DOMINGRILLA
FRANCISCO CHIQUETE
Dice Gerardo Vargas Landeros que la detención de que fue objeto el viernes es un aviso. En realidad no es exactamente así. Más bien es una acción directa que ratifica lo ya sabido: van por él y no lo van a dejar que se recupere políticamente.
Pero de problema de Vargas Landeros no es que al gobierno del estado se le noten los propósitos, como se le notan. Su bronca es que le tienen un caso que según algunos conocedores, es sólido, y si no hay una intervención política, lo puede llevar a la inhabilitación en un periodo relativamente corto, tan corto como la sucesión en Sinaloa.
No hace mucho tiempo, Vargas Landeros, pese a su cautela, respaldaba al gobernador Rubén Rocha Moya en su lucha contra los directivos de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Aunque fue partícipe de múltiples encuentros con Héctor Melesio Cuén con miras a las candidaturas de 2016 y 2021, acariciando siempre la posibilidad de una alianza, no tuvo una sola expresión de condena a los hechos en que el exrector perdió la vida, más allá de lo institucional. Hoy se ve en la misma situación de los directivos perseguidos penalmente.
(Y eso que el propio Cuén anticipó que ya habían defenestrado a Jesús Estrada Ferreiro y Luis Guillermo Benítez Torres, a él mismo (Héctor Melesio fue despedido de la secretaría de Salud y su partido francamente despojado de las posiciones políticas ganadas en sociedad con Morena), de modo que el siguiente era el propio Vargas Landeros.)
Como dato curioso: todavía el año pasado el defenestrado alcalde ahomense se empeñaba en convencer al mundo de que gozaba de plena salud. Yo superé ya mi episodio, decía al que lo cuestionaba o lo quería oír. Un político enfermo es un político que da ventajas en cualquier competencia.
En cambio cuando lo citó el juez por primera vez, mostró una incapacidad médica que le fue aceptada. Y la segunda vez volvió a mostrar una incapacidad médica, pero el juez ya no se la compró, de modo que mandó por él y se lo llevaron de aguilita, de Mochis a Culiacán. Se le obligó a comparecer, por dos horas corrió el trámite de la audiencia, y salió haciendo ves de victoria y mandando saludos.
Pero ayer hizo circular una dolorida carta en que se queja de haber vivido “uno de los actos más injustos y dolorosos de mi vida pública”, al ser detenido afuera de su casa, al regreso del hospital. Señala que fue objeto de una intervención médica, sin precisar si fue quirúrgica o sólo de chequeo y control.
Se queja también de que su detención violó un amparo de la justicia federal, tema que por cierto lo lleva a contradecirse con los más ardorosos postulados actuales de la Cuarta Transformación: “Me encuentro confiado y cierto que existe un Poder Judicial autónomo, transparente y respetuoso de los derechos humanos y garantías de todos los justiciables”.
Según Morena y el gobierno, incluyendo a la presidenta Sheinbaum, el Poder Judicial actualmente es corrupto, entregado a una camarilla y ajeno al pueblo, lo que les llevó a la aventura de crearse una nueva Corte. ¿Ya no cree Gerardo en ese discurso morenista?
Después de establecer que lo toma como un aviso, advierte que seguirá enfrentando este proceso con la frente en alto y con la ley en la mano.
El agarre va a estar bueno, aunque hasta el momento no se ha visto ninguna expresión de apoyo en los altos círculos oficiales, donde todos los observadores dicen que el gobernado ya puso el caso a consideración y nadie le dijo que no.
PACIENCIA, MI
QUERIDO SOLÍN
Claro que a Vargas Landeros le urge desafanarse de esa bronca, no sólo para evitar la cárcel (posibilidad remota), sino para mantener vigentes sus aspiraciones de ser candidato a gobernador, por Morena, si se puede, y si no, pues no sería el primer salto a otro caballo en plena marcha.
De no ser por esa prisa, podría esperar a tener un final de telenovela rosa, como el rector de la UAS, Jesús Madueña, quien durante dos años fue presentado como un hombre corrupto a quien sólo se le levantarían los cargos si regresaban el dinero robado (cientos de millones de pesos), y ahora se pasea hombro con hombro con el gober, recibiendo elogios, como ahora que lanzaron la Facultad de Medicina de Guasave, sin referencia alguna a las compras millonarias de pollos o tortillas.
UNA ELECCIÓN A
MODO MORENO
Las casillas serán menos, muchas menos que en las elecciones normales. El conteo de votos va a ser en las oficinas, no en las urnas, el resultado no será inmediato, no se van a destruir las boletas sobrantes (¿las querrán para reposición?); el acarreo está anunciado casi públicamente y la coacción del voto está casi casi legitimada.
Para la mayor parte de los electores todos estos detalles son novedosos, pero quedamos aún ciudadanos a quienes nos tocaron las condiciones anteriores a la ciudadanización del órgano electoral (el actual INE): el gobierno y su partido organizaban la elección, llevaba el padrón electoral, emitían las credenciales, por cierto sin foto y sin control de los folios ni mucho menos de los consecutivos; llevaba a los votantes, contaba los votos y anunciaba los resultados hasta una semana después. Por eso todos sabíamos quién iba a ganar, incluyendo a los candidatos paracaidistas, que llegaban de otros lugares ungidos por el gran dedo. Cuando los partidos de oposición tuvieron al fin gente para vigilar la elección, el gobierno y su partido se inventaron trucos como el carrousel de votantes, el ratón loco, la urna embarazada, el voto de ultratumba, la lista de promovidos, el uso de la familia, y ya con la tecnología encima, la foto del voto emitido.
¡Caramba! Todo eso es lo que se usa para la elección de hoy, y peor aún: se anuncia y se defiende públicamente, hasta se enumera como muestra de apoyo a la democracia participativa.
Como dice el meme: el gobierno ya tiene los resultados, nomás le falta que vaya gente a las urnas, y hasta eso: con poquitas le basta.
Por lo pronto cada empleado público tiene la cortés recomendación de asistir a votar, y de “procurar” que también lo haga su familia. Los beneficiarios de los programas sociales, sobre todo los de la pensión de adultos mayores, ya recibieron la insinuación de “no hay que dejar de votar, no vaya a ser que ganen los otros y quiten las pensiones”.
Pídele al tiempo que vuelva.

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