Institucionalizar la supremacía civil: empinada meta
Héctor Calderón Hallal
Un portentoso razonamiento de Enrique Krauze, materializado en un espléndido artículo de fondo publicado este domingo en diarios del Grupo Reforma, titulado “De líderes y clientelas”, motivó estas modestas líneas, que pretenden fantasiosamente incluso, descomponer la valiosa pieza periodística aludida, con algunas ideas que a juicio del suscrito, podrían complementar la base de una hipótesis compartida -no solo por el suscrito- sino por una buena parte de opinadores y comentaristas.
Krauze sostiene a lo largo de su sintético pero sustancioso texto, que como país, México al igual que América Latina, corren el riesgo de arribar a una descomposición de la vida cívica a nivel tal, que alguno de estos gobiernos contemporáneos, imbuídos de algo que el politólogo llama la “ética de la convicción”, termine, por su impericia o quizá incluso como un despropósito del destino, ensangrentando la vida de esas naciones y –lo que nos debe preocupar más- específicamente , la nuestra.
El articulista mexicano invoca ese atributo que hemos empezado a olvidar, que incluso apareció como temor a inicios del actual milenio entre los sectores de la población proclive a creer en las bondades de un político “providencial o mesiánico” como el que hoy nos gobierna: como la historia es cíclica, en los primeros 20 años del siglo podría presentarse en México un estallido social si no ocurre un cambio trascendental que consiga por fin el equilibrio social y el reparto justo de la ‘inacabable’ riqueza mexicana.
Y curiosamente se remonta Krauze a una de las más brillantes intervenciones del sociólogo alemán Max Weber, en 1919, en una conferencia intitulada “La política como vocación” (1919), donde el estudioso hizó énfasis en la semejanza que había entre los revolucionarios de su tiempo y las sectas milenaristas del siglo XVII que anunciaban la inminente llegada de Cristo.
El fundamentalismo de aquellos líderes de los albores del siglo XX, rayaba en los límites –y algunas veces los sobrepasaba- con asumir una condición de “iluminados”, lo que de entrada, así nomás, ya implicaba un enorme riesgo para la sociedad del mundo. Y así fue como se configuró el ambiente en el que detonó la “Primera Guerra Mundial” y, relativamente, la “Segunda”, como anexo de muchos de los problemas que orillaron a la Primera en la misma región del mundo: Europa central.
Krauze se refiere a a los socialistas, los anarquistas y a los comunistas alemanes que se detestaban mortalmente entre sí como intelectuales de diferentes “bandos” ideológicos, pero tenían en común su desprecio a las instituciones democráticas. Ya en el poder, su acelerada radicalización -que incluyó la abolición del dinero, el caos social, la represión ideológica- alentó el ascenso del nazismo, que los borró a todos del mapa, por cierto.
Ese fundamentalismo, ese simplismo para interpretar los hechos y exigir del resto de la sociedad un cambio radical, súbito y totalitario por parte de quienes buscan la renovación total de una sociedad y no su transformación razonada, paulatina, priorizada, fragmentaria, prudente, responsable, explicaron desde mucho antes el fracaso de todos estos “innovadores pensadores e incendiarios líderes” de los inicios del siglo XX.
De entre estos líderes iluminados que prohijaron gigantescas “clientelas”, destaca uno que llevó al Imperio Ruso a uno de los capítulos más sanguinarios y tristes de la historia, mediante la entonces joven Revolución Rusa: el comunismo.
Vladimir Ilich Lenin fue uno de esos iluminados.
“Para que el discurso de un líder con esas caracterísrticas, como el de Lenin prendiera, necesitaba tener “seguidores” (psicosis colectiva) y para que estos sean útiles al propósito de dominio colectivo ideológico, tiene que ponerle ante sus ojos los necesarios premios […] En las condiciones de la moderna lucha de clases, tiene que ofrecer […] la satisfacción del odio y del deseo de revancha […] del resentimiento y de la pasión dizque ética de tener razón; es decir, tiene que satisfacer la necesidad de difamar al adversario y de acusarlo de herejía”… ¿No le parecen conocidos, estos ‘atributos’?.
Y como al final terminó sucediendo, el institnto de Max Weber tuvo la razón desde antes de conocer el final de las historias (murió antes) como la del extinto Imperio Ruso, convertido en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
“Weber nunca creyó en la llamada “fe de las mayorías”, ni que fuese siquiera “subjetivamente” sincera, en la mayor parte de los casos, objetivamente, no es más que una “legitimación” del ansia de venganza, de poder, de botín y prebendas. “No nos engañemos -agregaba con sarcasmo- la interpretación materialista de la historia no es tampoco un carruaje que se toma y se deja a capricho y no se detiene ante los autores de la revolución”… Esta corrupta e inevitable burocratización desprestigiaría al socialismo por el resto del siglo”, les advirtió Max Weber… y así sucedió más tarde que temprano.
La URSS se le desintegró entre las manos al poder omnímodo de la burocracia, convertida en tiranía, gracias a la fuerza de los ejércitos, para cuyo establecimiento del dominio estatal y centralizado, hubieron de registrarse miles de masacres humanas; una enorme pila de sacrificios de vidas, en nombre de la ideología y la “convicción”; en nombre de un “patriotismo infame y torcido”.
La fuerza brutal –militar- empleada por Lenin, Stalin –más adelante- y el propio Adolf Hitler, para conservar el poder o el predominio de la ideología y conseguir sus objetivos en nombre de la “supremacía” (de cualquier tipo: ideológica o racial) no ha tenido parangón en la historia de la humanidad, por el daño que causaron.
O incluso en la famosa y deplorable “Guerra de los Balcanes”, donde hubo además un componente religioso.
En México y América Latina, no estamos muy lejos de llegar a esos niveles de fracaso como gobiernos.
Muy pronto, ante la imposibilidad de someter a la población inconforme por la economía, la inobservancia de los derechos humanos y la inseguridad pública en general, cualquier líder “inspirado” de estos que gobiernan en algunos países latinoamericanos, México incluido, estaría recurriendo a la fuerza pública para reprimir brutal y cobardemente.
¿Cómo de qué no?… ¿Quién garantiza que no sea así?… ¿El ‘malhadado Peje’ que nomás porque él dice las cosas ya debemos de tomarlas por ciertas?
Que porque el Ejército “es pueblo uniformado”…¿Ya por eso no va a reprimir en algún momento, máxime si se trata de ‘enemigos idológicos o electorales’ del sistema?… o del “régimenggg”, como dice López Obrador, emulando a algún tirano cubano.
Todo ejército está compuesto por hombres “de carne y hueso”; sobre todo con aspiraciones legítimas, genuinas, de cualquier burócrata o de cualquier individuo que se preparar profesionalmente para vivir bien y buscar la mejoría de los suyos… y que esta mejoría material y humana trasciende por generaciones incluso.
El Ejército y la Marina se integran de gente esforzada, estudiosa, sacrificada, solidaria, ordenada en su mayoría… y que tienen legítimamente el derecho también de aspirar a que se les considere “ciudadanos de primera”… máxime cuando tirios y troyanos reconocen sus aportaciones a la estabilidad nacional , a la paz y al orden…. claro que sí.
¿Quién dijo… o quién vendió la idea en México, de que la disposición -no legal- de que los militares no podían participar en política fue establecida para siempre en este país?… En primer lugar porque sí pueden participar en política, siempre y cuando dejen de ser militares en activo y en segundo término, porque en los países de primer mundo es una práctica común. De hecho los militares aportan notablemente a la vida pública de países como Estados Unidos de América, Francia, Reino Unido, entre otros. La historia contemporánea del mundo occidental nos ofrece notables ejemplos: Dwight Eissenhower, Presidente de la Unión Americana durante la Segunda Guerra Mundial; Charles De Gaulle, Presidente de la República Francesa en el mismo período y articulador de lo que fue la transición de la “Cuarta” a la “Quinta República” francesa ….(¿No le suena amigo lector, la disquisición esa?).
Y más recientemente, en las áreas estratégicas de Defensa y Seguridad de los Estados Unidos, el mejor desempeño lo han tenido militares de carrera, como Collin Powell, Oliver North, entre otros.
En México, la tendencia es hacia allá, tarde que temprano. Así como podrá haber civiles al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional en un período no muy lejano, o de la Secretaría de Seguridad Federal, como ya sucede, podrá haber senadores o diputados o algún presidente de la República con antecedentes de formación militar, siempre y cuando cumpla con los requerimientos constitucionales de desvinculación organigramática de las fuerzas castrenses. Finalmente, esa disposición cumplió una función específica al término de la llamada Revolución Social Mexicana para “ciudadanizar el poder” y se supone que ha surtido efectos de manera suficiente.
El gran problema lo representaría en caso de una insubordinación colectiva del sector militar. Es decir, si fuese el caso de una toma del poder por asalto o por impulso sectorial… como “Golpe de Estado” pues… ¿Quién estaría ahí, primero, para evitar que un presidente como este que tenemos, provoque o “tenga la mesa servida” para un Golpe de Estado; para que los militares arriben al poder “a la malagueña?”… y en segundo término, ¿Qué país estaría ahí, o qué fuerza de caracter metanacional estaría ahí para impedirlo?….
Quienes piensen o tengan la “certeza” de que Estados Unidos estaría ahí justo en medio para impedir un Golpe de Estado, es necesario que empiece a modificar su idea, de una vez por todas.
Como lo lee…
Un estrujante libro que apenas empecé esta noche, contiene razonamientos derivados de una formal y profunda investigación, hecha por alemanes -tenía que ser- cuyo título es: “Militares y Gobernabilidad”/ Producido por la fundación ‘Friedrich-Ebert’ Stiftung/ Wolf Grabbendorff, editor/2020, cuyo tema neurálgico es el cómo están cambiando las relaciones cívico-militares en América Latina.
Se extrae de esa investigación de más de medio millar de páginas, que:
Estados Unidos no puede con sus problemas; esta es una realidad… que no la recitan los chinos ni los alemanes (líderes europeos), como una forma de señalar las vulnerabilidades de su principal competidor económico en el concierto de la lucha por el predominio económico mundial; lo señalan porque son por el mundo conocidos estos problemas.
Desde principios de esta década de 2020, Estados Unidos se enfrentará a los niveles de desempleo más altos desde hace noventa años, mientras que su deuda aumenta mucho más allá del 100% del PIB, el cambio climático tiene efectos más fuertes, las tensiones con China aumentan y se incrementan las preocupaciones sobre la calidad de la democracia estadounidense.
En estas condiciones, es poco probable que Washington dedique sus escasos recursos a los esfuerzos de seguridad que podrían distorsionar las relaciones cívico-militares en una parte del mundo en que su ‘establishment’ de defensa considera una prioridad de segundo orden, como es América Latina.
Por otra parte, el gobierno americano ha preferido en los últimos años en el tema de la migración, un enfoque de “contención” para frenarla, en lugar del enfoque a largo plazo de “causas fundamentales”.
Como causa electoral, la oposición a la migración de parte de los electores triunfó sobre el apoyo a la ayuda militar: la ayuda en materia de seguridad a América… incluso en los gobiernos supuestamente más cercanos al centro progresismo (Barack Obama); lo que ha favorecido el incremento de la presión por los operativos de fuerza en al frontera y en estados fronterizos… y si se llegara a “ofrecer” bajo esa lógica, justificar intervenciones de fuerza , ya se a conjunta o independientemente, más allá de la línea fronteriza americana.
Cabe destacar que desde antes de las elecciones de noviembre de 2020, el editor de este libro veía el futuro de la política de Estados Unidos y las relaciones civiles-mili¬tares de América Latina como opaco.
Se avizoraban desde el 2020, años de agitación económica e inestabilidad política, que perturbarían la historia de manera imprevisible.
Se anticipa de hecho en esa investigación, que lo más seguro es que seguiremos viendo un retroceso general en las formas de cooperación en seguridad de Estados Unidos, que arriesga debilitar el control civil de las Fuerzas Armadas de la región. Infortunadamente, es probable que la militarización se acelere en toda América Latina y que el Gobierno de Estados Unidos no ayude a detenerla.
Así que , amable lector:
No resultaría extraño que en algún momento el sector militar empiece a mover el tema, a nivel legislativo o periodístico, ante un eventual incumplimiento de promesas del presidente y su gobierno… “Que reclamen militares y marinos su “rebanada de pastel” por su indiscutible contribución a la consolidaión de la paz pública y el desarrollo del país, durante la 4 T”… digo, todo se puede esperar ya.
Y nadie en el mundo va a meter las manos…. No se confíe.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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