* No hay voces frescas, idea que puedan ofrecer certezas y optimismo; tampoco existen los rostros nuevos. ¿Es hora de la llamada sociedad civil? ¿Dónde los empresarios, que son incapaces de verse en lo ocurrido a sus contrapartes venezolanas con la llegada de Hugo Chávez y su heredero Nicolás Maduro? ¿Tienen idea de cuántos de ellos debieron salir de Venezuela, ante la inseguridad, la incertidumbre, la coerción?

* ¿Cuántos de los interpelados por el presidente Andrés Manuel López Obrador para que externaran públicamente su opinión sobre la reforma judicial, tienen la certeza de que el futuro inmediato les sonríe? Ellos mismos no lo saben

Gregorio Ortega Molina

 

Supuse -ahora constato que con mucha ingenuidad- que el modelo político del presidencialismo imperial había dado lo que podía dar, y estábamos a un paso de la transición, quizá a la presidencia de la República parlamentaria, con primer ministro incluido. Habría espacio para todos.

Olvidé lo esencial. La concupiscencia por el poder absoluto, la corrupción de los líderes de los partidos políticos y unos o muchos representantes populares en el Congreso federal, y la irrupción de los narcotraficantes como un interlocutor al que es necesario tomar en cuenta, pregunten si no a Rubén Rocha Moya, o a Félix Salgado Macedonio, el Toro sin cerca, verdadero gobernador en Guerrero.

Lo cierto y constatable, por encima de los otros datos, es que la voluntad política está doblegada ante la fuerza del billete, sobre todo cuando llega en abundancia y es legal, como lo muestran las prerrogativas que corresponden a los partidos políticos. A Alejandro Moreno, lo mismo que a Marko Cortés, lo único que parece interesarles es cuánto de ese dinero puede desviarse a sus cuentas personales.

El panista se ha conducido más discreto, ¿o más torpe?, porque Alejandro Moreno disfruta de las ventaneadas que le ponen con sus propiedades; es momento de preguntarnos cómo, para qué, ¿las disfruta, las gozan los miembros de su familia, las heredarán? Lo dudo, lo que falta a esa oposición apoltronada en el dinero, son ideas, luces, propuestas, que no mostraron, por torpes, para hacer que Xóchitl Gálvez avanzara, a pesar de que se enfrentó a una elección de Estado; ahora ellos, y los que no comulgamos con el credo del señor López, pagaremos las consecuencia, lo mismo las económicas que en salud, seguridad y ese bienestar que no se cubre ni espanta con el enorme problema económico que está en el umbral.

No hay voces frescas, idea que puedan ofrecer certezas y optimismo; tampoco existen los rostros nuevos. ¿Es hora de la llamada sociedad civil? ¿Dónde los empresarios, que son incapaces de verse en lo ocurrido a sus contrapartes venezolanas con la llegada de Hugo Chávez y su heredero Nicolás Maduro? ¿Tienen idea de cuántos de ellos debieron salir de Venezuela, ante la inseguridad, la incertidumbre, la coerción?

¿Cuántos de los interpelados por el presidente Andrés Manuel López Obrador, para que externaran públicamente su opinión sobre la reforma judicial, tienen la certeza de que el futuro inmediato les sonríe? Ellos mismos no lo saben.

     ¿Reforma al Poder Judicial constitucional e irreversible?, es preciso hacer una acotación aportada por Manuel Buendía, quien preguntó al presidente José López Portillo acerca de la necesidad de reformar la Constitución para la estatización bancaria, a lo que el primer mandatario le respondió: para quitarle la tentación a Miguel.

Toda reforma, constitucional, o legal o en el arreglo matrimonial, nace con su contrarreforma, como todo recién nacido llega con su torta bajo el brazo. Años tardó Miguel de la Madrid para reprivatizar la banca, pero lo hizo.

Ernestina Godoy debiera repasar la historia reciente de México. Quizá cueste sangre, pero de que se puede contrarreformar, claro que se puede.

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@OrtegaGregorio

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