* El órdago no es para mañana, pero está cerca, latente, se escucha entre esos integrantes del México bueno y sabio que desea dar salida al odio que les fue inoculado durante seis años; evitar que suceda una confrontación entre mexicanos, sin orden, sin proyecto, sin ideología, más allá de la venganza llana y simple, ahora es responsabilidad de la próxima presidenta de México, la primera, la doctora Sheinbaum Pardo

Gregorio Ortega Molina

 

Si las conferencias matutinas de la presidenta de México, doctora Sheinbaum Pardo, son la continuidad de los “otros datos”, las denostaciones y descalificaciones gratuitas, las acusaciones nunca probadas, las viperinas sonrisas y el pañuelo blanco, pues estamos aviados.

     Nunca segundas partes fueron buenas, mucho menos cuando durante los seis años de su antecesor se destiló la injuria suficiente para inocular el odio en el México bueno y sabio, en contra de los que nunca confiaron en la honestidad valiente ni en el “detente”. Podrá ofrecernos el oro y el moro, que la reconciliación nacional así nunca se logrará, y la proximidad de una totonaca noche de los cristales rotos -similar a lo sucedido en Sinaloa, Reynosa, Chiapas- estallará a nivel nacional, y no es eso lo que se anhela.

Pronto constataremos qué tan hábil es una científica como conductora del destino de una nación, de una patria, sobre todo cuando los antecedentes familiares de la doctora y presidenta Sheinbaum Pardo, le anuncian lo que puede ocurrir, precisamente porque ya sucedió.

Es cuestión de hacer memoria: “Pobres y ricos, checos y alemanes, judíos y cristianos convivieron pacíficamente a pesar de las burlas ocasionales, e incluso los movimientos políticos y sociales carecían de esa horrible hostilidad que, convertida en residuo venenoso, no penetró en la sangre de la época hasta después de la Primera Guerra Mundial.

“El odio de un país a otro, de un pueblo a otro, de una masa a otra, todavía no le acometía a uno diariamente en los periódicos, todavía no separaba a unos hombres de otros, a unas naciones de otras; el sentimiento de rebaño y de masa todavía no era tan repugnantemente fuerte en la vida pública como hoy, la libertad de acción era considerada (algo casi inimaginable hoy) como algo natural y obvio; la tolerancia no era vista, como hoy, con malos ojos, como una debilidad y una flaqueza, sino que era ponderada como una virtud ética”, anotó Stefan Zweig en El mundo de ayer.

El órdago no es para mañana, pero está cerca, latente, se escucha entre esos integrantes del México bueno y sabio que desea dar salida al odio que les fue inoculado durante seis años.

Evitar que suceda una confrontación entre mexicanos, sin orden, sin proyecto, sin ideología, más allá de la venganza llana y simple, ahora es responsabilidad de la próxima presidenta de México, la primera, la doctora Sheinbaum Pardo.

www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio

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