La invasión de las ideas
En el universo infinito de las posibilidades del fracaso de un individuo, las que con más frecuencia aparecen son aquellas que lo remiten irremediablemente a la pérdida de la libertad.
Libertad en cualquiera de sus manifestaciones: corporal, financiera, de creencia o fe, de ser uno mismo, de hacer lo que a uno le guste o le convenga, de escoger tal o cual cosa, de elegir a su pareja, para la movilidad territorial, para escoger profesión, arte u oficio, para escoger autoridades gubernamentales o representantes, entre muchas otras.
Ninguna democracia consolidada es tal, si no tiene un gobierno que le garantice al menos estas formas de libertad citadas en el párrafo anterior.
El más grande poeta liberal francés del siglo XIX, Víctor Hugo, lo dejó escrito en una frase para la eternidad: ‘On peut résister à l’invasion d’une armée, mais on ne peut résister à l’invasion des idées.’
“Uno puede resistir la invasión de un ejército, pero uno no puede resistir la invasión de las ideas”.
Este gobierno que en México encabeza Andrés López Obrador, sucursal del neopopulismo internacional que en otros países de América Latina también cobra ya sus ‘cuotas de piso’ y tiene otros regenteadores, como Nicolás Maduro en Venezuela, Gustavo Petro en Colombia y Daniel Ortega en Nicaragua, son muestras típicas de formas de autoridad defectuosas, cuyos líderes han asimilado deformadamente desde su juventud, los principios del modelo ya caduco del Welfare State como de ese otro embrión de modelo económico llamado el “Desarrollismo”, nacido en América Latina y nunca suficientemente comprobado en ninguna economía de la región.
Y la interpretación errática viene de malinterpretar un hecho tan simple como que ambos modelos están diseñados para economías de libre mercado, con reglas de operación monetaria tradicionales; con la presencia además del fenómeno especulativo, inherente a la libertad misma y con la existencia de otro fenómeno inherente desde el origen del hombre mismo, en el Comunismo Primitivo: la acumulación de riqueza.
Ni el Desarrollismo ni el Estado Benefactor pueden prosperar en un régimen sin libertades como el Socialismo, pues es ya del dominio público que el Comunismo solo puede ser utópico… el Comunismo Científico no lo pudo sostener ni la supuestamente “poderosa” ex URSS.
El gran absurdo que sostienen estos “aventureros” latinoamericanos como Maduro, Petro y AMLO, es el hecho de insistir con meterse con las libertades de individuos y comunidades de este gran subcontinente, como una que es de suyo, muy riesgosa para todo político aventurero e ingenuo: la religión.
Desde su llegada al poder en la Ciudad de México en el año 2000, se supo de la práctica del cristianismo –evangélico, no católico- por parte del actual Presidente de México, situación que nunca ha sido una barrera para que haya podido interactuar eficientemente con la totalidad de los sectores de la población mexicana, aun con los católicos, que siguen siendo abrumadora mayoría en este país.
Por el contrario, en México, la llegada de un presidente con un formato de moralidad ajeno al molde tradicional ha sido visto siempre con simpatía y los resultados en la obra de Gobierno de políticos no católicos (liberales) que han llegado a ostentar los más altos cargos de la administración pública, han sido muy positivos; uno de ellos por ejemplo, el caso del que ha tenido quizá el más alto grado de aceptación en la segunda mitad del siglo XX: el priísta Adolfo López Mateos, que practicaba la religión Bautista.
Pero López Mateos nunca tuvo actitudes ni afanes deliberados por imponer sus formalidades religiosas al resto de la población ni mucho menos agredir la fe del pueblo católico mexicano, que sigue siendo mayoría , con el 88% de practicantes entre la población.
Hay ya el temor fundado de que este presidente pretenda brincar la frágil barrera de la libertad de creencias en nuestro país e imponga políticas o medidas tendientes a “quitar privilegios” u “obligatoriedades inspiradas en el marco de la fé católica”, según algunos indicios que se han registrado ya.
Emulando quizá a alguien a quien quizá muchos seguidores de la “izquierda radical y rabioso” en este país aseguran abominar, porque fundó el PRI y estbleció instituciones alas que nunca pudieron acceder, como el ISSSTE y el Banco de México; digámoslo de una vez, emulando AMLO al “Turco de Guaymas”, al héroe del “Plan de Agua Prieta”… al mismísimo Plutarco Elías Calles; aquel gobernante que agravió a la Iglesia Católica mexicana por su fanatismo anticlerical (que también es un fanatismo), sostuvo la “Guerra Cristera” hasta el terreno de la brutalidad y llegó a habilitar los templos católicos más bellos y significativos de la región del Bajío y el Occidente, como corrales y refugio para ganado… así el nivel de la ofensiva contra el pueblo católico mexicano; todo con el afán de quedar bien con el muy lejano régimen de José Stalin, igual de empobrecido que el nuestro en aquel tiempo, por lo que es cuestionable esta hipótesis;… para quedar bien con los gobiernos demócratas americanos que los financiaron tanto a él
como a su paisano que le antecedió (y al que traicionó) Álvaro Obregón, en su campaña para limpiar el camino de “indeseables” para los EU, como Pancho Villa, genuino y único prócer de la mal llamada Revolución Mexicana.
Un líder que no respeta la fe del pueblo al que aspira a dirigir, aunque no comparta esa fé, no es alguien confiable.
Eso lo debería tener muy claro el presidente López Obrador.
Está intentando hoy imponer una reforma electoral que tiene como punto neurálgico, un mecanismo no sólo para acabar con los legisladores plurinominales, como lo pretende “vender” al público; sino para volver las elecciones en lo sucesivo una elección de legisladores “de lista”, osea todos serán plurinominales en lo sucesivo; será el Gobierno quien determine a qué distrito representará tal o cual candidato ganador en el proceso, que competirá como parte de una “lista” o planilla.
Un afán quizá de llevar la mediocridad también al plano legislativo.
Por lo pronto, con el desarrollo de esta “Marcha por la defensa del INE” de ayer domingo, López Obrador y su gente ya se deben haber dado cuenta del nivel de descontebto y desaprobación que tiene esta absurda medida de reformar al INE, pero sobre todo, al sistema que reglamenta lasa vías de represntación legislativa en las cámaras.
Como ya lo hizo con los libros de texto gratuitos y lo pretendió hacer con ese proyecto absurdo de ideologizar los planes educativos en los niveles básicos del sistema educativo nacional.
Por lo pronto , los libros de texto gratuito de nivel primaria y secundaria, ya vienen imbuídos de esos atributos diseñados por el ideólogo marxista de apellido Arriaga, que pretende acabar con el valor individual –irrepetible y único – de cada estudiante, para dar cauce a los criterios en que todos deben construirle su calificación al más flojo… para que nadie repruebe… pero que tampoco brille más que otro. Porque el mundo de AMLO, de Delfina Gómez y de ‘Marx’ Arriaga, los dones de cada individuo en lo particular, deben ser compartidos… y colectivos.
La administración de López Obrador ha mandado en días pasados retirar de los hospitales del sistema de salud pública nacional (IMSS, ISSSTE, SEMAR, PEMEX, SEDENA, etc…) los pequeños apartados para la oración o el remanso de los familiares de derechosos hospitalizados, donde habitualmente había motivos y figuras alusivas a la fé católica cristiana; de maner grosera e insensible, el gobierno del presidente López ha mandado “arrancar” de forma grosera cualquier figura o motivo religioso de estos, en un afán de satisfaceer su propia idea del laicismo… o de su propio “cristianismo”.
Y aunque le asiste el derecho… no es por mucho, una medida sana, respetuosa de los usos y costumbres que tanto alude él mismo en las minorías.
Con esto, la gente se pregunta…. ¿Qué sigue?, ¿Los nacimientos y las pastorelas instaladas en las plazas públicas de todo el país?….
Coincido con mi buen amigo, David Jasso, brillante pedagogo mexicano e indiscutiblemente evoco y celebro con él, las finas letras del inmortal Víctor Hugo… también liberal.
Y retomo la frase que propicia esta colaboración:
“Uno puede resistir la invasión de un ejército, pero uno no puede resistir la invasión de las ideas”.
Esta semana vimos el primer amague de este Gobierno Federal, en la persona del propio titular del Ejecutivo, tratando de ir en contra de la religión, cuando se mofó de la “hipocresía” de los fieles católicos que van a misa.
Se podría interpretar como una forma de invasión a las ideas.
La invasión armada es lo menos desado desde luego, aunque la militarización en este país, es de algún modo uno de los afanes del actual Gobierno.
Pero la invasión de las ideas y de la libertad se concretaría con el golpe mortal que se pretende dar al INE.
“El dejar a un pueblo en estado de indefensión aviva las esperanzas de los Narcotraficantes, por un país sin leyes… sin moral”
Y por sentido común, deducimos que si se le quita a un pueblo.
- Sus creencias religiosas;
- Sus aspiraciones (“¡No sean aspiracionistas!”);
- Si no se fortalece tampoco la educación (veamos que pasó con los libros este sexenio y el adoctrinamiento que ya viene en las nuevas ediciones);
- Si tampoco se fortalece el sistema de salud (pésimas decisiones promovidas por López Gatell, quien buscó solamente los reflectores, no la salud ni la prevención en la pandemia);
- Y sin democracia (al disminuir el INE).
Entonces nos queda un pueblo:
- Sin religión;
- Sin aspiraciones;
- Sin educación;
- Sin salud;
- Sin democracia.
Un pueblo que buscará “Refugiarse en las Drogas para Olvidar”, ese es el estado perfecto para el florecimiento pleno del Narcoestado. Sería una gran estrategia promovida por ellos.
Aumentaría la clientela de los narcos.
Entonces… y solo entonces , la invasión de las ideas se habrá consumado, para desgracia de todo el gran pueblo mexicano, resiliente, noble y fraterno.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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