DOMINGRILLA

FRANCISCO CHIQUETE

Casi todos los analistas coinciden en que la propuesta presidencial de reformas a la Constitución en materia electoral morirá de inanición. Sus planteamientos constituyen una sacudida absoluta al aparato como actualmente lo conocemos, pero sobre todo parecen provocadoramente orientados a causar irritación entre las fuerzas opositoras.
Imagínese nada más un sistema de financiamiento que retira el dinero excepto para las campañas. Por supuesto, sólo puede sobrevivir un partido con acceso al dinero público: el que está en el gobierno. Y que no se niegue esta posibilidad argumentando que ellos son diferentes, porque en la pasada consulta de “revocación de mandato” se vio claramente la capacidad para aplicar recursos sin transparencia, además de utilizar a trabajadores y funcionarios de los gobiernos morenistas para ir a movilizar (acarrear) a posibles electores.
Entre eso y el control de los consejeros del INE, que además sería compactado a su mínima expresión, queda todo planchado para que seda un solo partido el que pueda ganar cada vez que hay elecciones. Adivinó usted: es el partido en el gobierno.
Los analistas de todo el país coinciden en que el presidente sabe que su propuesta no va a pasar, que necesitaría hacer negociaciones, cesiones muy importantes en el esquema presentado, pero él no suele ceder en nada. Sin moverle ni una coma, ha sido la orden dada al Congreso cada vez que presenta una iniciativa importante.
Con esta posición se vuelve inútil la demanda de generar un gran debate nacional. Ya ocurrió con la reforma constitucional en materia eléctrica: hubo una intensa participación de especialistas, académicos, interesados, líderes sociales y representantes empresariales, quienes desmenuzaron las propuestas, hicieron a su vez las suyas y simplemente fue como si nadie los hubiera escuchado: los dictámenes llegaron en lo fundamental así como el presidente había propuesto. La oposición por supuesto, lo rechazó y no le otorgó la franja de votos que le falta a Morena y socios para alcanzar la mayoría calificada. Eso era previsible, lo único extraño es que el presidente, a sabiendas de lo que había sembrado, se hubiese enojado, como se enojó, por la mala cosecha obtenida.
Eso lleva a preguntar por qué Andrés Manuel López Obrador lo vuelve a intentar, ahora con el tena electoral. Es obvio que la respuesta será otra vez negativa y que al presidente le conviene eso para insistir en que la oposición lo está obstaculizando, de manera que los amlovers se radicalicen, sientan que su gallo está siendo amenazado y se vuelquen contra los partidos que “se portan mal”.
Durante muchos años, se ha ido incentivando el odio contra los diputados plurinominales y se ha amenazado con su disminución y hasta con su exterminio. Al anunciar su propuesta, el presidente da a conocer la eliminación de doscientas curules, exactamente el número de pluris actuales. Y sus seguidores estallan en júbilo. Es hasta después que se aclara: en realidad los trescientos que queden, si se aprueba la reforma, serán todos plurinominales, lo que mantiene la carga negativa de los pluris actuales: pueden ser preseleccionados por los dueños de las franquicias partidistas, protegiendo a cuates y a familiares, como hizo el actual dirigente nacional del PRI.
También se busca el favor y el fervor de la gente con el ahorro de veinticinco mil millones de pesos provenientes del desmantelamiento de la estructura del INE y la reducción del financiamiento partidista. Nada irrita más a la sociedad que ver cómo surgen partidos de nada que no representan a nadie y que cuestan mucho dinero, pero Morena ha impulsado por dos ocasiones consecutivas al Partido Encuentro Social, que perdió su registro y se convirtió en Partido Encuentro Solidario, le prestó candidatos y ahora le prestó hasta un diputado para que tenga espacio en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, a pesar de que el PES perdió su registro por falta de votos. Y qué decir se la sociedad Morena-Partido Verde, ese descarado pirata de los mares políticos.
La aspiración de López Obrador es que la gente se enchile aseverándole que el inminente rechazo de la oposición es para que no les quiten las diputaciones excesivas ni les reduzcan el dinero del financiamiento. Ello le permitiría extender la actual campaña de Traidores a la Patria y llegar a las elecciones estatales del 2023 y sobre todo a las federales del 2024, con sus seguidores en condiciones de agitación, arrinconando, si se puede, a los opositores.
En realidad es una pena la falta de voluntad del presidente para negociar, pues hay algunos puntos que bien podrían acordarse y alcanzar respuestas. En todo caso sería necesario ajustar casos como el del Senado, donde propone que queden sólo tres por estado, pero también por la vía plurinominal, lo que podría generar desequilibrios que hoy están conjurados con la asignación de dos escaños por mayoría relativa y uno de primera minoría, borrando los actuales treinta y dos espacios plurinominales.
Será un periodo interesante en que todas las fuerzas estarán al toma y daca. Siempre existe la esperanza de que el debate enriquezca las cosas, aunque los comportamientos en ese sentido han sido más bien negativos. Ya vimos a Pablo Gómez queriendo sancionar a los ciudadanos que no fueron a votar en la consulta del 10 de abril, y vemos a voces opositoras queriendo espantar con el petate del muerto del comunismo (aunque dentro de Morena también hay quienes sacuden ese espantajo suponiendo que con ello atraen a la sociedad).
LOS EXCESOS DEL
JUICIO POLÍTICO
El gobernador Rubén Rocha Moya peca de sincero en algunas ocasiones. Aunque repitió varias veces que él no tiene nada que ver con el juicio político que se instaura contra el alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, en la pasada semanera, su conferencia de prensa de cada lunes, dijo sospechar que el Partido Sinaloense estaba jugando en su contra, pues no le ha acompañado en decisiones muy importantes del Congreso Local.
En efecto, dos decisiones ha tomado el Partido Sinaloense al margen de Morena: primero la votación sobre la interrupción legal y voluntaria del embarazo, que los diputados de Cuen no suscribieron alegando diferencias con el límite en las semanas de gestación; y el juicio político contra Estrada Ferreiro. Defenestrar a un alcalde no es cualquier cosa, y si se hace con el consenso de todas las fuerzas políticas el sofocón es menor, o por lo menos compartido.
Hay hartas especulaciones sobre el juicio. Muchos consideran que si se dio el primer paso es porque ya se tiene el visto bueno de allá arriba, es decir, de Palacio Nacional (así de concentrado está el poder político en este país). Otros dicen que se trata sólo de acalambrar al munícipe para que se meta al redil y deje de constituir un problema para ka autoridad estatal, pero es muy riesgoso mover un aparato como el del juicio político nomás para tener la satisfacción de oír que el oponente se rinde con las manos en alto.
Por lo pronto los dolorosos acontecimientos ocurridos en el Bar Siglo XXI de Culiacán (balacera con muerto y heridos por parte de un tipo que según la autoridad estatal “enloqueció”), le dio a Estrada Ferreiro la oportunidad de asestar un severo golpe: El bar no tiene licencia, se la habían suspendido por otro hecho de sangre, pero el estado, a decir del alcalde, ordenó que se le permitiera seguir trabajando. Un golpe seco en la reiterada protesta de honestidad del régimen. Y ni modo, el que se lleva se aguanta.
En contrapartida, el gobernador ya probó los primeros y dulces frutos de su mano dura.
El miércoles pasado estuvo en Mazatlán el excandidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para presentar su libro Por una Democracia Progresista, en el Teatro Ángela Peralta. Ahí estuvo el gobernador Rubén Rocha Moya, como estuvo el alcalde Luis Guillermo Benítez Torres, a quien comisionaron para dar la bienvenida al ilustre visitante.
Si así lo hubiera hecho, El Químico Benítez habría pasado desapercibido, pues si pertenecía al ámbito del evento era sólo por su calidad de “anfitrión”, toda vez que el teatro es propiedad del municipio. Durante la hora que duraron los comentarios sobre el libro, Benítez estuvo repatingado sobre un sillón, casi acostado y con las piernas estiradas de tal forma, que lo más notorio eran sus brillantes zapatos de charol, corte italiano (si supiera de eso podría decir que eran Prada, pero no sé de marcas, quizá sean más caros) y sin calcetines, como corresponde a un empresario dado a la dolce vita. Pero en su discurso de bienvenida dijo unas palabras que por inesperadas, causaron furor: su bienvenida a Cuauhtémoc fue secundaria, posterior. A quien bienvino fue al gobernador Rubén Rocha Moya, de quien estableció que es “nuestro líder político en el estado”.
¿Cuántos fueron los desplantes del Químico contra Rocha? Quizá tantos como los de Estrada, y continuaron todavía después que el gobernador lo sacó del atolladero en que lo metieron las exigencias iniciales del PAS. Hay quienes dicen que ya se habían arreglado, pero todo indica que el manotazo dado a la mesa para detener a Estrada Ferreiro, tuvo efectos expansivos y sirvió para tranquilizar al Químico Benítez, y probablemente también a otros que andaban por ahí con vuelos más bajos, pero igual, arrojando la micción fuera de la oquedad.
¿NO HAY PROYECTOS
O NO HABRÁ DINERO?
La presentación del Plan Estatal de Desarrollo fue un evento políticamente correcto en que el gobernador Rubén Rocha Moya reiteró sus compromisos de campaña para atender a la población más marginada y hacer esfuerzos por mejorar el nivel de vida de las comunidades sinaloenses en general.
Para ello volvió a precisar que los esfuerzos estarán destinados a la obra social, no a las construcciones de relumbrón. Nadie por supuesto le puede rebatir la importancia que tiene la urbanización de calles de colonias marginadas ni la dotación de servicios elementales como el agua potable o como la electrificación y la iluminación de los centros de población más modestos.
Pero esa es parte de la tarea esencial de todo gobierno. Decir que se va a dedicar a eso es como anunciar que se realizarán ingentes esfuerzos para abrir las oficinas todos los días y atender al público con la celeridad y eficiencia que se merece. La sociedad espera más que eso, espera rumbos ciertos que lleven al desarrollo de la entidad.
Rubén Rocha antes de ser gobernador, fue secretario general y rector de la máxima casa de estudios de la entidad, fue dirigente sindical, diputado local, funcionario público de alto nivel (dos veces coordinador de asesores de otros tantos gobernadores) y senador de la República. Aunque es especialista en educación, tiene la formación y la información necesarias para conocer las necesidades y las fortalezas del estado.
Su falta de propuestas ambiciosas no puede deberse a falta de conocimientos, sino a una realidad adversa: la realidad de un gobierno federal que no suelta el dinero ni en condiciones de emergencia, y que bajo esas condiciones no permite que se elaboren proyectos que no vengan autorizados desde arriba.
Lo que busca Rocha con el Plan Estatal de Desarrollo es hacer de la necesidad virtud, de manera que ya tendremos probablemente otros tres años para escuchar que ya mero se concreta el proyecto de la Presa Santa María, a la que no se ha detenido, pero tampoco le asignan recursos suficientes; que ya mero llega la construcción del distrito de riego de la Presa Picachos y con ello el impulso definitivo a la agricultura regional; y la carretera San Ignacio-Tayoltita, o la Badiraguato-Parral, o la Topolobamo-Ojinaga, que han sido sueños largamente anunciados, pero nunca apalancados por el presupuesto federal.
Y por supuesto, la planta productora de fertilizantes que una inversión privada tiene para Mochis, pero que un juez volvió a poner en entredicho porque los pueblos originarios de la región no rinden banderas en su lucha contra el proyecto.

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