Paúl Chávez

Hay un terrible miedo a quedarse solo, en realidad está solo quien no ha aprendido a estar consigo mismo en paz aunque lo apretuje la gente.

 

Un tema picudo

La soledad es un tema del que muy pocos quieren hablar y reconocer. Presenta dos facetas: es un desafío para crecer como persona o puede provocar un gran sufrimiento.

La gente huye despavorida en la Semana Santa para encontrarse amontonados en la playa, como si tanta proximidad los salvase de sí mismos. Quienes han observado a muchos moribundos relatan que la gente que se concilia consigo misma, con los que ama y especialmente con Dios muere en paz, es una bendición morir así, muchos mueren súbitamente sin darse cuenta.

Querer estar solo o encontrarse solo por el destino, que no es lo mismo, nos presenta el desafío ineludible de conocernos a nosotros mismos… o de salir huyendo. No hay peor soledad que no saber estar con uno mismo, nada ni nadie puede remediarlo. La compañía que más necesitamos es la propia. La mejor compañía es la de dos personas que han aprendido a estar solas.

La dependencia afectiva

De otro modo se crea la dependencia, llega logra pervertir hasta el amor de madre tejiendo una telaraña con su hija para que la cuide, volviendo “cadenas lo que fueron cintas blancas” o de mil formas en los hijos. Hay parejas que están atadas pero que no las une su intimidad. La OMS advierte que la soledad afectiva como la física crecen en todo el mundo como una silenciosa enfermedad aumentando los ataques, la demencia y el Alzheimer.

Recién vimos a una señora taxista conmovida que filma a la madre anciana pasajera que le suplica, incluso le ofrece dinero, para que no la deje en el asilo de ancianos al que su hijo la acaba de enviar sola; insiste en que la dejen en su casa aunque sea en un rincón, que ella ya dejará de estarse quejando todo el tiempo, que su hijo tenga misericordia pues ella lo cargó, lo besó y lo cuidó desde pequeño.

Distraernos

Uno de los más grandes aprendizajes es a estar solos en paz, pero irremediablemente la tentación de distraernos surge de inmediato, una manera de evadir la soledad que al parecer la empeora con el tiempo. La distracción es un mecanismo de defensa que nos impide descubrir y gozar de nuestra compañía y de aprehender o tomar la realidad. No nos conocemos en parte porque nos evadimos de nuestro verdadero rostro. Lo que vemos en el espejo es la ilusión, la idea, de nosotros mismos.

La nube de pensamientos

Lo que siempre nos acompaña es la nube de pensamientos alrededor de la cabeza que nos impiden vernos y ver la realidad sin distorsión. Pero ¿Cuál es el problema, los pensamientos o yo? La soledad espanta cuando nos espantan los pensamientos que ella favorece. Al estar piense y piense caemos en una de las trampas que nos atrapan como una red henchida de peces, los peces no pueden salir de la red, pero ellos NO son la red. La red son los pensamientos y peor aún: cuando nos identificamos con ellos.

Es de sentido común: Yo no soy lo que pienso, pero cómo nos confunde esto en la práctica. Así resulta lógico salir corriendo o tomar el celular para aliviarlo. En los cafés las muchachas reunidas miran su aparato en vez de mirarse a los ojos, no sabemos estar solos o ni lo queremos, pero tampoco sabemos estar acompañados de verdad, la prueba de ello es que la gente no escucha ni comprende al que tiene al lado sin enjuiciarlo.

La bendita soledad

¿A qué le tememos más?

Entonces surge la gran pregunta ¿Le tenemos más miedo a los pensamientos y juicios o a nosotros mismos? Cuando a Eckhart Tolle le sucedió el milagro de escapar de la red de sus pensamientos descubrió la realidad más próxima y familiar que tenía: su habitación. Pasmado se quedó absorto admirándola detenidamente, su depresión e intentos de suicidio desaparecieron y se quedó encantado del momento presente.

Dichoso Eckhart pero por más que hemos leído y meditado su “momento presente” los pensamientos me siguen atrapando. O pensamos o captamos este momento presente, así de simple pero así de complicado. Me rindo.

Una terapia de shock

Para remediar el miedo a la soledad el psiquiatra japonés Shoma Morita enfrenta al paciente a su soledad. “Ríndete a ti mismo. Empieza a tomar acción ahora, seas neurótico, imperfecto, procrastinador, malsano, holgazán o cualquier otra etiqueta que te hayas puesto injustamente para describirte. Ve adelante y sé la mejor persona imperfecta que puedas ser, y empieza a llevar a cabo todas esas cosas que quieres hacer antes de morir”.

Una vez recién llegado de la CdMx después de 7 años me encontraba de nuevo en casa pero no alcanzaba a asimilar que ya no era un hogar, mi madre acababa de morir, la soledad y esa oscuridad me mordían, llegaba tarde, una noche decidido les grité encarecidamente “no te tengo miedo, no te tengo miedo” Pronto empecé a sentir una paz que me ha acompañado.

Diseñados para el amor

“No es bueno que el hombre esté solo” dice el Génesis, amar y ser amados, dar y recibir nos complementa. Una madre sonreía en su soledad, con sus soliloquios se acompañaba de sus hijos ausentes, era lo mejor para ellos y le preparaba la cena a su esposo que llegaba tarde, eso le daba mucho sentido a su vida y lo hacía por amor.

Comments

  1. Excelente articulo

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