreva a sostenerlo seriamente.
¿C0N QUIÉN ESTÁN?
Ante la andanada de críticas por parte de la sociedad, los cuadros del morenismo se definieron inmediatamente.
La senadora Imelda Castro Castro aseveró que el gobierno no tiene la culpa de la violencia que hay en Sinaloa. La violencia que se vive en Sinaloa no es responsabilidad del gobierno, sino consecuencia directa de la pugna interna entre esas dos fracciones del crimen organizado, dijo.
Y para consolarnos del mal, sostuvo que el gobierno federal implementa estrategias efectivas para debilitar a estos grupos y garantizar la seguridad de los ciudadanos.
La senadora, como representante de nuestro estado ante el Pacto Federal (por segundo periodo), no puede ignorar que la seguridad es responsabilidad del gobierno, aunque la violencia venga de donde venga. Tampoco puede ignorar que esas estrategias que ella califica de efectivas, no han demostrado en ningún momento esa efectividad.
El día de la manifestación hubo una explosión. Un artefacto colocado en el cenotafio levantado con motivo de la muerte -violenta- de uno de los hijos del Chapo Guzmán. Fue un mensaje de la contraparte. Pero también fue un mensaje a las autoridades: por más que vigiles, yo sé que puedo hacer estas cosas porque tengo impunidad y confío en ella.
El mismo día atacaron a policías municipales. Murieron dos, además de una gran cantidad de delitos de todo tipo, que se resisten a creer el cuento de las estadísticas que nos platican todas las mañanas.
La presidenta de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, doctora Tere Guerra Ochoa, descalificó con mano suave la incursión de los ciudadanos al despacho del gobernador. La violencia no se resuelve con la violencia, dijo.
Curiosamente le fue más reprobable la violencia de los manifestantes agraviados, que la violencia que entraña una autoridad omisa o ineficaz.
Es de entenderse que tanto la senadora Castro como la diputada Guerra deben justificar la pertenencia o que les gana el espíritu de cuerpo, pero es evidente que siendo representantes populares, se colocan del lado de la autoridad cuestionada y no de sus votantes.
Si algo había caracterizado a la doctora Guerra había sido su espíritu aguerrido e independiente, que le llevó a enfrentar a toda clase de autoridades (universitarias y de la administración pública). Seguramente esa imagen llevó al gobernador a colocarla en los puestos que le ha dado sin ser cercana de su equipo político, pero hoy aquel carácter guerrero se acabó y actúa igual que cualquiera otro de los burócratas que salen en defensa de su chamba.
LA GENTE
Por todos lados abundan las experiencias negativas derivadas de esta guerra y también de este largo periodo de dejar hacer, dejar pasar, bautizado como “abrazos, no balazos”.
Un ciudadano común, sin puestos ni compromisos, platicaba indignado que el viernes viajó por la autopista Durango-Mazatlán, y que del lado duranguense se encontró con al menos cuatro estaciones de vigilancia, con elementos policíacos de ese estado.
En cambio, pasando los limites con Sinaloa, la vigilancia cesó completamente. No hubo una sola patrulla ni mucho menos un puesto de vigilancia o apoyo en todo el camino. Absolutamente nada.
Eso, concluye, no puede ser un error ni una omisión. Tiene que ser complicidad, acuerdo para dejar un paso libre a quien necesite huir. En efecto, eso parece.