En la raya. 
La guerra contra las drogas
 ¿fallida o conveniente?
por: Jose Luis Lopez Duarte
Las dos cosas se podrían concluir, porque sería lo más viable cuando se ha buscado el control y se ha permitido el gran negocio, cuestión que lo convierte en el cuento de nunca acabar.
La lucha contra las drogas, denominada asi formalmente por el presidente estadounidense Richard Nixon en 1971, se ha transformado en un ciclo interminable que parece más una farsa que una genuina intención de solución.
Esta guerra ha permitido que el narcotráfico florezca al mismo tiempo que las autoridades afirman combatirlo, creando así un gran negocio donde el dinero fluye sin cesar. Lo irónico es que, a pesar de más de un siglo de esfuerzos para erradicar las drogas, el fenómeno no solo persiste, sino que se multiplica y evoluciona.
Desde los primeros opioides hasta el letal fentanilo que enfrenta el mundo hoy, cada sustancia ha surgido inicialmente con fines medicinales, solo para ser luego demonizada y prohibida.
Este ciclo de creación y represión es alarmantemente similar a la mitología de la medusa: cuanto más se corta, más se reproduce. Según datos de las Naciones Unidas de 2022, alrededor de 292 millones de personas en el mundo consumen drogas, siendo la marihuana la más popular, seguida por los opioides y las anfetaminas.
Estos números son un claro indicador de que, en lugar de disminuir, el consumo sigue en aumento: la última década mostró un incremento del 22% en el número de consumidores.
El fracaso de la guerra contra las drogas es evidente no solo en el aumento del consumo, sino también en los escasos resultados que se observan en materia de tratamiento y encarcelamientos.
Solamente el 15% de aquellos que sufren trastornos relacionados con el consumo de drogas recibe algún tipo de atención profesional. Mientras tanto, la represión a través de arrestos e incarceraciones no ha hecho más que agravar el problema, ya que de 7 millones de detenidos, solo 1.6 millones enfrentaron sentencia.
Este fenómeno no es exclusivo de un solo país; México, Colombia y Perú han escalado posiciones en el escenario del narcotráfico, convirtiéndose en productores clave para abastecer el mercado estadounidense.
La estrategia del presidente Donald Trump, quien utiliza el narcotráfico como herramienta política para arrinconar a países como Venezuela y México, muestra cómo la política internacional juega con una temática que debería ser exclusivamente social y de salud pública.
Las cifras son significativas: se estima que el 60% de los ingresos generados por el narcotráfico en Estados Unidos proviene de estas naciones productoras.
Sin embargo, el costo humano y social que se distribuye entre México, Venezuela y Colombia es colosal. La violencia, resultados de la competencia por el control del mercado, es un común denominador entre estos países, en el que también se juega un tablero geopolítico que trasciende la simple lucha contra las drogas.
Esta controversia internacional parece tener un trasfondo más profundo. La relación entre el narcotráfico y el petróleo, sumada a las alianzas geoestratégicas que se han formado al margen de Estados Unidos, deja entrever que la guerra contra las drogas podría estar sirviendo como una cortina de humo para redibujar las dinámicas políticas en la región.
la guerra contra las drogas sigue siendo un cuento de nunca acabar, donde la lucha no es más que una fachada que oculta un lucrativo negocio. Reformas urgentes y un enfoque integral que incluya la despenalización, la atención a la salud pública y la educación son imprescindibles si realmente se busca un cambio. El ciclo debe romperse antes de que sea demasiado tarde.

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