Garantizar el derecho a aprender, incluso en la adversidad
Nuria González Elizalde
Cuando una escuela cierra, se pierde más que clases. Se rompe el vínculo con el espacio que brinda rutina, contención y posibilidades de futuro.
En distintas regiones del país, niñas, niños y adolescentes han dejado de asistir a la escuela por miedo. Hay días en que las aulas se quedan vacías porque hubo disparos cerca, porque las carreteras están bloqueadas o porque el personal docente no pudo llegar a la escuela. La violencia interrumpe no solo la vida cotidiana, sino también el derecho a aprender.
Cuando una escuela cierra, se pierde más que clases. Se rompe el vínculo con el espacio que brinda rutina, contención y posibilidades de futuro. Y aunque esta realidad es dolorosa, también convive con historias de resistencia: docentes que envían tareas por mensaje, familias que organizan espacios seguros, estudiantes que siguen aprendiendo en medio de la incertidumbre.
Esa capacidad de sostener la educación en contextos difíciles merece ser reconocida, acompañada y fortalecida. Es en esos esfuerzos donde se encuentran las claves para construir respuestas pertinentes y adaptadas a la realidad de cada comunidad.
Esas respuestas deben incluir, desde el inicio, la voz de quienes viven las consecuencias: niñas, niños y adolescentes. Escuchar lo que sienten, lo que observan y lo que proponen no es un gesto simbólico, sino un paso necesario para garantizar que las soluciones respondan a sus necesidades reales. Cuando se les pregunta, muchas y muchos expresan no solo miedo o tristeza, sino también ganas de seguir aprendiendo, de sentirse seguros en la escuela, de convivir con sus maestras, maestros y compañeros. Su mirada es indispensable para reconstruir la escuela como un espacio de sentido.
La Nueva Escuela Mexicana propone una educación centrada en la formación integral de las y los estudiantes, promoviendo valores como la inclusión, la equidad y el pensamiento crítico. Este modelo reconoce a niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos, capaces de participar activamente en su proceso educativo y en la transformación de su entorno. En contextos de violencia, estos principios cobran aún más relevancia, pues invitan a construir comunidades escolares resilientes y solidarias.
Frente a la violencia, no basta con señalar el problema. Se requiere abrir canales de diálogo, sumar voluntades y generar estrategias flexibles, centradas en el bienestar socioemocional y el aprendizaje. Las soluciones no pueden depender de una sola instancia, sino de una colaboración activa entre escuelas, autoridades, organizaciones civiles y la sociedad en general.
La educación no puede ser rehén de la violencia. La escuela no debe convertirse en una víctima silenciosa ni en un espacio vacío por miedo. Debe seguir siendo refugio, orientación y esperanza, incluso en los contextos más complejos.
Garantizar el derecho a aprender, incluso en la adversidad, es una responsabilidad compartida. También es una muestra de confianza en lo que la educación representa para el presente y el futuro del país.
Desde Mexicanos Primero, sostenemos con claridad nuestra convicción: sí es posible defender el derecho a la educación, incluso cuando parece más difícil. Porque garantizar el derecho a aprender no puede postergarse y requiere con urgencia poner en el centro a quienes más lo necesitan.
POR NURIA GONZÁLEZ ELIZALDE
Directora general de Mexicanos Primero Sinaloa
@GlezNu